Arturo Cova (La vorágine) y Antonio de Orrantia (Toá)

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Por | Silvio E. Avendaño C.

Siete años después de la publicación de La vorágine, obra de José Eustasio Rivera, se publica Toá, la novela de César Uribe Piedrahita (1933). Las dos obras giran en torno a la violencia, tema constante a lo largo de la historia del país. Mas hay diferencia entre una y otra obra. En La vorágine, el protagonista, Arturo Cova, huye de la mojigata Bogotá: “Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza…El peón que envié a Bogotá a caza de noticias me las trajo inquietantes. El escándalo ardía, los periódicos usufructuaban el enredo…” Huye, Arturo Cova, ante una situación embarazosa para ser devorado por la selva.  El caso de Antonio de Orrantia, en viaje a lomo de mula desde Bogotá hasta Neiva y de ahí a “La Perdiz” en la confluencia del río Hacha, afluente del Orteguaza… No pensó nunca que, al solicitar un puesto lejano en la selva o en una isla, sus vagos deseos de liberación, las ansias de medir su voluntad y su capacidad de acción se pondrían tan duramente a prueba desde el principio de la odisea.”

 La vorágine es el relato de un escritor sensible. Toá es la narración prosaica de la cruda realidad. Ambas novelas trazan la violencia por el caucho que es un látex que se extrae de los árboles. Trabajo, pugna, robo, aniquilamiento, esclavitud, en la región selvática poblada por indígenas y aventureros. Después de la muerte de Toá, por complicaciones de embarazo, Antonio de Orrantia, enfermo desciende hacia el mar. Cova se interna en la selva fronteriza del suroriente colombiano para matar a quien se ha llevado a Alicia y, al final: ¡Los devoró la selva!

Las novelas muestran la explotación, la bonanza generada por la necesidad de materias primas para la naciente industria automotriz en la fabricación de neumáticos. También la industria de telecomunicaciones necesita de tal sustancia…En 1903 se funda la Casa Arana, empresa dedicada a la recolección del caucho, al este del río Caguán, entre los ríos Caquetá y Putumayo, se hallaban dispersos los árboles leprosos de los cuales se “ordeñaba”, por decirlo así, la sustancia lechosa. A finales del siglo XIX y, a principios del siglo XX, en la cuenca hidrográfica cerca del río Amazonas, creció la fiebre para surtir la industria. Estados Unidos, Inglaterra y Francia necesitaban el material. Pero la ironía más grande de la empresa del látex, que salía por el río Amazonas al mar, es que, en 1876, Henry Wickham roba 70.000 semillas de caucho (biopiratería).  Éstas se llevaron a Indonesia, Malasia, Thailandia. A orilla del mar los costos cayeron en picada y el precio disminuyó. La extracción del caucho de lo profundó de la selva se derrumbó. Además, la industria produce el caucho sintético.

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