La tortura de siempre

Foto | Hisrael garzonroa - EL DIARIO
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Por | Luis Heriberto Bohórquez / @luchocalidad

Ingeniero de Vías y Transportes, egresado de la UPTC oriundo de Garagoa. Catedrático universitario, especialista en calidad de materiales y producción industrial de concretos. Foto: Archivo personal

En día pasados, una exministra de Estado expresaba en su columna de opinión el malestar por las excesivas demoras en un viaje entre Bogotá y Girardot.

Similar descontento, expresaban los usuarios de la vía que conduce de la capital hacia la región del Tequendama donde está Anapoima. Girardot reconocido por ubicarse en una de las rutas de mayor impacto en la economía del país y ser concurrido destino turístico, y Anapoima privilegiada por la categoría que le imprime ser lugar de descanso de una buena parte de la clase dirigente del país.

A ambas se llega por vía concesionada, la primera en proceso de ampliación y la segunda al borde de superar su capacidad. Pues si por allá llueve por acá no escampa.

Este preámbulo para que no me digan luego, mal de muchos es consuelo de tontos, porque finalmente lo de ellos es pasajero ya que cuentan con lo fundamental para resolver los problemas: dinero y poder y los hacen funcionar.

En cambio, por el Valle de Tenza, hay algo de plata que por su ‘iter ad eam’ sólo produce inflación exagerada y poco poder, pero que en resumidas cuentas de nada sirven. Parodiando a la exministra, nuestra tortura sigue siendo viajar en la ruta Las Juntas – Garagoa – Tunja, especialmente en el trayecto entre Chinavita y Tibaná.

Aquí hay una curiosa coincidencia: los sitios mencionados en el trayecto hacia la capital de Boyacá, en los últimos 25 años han contado con representación en el Congreso Nacional y a pesar de ello la vía aún no está terminada.

Mientras en Cundinamarca la tortura en la Vía 40 Express y en DEVISAB es pasajera, en nuestra Conexión Suroriental es eterna. Luego del estruendoso fracaso de la inversión de los 18.000 millones, producto de un abono a los derechos legales de la región por la venta de la Central Hidroeléctrica de Chivor, entre otras cosas por el escandaloso 35 por ciento de AUI de los contratos; la vía ha sido objeto de tímidas, quizás bien intencionadas, pero posiblemente mal planificadas intervenciones, eso sí, con cuantiosos recursos.

El paso por las areneras de Sisa y el reciente colapso del puente sobre la quebrada El Bosque en el cruce hacía Úmbita, así como los problemas geotécnicos de la zona, siguen siendo críticos en el trazado de la carretera.

Ante esto, el Valle de Tenza requiere que su dirigencia política se apersone del problema, justificando ante las instancias a que haya lugar, la necesidad histórica y socioeconómica de mejorar definitivamente esta carretera, con base en estudios y cifras que argumenten nuestro clamor, porque eso solamente a punta de negociar sus votos en el Congreso o la Asamblea parece que ya no funciona. Hay que poner a producir los equipos económicos de congresistas y diputados y por ahí a uno que otro burócrata.

Hace poco, el Departamento Nacional de Planeación anunciaba inversiones cercanas a veinte billones de pesos para Boyacá, en cumplimiento del denominado Plan Plurianual de Inversiones y por lo tanto esperamos qué, de una vez por todas, la Conexión Suroriental se incluya en este paquete de obras, con todo lo que ello implique, incluyendo de ser necesario el pago de peajes, para garantizar la operación y mantenimiento del corredor.

Nuestro rezago regional en gran parte se debe a ese “no pensar en grande”, siempre inmersos en conflictos minúsculos e individuales, dejando de lado el interés colectivo, donde el común denominador es atajar el desarrollo para que el vecino no se beneficie de ello. Perdamos el miedo a sacrificar algo de recursos, permitiendo el desarrollo sostenible, lo cual no sólo es responsabilidad de quienes fungen como líderes, sino también de nosotros mismos.

Los problemas regionales no se reducen solamente a las vías, el sistema público de atención en salud sigue siendo precario, la educación continua en un profundo letargo sin que su calidad mejore; el campesinado valletenzano sólo se busca en épocas electorales y lo peor de todo: avanzamos rápidamente hacia la cultura postmoderna del subsidio, como solución a las necesidades primarias.

Si de verdad queremos ‘vivir sabroso’, generemos opciones de desarrollo que conduzcan a disminuir la pobreza, producto del desarrollo económico y sin menospreciar a la empresa privada como motor de riqueza y progreso. #ValleDeTenzaProgresando

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