El Quijote, Fausto y el Prostático

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Por: Silvio E. Avendaño C.

juan-gastelum-punkEn un lugar de la mancha de desperdicios de petróleo, basuras y, desechos plásticos, cabalga don Quijote, que se ha escapado de una elegante y cómoda clínica de reposo. Para tranquilidad de los psiquiatras jíbaros no tiene parientes, pues la disolución de la familia ha lanzado por el mundo a la sobrina, convertida en una solterona de senos de silicona y caderas sexiplex. Por más diasepán y mayéctil que le aplicaron a Don Quijote, enfermeras de brazos de atletas y rostros fríos, no lograron volverlo a la cordura de la sociedad globalizada. Don Quijote, por los chiqueros de jingles, horóscopos, avisos limitados,  vino a dar en el más extraño pensamiento que, jamás dio loco alguno, que fue volver a la edad de oro, la que cultivaba la lealtad y el bien, sin autoridad ni propia iniciativa, sin ley. Cuando no existía el castigo y el miedo, ni se leían amenazas en tablas de bronce ni suplicante la gente tenía el rostro de su juez, sino que sin autoridad vivían juntos. Había que hacerse caballero, porque después de aquella edad dorada vino la edad de plata y luego la degeneración de las generaciones, más cruel en el carácter y más dispuesta a las terribles armas. Irrumpieron en esta edad de peor metal crímenes de todo tipo, y huyeron el pudor, la verdad y la lealtad; y en su lugar penetraron los engaños, los fraudes, las insidias, la violencia y el deseo criminal de poseer. Había que hacerse caballero para el aumento de la honra como para servicio de la república, hacerse caballero andante, a buscar las aventuras y, a ejercitarse en todo aquello que él había leído, para desfacer todo género de agravios y entuertos  –como si la justicia interesara- y poniéndose en ocasiones en peligros por los caminos de camioneros, motos y de locos al volante. El caballero pretende la virtud, es decir la voluntad de universalidad, ejemplaridad y excelencia, en la pancarta del neoliberalismo, del éxito y el dinero como únicos valores. Las armas y rocinante resultan risibles, dado la modernos artefactos como los drones y el ciberespionaje.

El Quijote está loco no porque se le haya descompuesto el cerebro, sino porque en la lontananza del presente, de “ama a tu prójimo y consúmelo como a una cerveza bien helada”

Para los quijotes la edad de oro se encuentra en el pasado. Sienten nostalgia pues consideran que en el pasado se realizó la virtud. La conciencia quijotesca, en el anacronismo, vaga en el horizonte de la apertura de mercados y el mercado del voto. El mundo en que respira el caballero es un universo, en el cual nadie tiene convicciones, tampoco responsabilidad, como se puede  ver en: “Todo se hizo a mis espaldas”, “Yo no sabía”, “Me autoengañé”. El Quijote está loco no porque se le haya descompuesto el cerebro, sino porque en la lontananza del presente, de “ama a tu prójimo y consúmelo como a una cerveza bien helada”,  la virtud no interesa, tampoco volver al pasado, pues se vive en el fin de la historia, cuando la democracia es el menor de los males. No hay lugar para la nostalgia y, el Quijote dejará tales aspiraciones con una terapia: submarino y picana.

Más vale considerar la metamorfosis del “clavado”: Fausto. Durante años ha sido un ratón de biblioteca: “física, metafísica, derecho, medicina después, y teología. También, ¡ay. Dios! por mi desgracia, todo, todo lo escudriñé con ansia viva, y hoy, ¡ pobre loco de infeliz mollera! ¿Qué es lo que sé? Lo mismo que sabía. ¡Sólo pude aprender que no sé nada, y el alma en la contienda está rendida! Bachiller o doctor, seglar o preste, nadie en títulos y cartones iguala con la mía; ni escrúpulo ni duda me atormentan: ni demonio ni infierno me intimidan; y así de sombras y de espantos libre, huyó todo el encanto de mi vida. Al hombre inútil; para el bien estéril, nada puedo enseñar que de algo sirva, y sin caudal, ni crédito, ni honores, vida arrastro que un can despreciaría. Me dedicaré a la magia. ¡OH, si pudiera el vigor del espíritu, que anima al verbo humano, la secreta clave”.

El estudio de la naturaleza y de la sociedad lo lleva a no encontrar sentido y, la única salida que se le ocurre es el suicidio, porque ha leído a Camus. Pero cuando va a dar fin a su vida escucha las campanas del domingo de resurrección de  Mefistófeles. Sale del apartaestudio y se mezcla con la juventud que viaja en el tren del capitalismo. La vida erótica es el nuevo sendero. El encuentro con Margarita es una aventura. Con una muchacha pobre se enreda en el placer, hasta que la deja embarazada, por no utilizar anticonceptivos, porque cree en el método del Hoyno y, porque ella desconoce la verdad de Perogrullo: “Oh María, tú que concebiste sin pecar, hazme a mí pecar sin concebir”. Fausto la abandona y, ella deja el crio a la abuela.

Fausto canta el bolero: “No me vuelvo a enamorar / enamorarme para qué”.

Fausto canta el bolero: “No me vuelvo a enamorar / enamorarme para qué”. Se convierte en hombre de negocios, rodeado por guardaespaldas y vehículo blindado. “Un desarrollo ilimitado y grandioso de las fuerzas productivas hará que la revolución política resulte superflua”. Utilizará todos los medios posibles para hacer de los cerdos manteca y de los hombres dinero. Fausto busca explotar la propiedad de Filemón y Baucis, los viejitos que  viven en un jardín rodeados de tilos, pero en el subsuelo hay una mina de un metal precioso. Sin escrúpulos Fausto consigue la desaparición y expropiación, según las leyes de la Nación. Con los años, el capital, no paga impuestos, no aparece en la declaración de renta, porque vuela hacia los paraísos fiscales: Islas Caimán, Suiza o Panamá, Mientras él, retirado de los negocios, en bermudas, yace en la playa de whisky, rodeado de 90-60-90, porque para el buey viejo el pasto verde. Si el hijo de Fausto llega a heredar, a lo largo de su existencia no trabajaría, mientras los obreros pensaran que para ellos es el paraíso en el otro mundo.

Cantará: “Arriba los pobres del mundo /de pie los esclavos sin pan/ y gritemos todos unidos ¡Viva la Internacional!”, luciendo la camiseta con el estampado del Che Guevara.

Y el último, a semejanza de Karl Moor, el antihéroe de Los bandidos, pieza teatral de Federico Schiller, un joven pequeñoburgués, calavera, vive como un  libertino. “No quiero ni pensarlo: ¡Tener que someter mi cuerpo y mi voluntad a las leyes! ¡Maldita sea la existencia, que me condena a vivir en una sociedad autoritaria! No se trata del personaje que ante el presente busca refugiarse y restaurar los valores, tampoco de la transfiguración de Fausto, sino del paso del conocimiento al desarrollismo. El pequeño burgués descubre que él es un anarquista, porque no está de acuerdo ni  con  la autoridad ni con  la  obediencia. Lee  y recita: «¿Tenéis alguna idea feliz? comunicadla rápidamente a vuestros conciudadanos. Luego, ¡manos a la obra! Pero trabajad sin pedir nada al gobierno, sin atacarlo. Es una locura y una injusticia atacar las murallas de la autoridad con vuestro cencerro democrático y social” Por eso se rebela. Luego, hacia los veinticinco abriles, repetirá “La historia no es otra cosa que la lucha de clases, con la lectura de El manifiesto, escrita por su tocayo, Carlitos. Con los obreros, explotados, los proletarios participará en las manifestaciones del Primero de Mayó. Cantará: “Arriba los pobres del mundo /de pie los esclavos sin pan/ y gritemos todos unidos ¡Viva la Internacional!”, luciendo la camiseta con el estampado del Che Guevara. Pero las primeras canas llevan a “la profunda convicción que el comunismo está centrado en el poder, y lo que quiere su corazón es una sociedad socialista”. Para ello aspira a ocho horas de trabajo, ocho horas de estudio y ocho de descanso. Más la dinámica de las ideas, la superación de las contradicciones, lo llevan a admirar la declaración de los derechos del hombre y de ciudadano, porque hay que defender no tanto  la igualdad,  la libertad, la propiedad si no la seguridad. Más al tratar de imponer al mundo los ideales de liberalismo se convence de las razones de aquellos que no sólo analizaron y cuestionaron los ideales de la libertad y el individualismo.  Con la edad cae en la mejor postura que es. “El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como económico”. Entonces ha llegado a la crisis de la  próstata,  Llama a los smad, para que despejen la vía, pues: “Hay disturbios, unos estudiantes despistados que no respetan la autoridad ni la obediencia, no  permiten la libre circulación de mi  vehículo.”

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