Lecciones de una batalla

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Por | Echando lengua / Luis Heriberto Bohórquez / @luchocalidad

Ingeniero de Vías y Transportes, egresado de la UPTC oriundo de Garagoa. Catedrático universitario, especialista en calidad de materiales y producción industrial de concretos. Foto: Archivo personal

La pasión de escribir significa mucho para quienes dedicamos algo de tiempo a opinar, en lo que he llamado ejercicio de responsabilidad social, pero a veces los avatares de la vida también nos ponen cara a cara con lo inesperado, dejando lecciones la mayoría de las veces útiles individualmente y que en algunos casos merecen ser compartidas.

Con la venia de nuestro editor, quiero transmitir a todos, lo que significó la experiencia de enfrentarme a un cáncer de próstata, hoy superado en primer lugar gracias a mi fe en Dios y a los avances médicos en diagnóstico y procedimientos quirúrgicos para su tratamiento y erradicación. Luego de esto, alguien en tono simpático y agradable me dijo que había entrado a jugar mi segundo tiempo, como en el fútbol, pero la verdad creo que es el tercero, donde se analiza lo que sucedió, se sacan conclusiones y se aprenden lecciones. Digo tercero porque igual que toda la humanidad, también superamos el COVID-19.

La pandemia cambió nuestra rutina de vida, de lo que no escapó la atención médica, que limitó las consultas a la modalidad virtual, lo que hizo que en 2020 omitiera mi chequeo anual de urología, que incluía determinación del antígeno prostático el cual es complementario con el tacto rectal, ambos métodos recomendados a todo hombre mayor de 40 años. Eso significó más de dos años sin controlar el estado de esa glándula, de cuyo desempeño depende en gran parte la correcta función urinaria y lo placentero que significa la eyaculación, en la actividad sexual masculina.

Luego de la pandemia y algunos cambios en mi vida laboral, en marzo de 2022 me tomaron un nuevo examen de antígeno, cuyo registro mostró un valor dentro de los límites normales, pero la sorpresa fue la detección mediante tacto rectal, de unos nódulos sospechosos que según el urólogo era necesario evaluar desde el punto de vista patológico. Para el médico, una vez más, se probó que el antígeno no es indicador suficiente para descartar los tumores. Así cae el segundo mito y digo segundo porque el primero se derribó a mis 40 años, sin que afectara para algo mi masculinidad y de paso deja una lección sobre la conveniencia de realizar las dos pruebas diagnósticas simultáneamente.

Obvio y apenas lógico, vino el impacto emocional que causa la incertidumbre sobre el futuro, y qué acompañada del temor a la enfermedad, me causaron miedo, angustia, e hicieron aferrarme aún más a la fe en Dios. Es el escenario que viví, durante el tiempo que duraron los exámenes de diagnóstico, que finalmente confirmaron la malignidad de los tumores, propiciaron el análisis de las alternativas de tratamiento y la recomendación médica de realizar una prostatectomía radical por laparoscopia, con 6% de riesgo de incontinencia urinaria y 50% de probabilidades de impotencia sexual.

Con ese panorama de riesgos, pero con la fe intacta, se llevó a cabo la cirugía y sus resultados fueron exitosos, a tal punto que la malignidad ha desaparecido, lo que constituye en un verdadero milagro, porque pese a mi descuido en los controles el diagnóstico fue oportuno y de vital importancia el tacto rectal. Aquí la lección aprendida es perderle el miedo al examen y estamos en mora de incrementar campañas informativas sobre el tema, considerando de paso la opción de enseñar la práctica de un autoexamen, qué si es del caso, también podrían hacerlo, esposas, cónyuges o amantes, buscando ayudar a salvar las vidas de sus hombres. Considero que es un reto a asumir por las autoridades de salud y la sociedad.

Aquí estoy, en mi tercer tiempo, transmitiendo este mensaje de autocuidado personal, que espero capte la atención de los lectores. Todo esto fue posible gracias al concurso de los médicos que me atendieron, el primero estudio, serio, objetivo y algo taciturno, pero excelente exponente del humor negro, encargado de la etapa de diagnóstico y decisión de tratamiento y el segundo un experimentado cirujano, auténtico provinciano huilense, dueño de una gran dosis de optimismo paternalista y fe en su trabajo, quien fue el responsable de dirigir la cirugía. A los mejores del país, los doctores Edmundo Castello Jopson y César Andrade Serrano junto con su equipo de trabajo en sala, y al grupo paramédico y administrativo de la Clínica Reina Sofía, eterna gratitud.

Pero igual, nada hubiese sido posible, sin el poder de Dios, el apoyo de mi esposa y el de toda mi familia sin excepción alguna, así como el de mis amigos y el grupo de trabajo de Mar 2. A todos, gracias por su solidaridad y permanente acompañamiento, porque seguiremos echando lengua, en este mi tercer tiempo.

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3 COMENTARIOS

  1. Me deja perplejo y desconcertado ya que dada nuestra amistad desconocía por completo ese amargo episodio, felicitaciones y gracias por el concejo

  2. Gracias a Dios y a los Urologos que hay en nuetro pais; que hacen su trabajo con alma, vida y corazón cómo es el Doctor Cesar Andrade; hace 14 años le hizo la cirugía de prostata por laparoscopia a mi.Padre y hoy dia esta súper bien a sus 82 años Infinitas gracias Doctor Andrade y que Dios continiue Bendiciendo tan maravillosa Labor

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