Falleció Gumercindo Gómez Caro, propietario de Colchones ElDorado

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El empresario, creador de la fábrica de colchones más importante del país, inició su empresa con un capital de 35 pesos, en un taller de Bogotá. Había nacido en Ciénega, en la provincia de Márquez y creó un emporio que hoy cuenta con 49 locales, 230 empleados y planes de expansión internacional.

Quizás todos los colombianos han escuchado alguna vez de colchones Eldorado, pero lo que pocos saben es que el creador y propietario de esa marca fue un humilde trabajador oriundo de Ciénega, en la provincia de Márquez en Boyacá.

Siete meses antes de nacer, el padre de Gumercindo Gómez Caro fue asesinado. Su mamá, analfabeta y pobre, tuvo que ver por él.
Sin embargo, desde muy niño Gumercindo se puso a trabajar. Fue ayudante de panadería, carpintería, tapicería, aprendió a hacer colchones y desarrolló esta profesión hasta crear Colchones Eldorado, que es considerada líder en el ramo a nivel nacional.

En 1996 el periodista duitamense Holman Morales publicó el libro ‘A puro pulso’, en el que contó aspectos de la vida de don Gumercindo Gómez y de varios importantes emprendedores del país, entre ellos varios boyacenses.

En uno de sus apartes, don Gumercindo se refirió a su natal Ciénega y contó:

“…Ahí desperté al mundo, al lado de mi viejita ignorante, que le tocaba bandearse la vida en el campo. Conseguía finquitas, criaba gallinas, vendía huevos, de la pasaba de Ciénaga a Ramiriquí y las veredas de los alrededores haciendo pequeños negocios y cositas, !mi pobre madre , los dos solos. Así empezó mi vida, que fue supremamente hermosa. Viví esos años, de juventud entre el aire puro, el amanecer limpio, rodeado de naturaleza fragante y frondosa, con buena comida, nutritiva, variada, y con los años tuve el afecto de tres tíos que eran como potentados locales, quienes me empezaron a proteger y a querer mucho”, relata don Gumercindo.

Sobre primera visita a Tunja, por allá en 1946, el propietario de Colchones Eldorado dijo…” las mujeres llevan faldas largas, casi todo el mundo se conoce y saluda, los políticos se reúnen en la Plaza de Bolívar y los campesinos se echan la bendición a la hora del ángelus, son devotos de la Virgen de Chiquinquirá y de la Virgen del Carmen, y van a misa todos los domingos. Lo mejor para un boyacense es ser empleado del gobierno departamental, en lo que sea. Ser miembro de la burocracia local le da importancia, así se quede ahí toda la vida y después pase una vejez apretada por depender de una pensión miserable”.

En Bogotá a don Gumercindo le dio por aprender pintar muebles, oficio que lo mantenía muy sucio, porque los pintores siempre andan untados de laca, de tapón, de muchos productos. Hasta que empezó a ver que el tapicero llegaba elegante, bien vestido, peinado, de corbata, zapatos lustrados, pendía su saco de una puntilla, se ponía el overol, trabajaba, cuando terminaba se lavaba las manos, se quitaba el overol, tomaba su saco y se iba impecable a casa, como había llegado. Empezó a mirar a los tapiceros con admiración sacra Se sentaba en los momentos libres a mirar lo que hacían, como cortaban la tela, ponían los resortes, le echaban paja de relleno, cubrían el mueble.

asta que consiguió hacerse tapicero, por una razón tan simple como que le gustaba vestir bien, llevar camisas McGregor, sentirse persona decente, así tuviera que ser tapicero, reemplazar a un pintor que faltaba al trabajo, seguir cargando madera, ser todero.

Después se independizó y comenzó haciendo él solo un colchoncito a la semana. La empresa que don Gumercindo deja es hoy una de las más reconocidas en el ramo de los colchones.

Colchones El Dorado cuenta con 49 locales, 230 empleados y planes de expansión internacional.

Don Gumercindo, que iba a cumplir 86 años, dijo en una entrevista para el periódico La República, que una de las claves para triunfar en la vida es soñar y enamorarse del trabajo.

“Se debe pensar en grande, saber qué se quiere, analizar las posibilidades donde podría ganar ventajas y sobre esa idea empezar a trabajar”, dijo.

El creador de la compañía de colchones también dejó dos grandes lecciones como legado: entender al ser humano como activo principal y persistir frente a las dificultades. Frente al primer postulado, el referente empresarial mencionó que cuando se ha avanzado, y se tiene una base estructural, teórica, y se sabe qué se va a ofrecer en el mercado, un nuevo empresario debe entender que sus empleados son lo más importante. «Si ellos están felices y satisfechos tanto la producción, como la venta y demás eslabones del negocio serán exitosos», puntualizó en aquel entonces.

Referente al segundo punto, Gómez dejó en claro que las variables tributarias, las altas tasas de cambio, el decrecimiento de la economía y otras dificultades deben hacer que la empresa sea más fuerte.

«Al momento de crear empresa hay situaciones en las que la idea de rendirse parecerá la opción más viable», afirmó y resaltó que cuando realmente se está decidido y convencido de lo que producirá para la sociedad, las dificultades harán que la compañía despegue.

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