Usiacurí

Casa Museo Julio Flórez, Usuacuri
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Por | Julio Barón Ortega (Q.e.p.d) / Académico e historiador

Esta apacible y afortunada población costeña, situada a 38 Kilómetros de Barranquilla y equidistante a Cartagena, por su ambiente acogedor y su estructuración piramidal, da una sensación de Cielo y de Paz.

Sus gentes cordiales y laboriosas. Su área rural está conformada por fértiles tierras, cuyas sabanas típicamente tropicales, son ricas en ganadería y cultivos propios de su ambiente tropical.

En el poblado sus diminutas calles y plazoletas, se han ido colgando a manera de espiral por los flancos piramidales de su topografía, en cuyo vértice se levanta la iglesia parroquial, resaltada bella y caprichosa, en tinte azul. Esta atalaya de fe sobre el valle, pareciera una muralla protectora contra los contagios modernistas y bulliciosos de sus vecinas ciudades, para conservarle su ambiente soñador y bucólico, entre lo que fueran Los romances florecidos y las algazaras de sus cumbias regionales de hoy. No podía ser otro el lugar escogido por Don Julio, el bardo trota mundo y donjuanero, para reposar sus ímpetus y entregarle sus últimos 13 años a su esposa Petrona y a sus hijos.

Hoy el municipio ornamentado por sus hermosas artesanías de Iraca, lo alegra una bulliciosa juventud estudiantil, que se prepara en prestigioso Instituto de Bachillerato, gobierna sus destinos civiles el dinámico y popular Rafael Urueta C. y dirige la parte espiritual el sacerdote Álvaro Porto Pacheco.

Finalizamos este breve esbozo, resaltando su hermoso Himno Municipal, de cuya letra es autora la Hermana María C. Moreno A. dilecta hija de esta tierra; y su música inspiración del gran maestro del pentagrama, sacerdote jesuita Juan José Briceño Jáuregui.

En Usiacurí
Julio Flórez

Un inmenso arenal: dunas desiertas
Alzase allí, sinuosas, a millares;
Los árboles, sin nidos, sin cantares
Con las hojas raquíticas y yertas.
Sólo las golondrinas sus alertas
Dan al marcharse a sus antiguos lares,
Lejos del sitio aquel, donde los mares
Dejaron al azar sus conchas muertas.
Las brisas al pasar, su soplo débil
Dan a una flor pequeña y delicada
Que al suelo inclina su corona débil
Y que suelo llamar “La Flor del Muerto”
Que se parece a ti, niña dorada,
Flor de mi triste corazón desierto.

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