Batalla del Puente de Boyacá, tercera parte

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La primera la conocen, la segunda es la jurídica…

La cita es en el norte de Tunja, en el barrio Muiscas. El punto de encuentro es en la tradicional esquina del supermercado con nombre de capital de Egipto o municipio colombiano; ahí se encuentra el hombre que peleó la reciente batalla en el puente de Boyacá, Julio Ernesto Gómez, el predicador de la cátedra de historia, la que los edecanes de la minga o estudiantes rechazaron a empujones.

La mañana es fría y el comercio no da espera, el barrio es muy activo. El olor del pan y el café de la panadería invitan a seguir y el profesor Julio se acomoda y pide una agüita. Hay postres con leche en la vitrina, hay tortas, pan viejo, y adornos con pastillaje.

Desde niño Julio Ernesto ha vivido en Tunja. Estudio en el colegio Silvino y adelanto estudios de comunicación social en la Universidad de Boyacá. Lugar en donde confirmó que su curiosidad por la historia sería la línea que debería seguir de ahí en adelante. Un curioso que sabía que la historia no era como se la habían enseñado, esa que pinta a unos como malos que se robaron el oro y unos poquitos indefensos que se quedaron con el barrito moldeado. 

El profesor Julio es autodidacta. Estudió por su cuenta la historia, y como pretexto para enseñarla, se especializó como guía de turismo. El profesor ha sido fiel defensor de los académicos que menciona, habla de la leyenda negra y la leyenda blanca, habla del imperio español y sus territorios conquistados y también habla de la época de la independencia. En medio de sus relatos, su mirada decae y menciona el daño que se hizo a la educación en el gobierno de Belisario Betancur cuando se retiraron las clases de historia, y que han sido muchos los esfuerzos de los académicos en hacer que se retomen.

El profesor Julio recibe turistas de varias partes del país. En estos encuentros, él es guía de la historia y de los caminos que la cuentan, es guía en los museos, monumento, pueblos y ciudades de Boyacá. Él los recibe y les cuenta la historia que tanto ha estudiado, responde a los niños y a sus padres con detalle las dudas que tienen, les hace actividades, les da onces y los lleva de nuevo al bus y este a su destino.

El pasado 19 de junio, en tiempos de paros y manifestaciones en todo el país, el profesor salió de su casa como normalmente hace para ganarse el sustento. Se trasladaba en dirección al monumento del Puente de Boyacá, listo para dar su clase magistral. Al mismo tiempo, había un grupo de turistas que muy escoltados pasaban por Tunja en una chiva con bombos y platillos, los turistas hicieron el recorrido por la Plaza de Bolívar para tomarse fotos y reconocer monumentos. A estos turistas se les unieron estudiantes de universidad y algún ciudadano o político de ruana para tomarse la foto con ellos.

La ruta de los turistas culminaba en Bogotá. Pero en el camino, naturalmente se cruzaron con aquel campo en donde se libró la batalla que definió la independencia en 1819. Este campo de batalla, transformado a monumento. Un río que divide el campo y un puente que lo une, un piso de lajas y hermosas estatuas de bronce que ocupan lugares representativos y que conmemoran aquella historia.

El profesor Julio estaba ubicado en la parte alta del campo de batalla al lado norte del puente. Vio que llegaban los intrépidos y carismáticos turistas que se abalanzaban en contra del hombre de las leyes, como si este, ahí quieto atentara contra las filosofías ancestrales.

El reducido grupo de turistas que visitaban el monumento aquel día, era parte de la minga indígena. El profesor dice que eran jóvenes hijos y nietos de indígenas.

Una minga que desde el Cauca hizo una caravana con destino a la capital del país y que fue bien recibida en varios pueblos y ciudades entre esos la capital del departamento. Venían a adelantar conversaciones con los boyacenses, a hacer pactos por la vida, a defender el territorio colombiano y librar la madre tierra de cualquier proyecto de muerte contra la madre naturaleza, o así lo expreso Yule Zape en entrevista para un medio local. Fortalecer la democracia, defenderla, para entendernos en el marco de la diversidad cultural, en el marco de la legalidad, en el marco de la norma hacer valer nuestros derechos.

Tanto así, que la mejor forma de hablar, fue la que se evidenció en los videos que se filtraron en internet. La charla de quienes acompañaban la minga, fue interrumpida por el profesor Julio Ernesto, al no dejar que se subieran al monumento del General Santander, en tiempos en donde los indígenas, entre otros, ahogan del cuello a las estatuas con cuerdas y las tiran de sus pedestales porque representan a alguien que no hizo nada por ellos o por nadie.

Ese día quedo grabado en videos que tomaron algunas personas con sus celulares y así mismo los compartieron en redes. Algunos medios locales también los replicaron.

El valiente profesor, un señor de 52 años, se enfrentó solo a más de treinta personas para no dejarlos subirse a la estatua. El profesor no quería permitir que se dañara el patrimonio, y ellos tampoco mostraron un modelo conversacional para dar a entender que no la querían tumbar.

El profesor dice que no fueron indígenas los que estaban en el alboroto, sino los estudiantes que llegaron a dañar cosas.

Esa batalla se evidenció por medio de los videos que algunas personas captaron con sus celulares y luego los compartieron en redes, algunas personas que acompañaban a la minga fueron los directos involucrados en los hechos, no tumbaron la estatua, pero si se subieron a izar la bandera de ellos. El profesor les gritaba y ellos le respondían. 15 minutos después, la minga y el combo que los acompañaba siguieron su camino a Bogotá.

Entonces los indígenas no hicieron nada, fueron los estudiantes que los acompañaban, en principio no querían tumbar la estatua, pero si izar la bandera indígena y todo para la foto y para que a los 15 minutos cogieran camino.

El profesor fue faltado al respeto, pero esto no le quita el ánimo de seguir trabajando como guía de turismo, haciendo lo que más le gusta, compartir la historia y deseando no volver a escuchar a un solo estudiante decir que no quiere escuchar historia.

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