Adicción a la mentira [elecciones 2019-1]

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Por: Carlos Castillo Quintero

  1. Hoyo negro de las urnas

El domingo 27 de octubre de 2019 se cumplirá en Colombia una nueva cita electoral en la cual se elegirán alcaldes, gobernadores, diputados, concejales y ediles. Las elecciones, en teoría, son la manifestación de la Democracia en donde el pueblo soberano elige a sus gobernantes. En la práctica es la oportunidad para que la corruptela electoral muestre sus garras y amañe los resultados a su favor. Estas gentes, sin moral ni principios, que solo cuidan sus intereses particulares y dejan de lado el bien común, han sumido al país en la pobreza con la complicidad de quienes votan por ellos y, también, con la de quienes no votan por nadie, es decir la abstinencia que tradicionalmente en Colombia alcanza niveles superiores al 55%; en otras palabras: más de la mitad de los colombianos no toman partido frente a quién los va a gobernar, permitiendo que los que tienen la política como negocio detenten los cargos de poder, apalancados por sus votantes que en muchas ocasiones llegan a las urnas sin tener plena conciencia de las repercusiones que tiene su voto. Así, las urnas se convierten en un abismo, en un hoyo negro que se traga el futuro.

Lo cierto es que, en la Democracia, el poder está realmente en quien elige y no en quien propone su nombre para un cargo de elección popular. Lo anterior es cierto hasta las 4:00 p.m. del día de las elecciones. Ya cuando el candidato es elegido se convierte en gobernante, detenta el poder, y ahí termina la soberanía del pueblo que pasa a ser un sujeto pasivo en la toma de decisiones que afectan su vida y la de su familia. Cuestiones como el acceso a la salud, la calidad de la educación, la protección a la niñez y la juventud, las inversiones en infraestructura, la protección del medio ambiente, el apoyo al deporte y la cultura, entre otros temas fundamentales, se deciden en las urnas: ese es el valor y la importancia de un voto.

2. El abuelo sigue llorando

Arnulfo Briceño, quien además de compositor e intérprete era abogado y pedagogo, compuso hacia 1973 un bambuco que Silva y Villalba hicieron famoso: A quien engañas abuelo, tema representativo de la música andina colombiana. Dicen algunos versos de esta canción:

Aparecen en elecciones unos que llaman caudillos,
que andan prometiendo escuelas y puentes donde no hay ríos
y al alma del campesino llega el color partidizo,
entonces aprende a odiar hasta a quien fue su vecino,
todo por esos malditos politiqueros de oficio.

Hacia mediados de la década de los 80’s este tema sonaba en los salones y clubes sociales de pueblos y ciudades, caricaturizando la realidad de un país sumido en la violencia. Es posible que este bambuco ya no suene con la misma frecuencia que antes, pero lo que critica sigue ahí y puede resumirse en una sola palabra: corrupción.

Sin ir muy lejos, en la Provincia del Lengupá, durante más de medio siglo se viene construyendo la Transversal de Boyacá, vía que durante muchos años fue conocida como la “carretera del Progreso” y que hoy, con significativas mejoras, aún tiene tramos en condiciones deplorables que impiden el desarrollo económico y ponen en riesgo la vida de quienes transitan por allí (Ver: Lengupá: una segunda oportunidad sobre la tierra). Seguramente, ahora que se avecinan las elecciones el asunto de la carretera volverá a estar en las agendas de los candidatos de esta región. Igual sucede en otras regiones del país con puentes, colegios, hospitales y otras promesas de inversión que solamente existen en época de elecciones y que después se olvidan.

Pasan los años y los abuelos mueren en el abandono (aún con la ilusión de pensionarse), cambian los votantes, se renuevan algunas banderas de campaña (igualdad de género, reversión del cambio climático, no fracking, etc.) pero, en la práctica, todo sigue igual: candidatos que conducen a las urnas a unos votantes adictos a la mentira que cambian su voto por la promesa de un contrato, un empleo y, en el peor de los casos, por unas tejas o un tamal. Sería injusto, desde luego, generalizar. En esto, como en todo, hay excepciones pero lo que muestra la realidad del país y sus gobernantes no deja camino al optimismo.

Se avecinan las elecciones y de momento el poder está en el pueblo, en los votantes. También hay tiempo para que ciudadanos honrados presenten su nombre como candidatos y de una vez por todas generen los cambios que se requieren y remplacen en estas instancias a esos malditos politiqueros de oficio.

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