Al paso de los medios de comunicación sin puntos aparte

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Por | Silvio E. Avendaño C. 

El día de mercado los campesinos llegaban con sus mulas al pueblo. Vendían los productos y caminaban a escuchar al señor cura, besar el escapulario y recibir la bendición. Y, un buen día los lugareños, en una de las esquinas de la plaza, escuchan a un hombre que lee en voz alta un periódico. En 1870, Dámaso Zapata lideró la escuela secularizada que se vino abajo porque perjudicaba los intereses de la iglesia. En tiempos de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, la ley de los caballos erige la censura de prensa y, da al traste con las publicaciones, que no seguían la línea correcta de la “prensa libre pero responsable”. Al final del siglo XIX la última contienda y la primera guerra del siglo XX, la de los Mil días y la pérdida de Panamá marcaban el fracaso, pero para tapar el fiasco, al celebrar el centenario de la independencia en 1910 se publica el Compendio de la historia de Colombia, de Henao y Arrubla, con el imprimatur, en otras palabras, la autorización de la Iglesia católica de que la obra es apta para los católicos.Pero para ventaja del analfabetismo, en 1923 o 1926, llegó el nuevo invento: la radio. Entonces no fue necesario que la gente se reuniera en la iglesia ni para la lectura de los periódicos. La voz de los políticos contra el liberalismo o las llamadas a la carga, de Jorge Eliécer Gaitán se escuchaban. Pronto se legisló que la radió no podía ser política, aunque verdad hay que decirlo que las noticias se acomodaban al decir de los partidos. Un cura (1947) se propuso alfabetizar a los campesinos con Radio Sutatenza, pero los analfabetos fueron ante los técnicos e hicieron posible que el receptor no solo sintonizase una emisora, sino que se explayara en la mareada radial. Por las radionovelas: El derecho de nacer y El ángel de la calle, se vertieron muchas lágrimas. Más se acercaba el tiempo glorioso cuando el General Gustavo Rojas Pinilla (apodado Gurropín al caer en desgracia) dio el golpe con la televisión en blanco y negro, con el paso de las telenovelas, a concursos y enlatados. Y la televisión que era estatal, saltó de blanco y negro al colorín colorado en 1979. Y entonces los telegrafistas y telégrafos   desaparecieron y el correo electrónico hizo entrada olímpica en 1993. Y con ello se abrió el ciberespacio, la novedad de Internet y las redes sociales que se extienden con el mercado y la continua torsión o distorsión de los hechos por los noticieros. Y así, hoy en día no se porta el escapulario como en otros tiempos, sino que se lleva el celular, el cual difunde la ideología de la democracia y la libertad mientras en el horizonte no hay necesidad del hombre crítico, que ponga en duda ni analice.

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