¿Todos somos corruptos? ¿Así votamos?

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Por | Gonzalo J. Bohórquez
En X (que para mí seguirá siendo Twitter): @GChalito

Gonzalo J. Bohórquez

¿No? Duro que a uno le pregunten eso verdad. Pues nos piden que votemos este domingo correctamente. ¿Qué “hijuemadre” significa ‘votar correctamente’? Son preguntas que rondan en mi mente hace mucho tiempo. Sonará feo, me tildarán de muchas cosas, pero en serio, ¿sumercé se considera corrupto?

Palabra bastante fuerte, ¿cierto? Comencemos, como dice un amigo, por el principio. Etimológicamente la palabra corrupto, según la Real Academia Española, RAE, significa que se deja o ha dejado sobornar, pervertir o viciar; dañado, perverso, torcido.

En otro diccionario de la Lengua Española, dice al pie de la letra: Adjetivo. Se aplica a las personas que cometen irregularidades o infringen la ley para obtener un beneficio particular.

Y démonos cuenta el ejemplo que da: Un político, un funcionario o un policía pueden ser corruptos al beneficiarse de su estatus de poder.

¿Y nosotros qué? El día que me preguntaron eso me escandalicé, me sentí avergonzado, señalado e indignado. Luego de todos esos sentimientos encontrados y de analizar por qué la persona que me lo preguntó lo hizo, me tomé la tarea de buscar, de pensar qué me quiso decir, pues fue alguien de confianza y seguro me pedía que mirara más allá. Y eso fue hace un buen tiempo, cuando trabajé para un ente descentralizado del gobierno departamental. Obviamente que estaba, entre otras tantas, “echando vainas”. Con cariño ni más faltaba.

Nos volvimos a encontrar como un mes más tarde. No pude evitar sonrojarme cuando le vi (es que yo sufro de buena circulación). Holaaa Chalito (así me dicen de cariño), entonces, ¿te quedaste bravo conmigo? Le dije no señor, solamente no supe qué contestar. Es un amigo, un ‘profe’ que me tutea.

Ven y nos tomamos un tinto. A quién le dijo, ¿tinto? Debo estar con un afán muy tremendo o en circunstancias extremas para negarme a ello. Listo sí señor, vamos. Tranquilo que solo te toma unos minutos, sé que eres una persona muy ocupada, añadió mi contertulio. Las ocupaciones eran mis obligaciones, en realidad no era que yo fuera el ocupado.

Me dijo: mira, te invito a pensarlo así: nosotros prácticamente somos corruptos desde que nacemos, lo llevamos dentro. Desde que nos separan del cordón umbilical y no queremos tal cosa. Le tememos a que nuestra progenitora nos deje. Y de ahí en adelante somos tan corruptos: aprendimos a decirle mamá con esos ojitos, con esa boquita, con esa dulzura, con esa carita. Y claro, la mamita cae. ¿Eso no es ser corrupto? Y de ahí analiza cada una de las acciones del ser humano cuando no le conviene algo, siente miedo, terror, se aferra. Qué asunto más delicado.

Juemadre, ¿de cuál fumaste viejo? Eso alcancé a pensar para mis adentros. Aquí no aspiro a dar cátedra de algo que no domino, ni parecer a favor o en contra de algo, de alguien o de un qué, o un porqué, ni para qué. Es un no rotundo. Simplemente es lo siguiente.

Queremos líderes que gobiernen nuestros destinos pulcros como… ¿Cómo quién a ver? Que lance la primera piedra el duro… mmm, quién sabe. Y me dio otro ejemplo, que a muchos no les gustará: ¿Quién no ha pedido que le ayuden a imprimir una hoja, un informe, en la oficina? Ahí los ve uno: algunos porque realmente no tienen el dinero, otros por afán, porque les parece fácil, y otros porque sí, porque ellos no van a gastar. Pues mi querido Chalo, eso también es corrupción. Los computadores, la impresora y el papel son de determinada área y no deberían ser para uso personal. ¿O sí?

Miércoles. De verdad pa’ Dios, como en alguna película: si hermano, ¡fúmate otro! Así como me dejaron a mí la tarea yo se las dejo a ustedes. Es para ponerle lupa. Y duele. Obvio, no se asemejaría con temas que nos opacan en esta sociedad como el soborno, el desfalco o malversación y la extorsión. Todos tan graves, según me explicaba mi amigo, como lo que estamos revisando.

¿Cómo van a compararse? Pensé. Sin preguntarle me lo respondió: de esos pequeños actos nacen los grandes hechos de corrupción.

Sumercé que no le gusta hacer fila, que no respeta a quienes van adelante y gastaron su tiempo para poder cumplir con alguna obligación (como pagar un recibo), o para disfrutar de alguna actividad (partidos de fútbol, conciertos, qué sé yo…); aquellos del famoso “usted no sabe quién soy yo” que están mal acostumbrados a pasar por encima de quien sea y como sea. “Son unos pícaros”, diría mi abuelito si estuviera vivo. Yo les llamaría, como él también decía: ¡majaderos!

A quienes se les hace indiferente quedarse con 50 o 100 pesos que no les cobraron, “no sea bobo” te dicen mi estimado, y luego, los ves donde nunca te lo esperaste. Y allá ya no se hacen “los…” por 50 o por 100. Pues recordé un ‘mancito’ que en la universidad me pidió prestado mi vestido de paño. El único que tenía, que fue un regalo del alma. Yo, como idiota, se lo presté. Me lo robó… ¿o cómo se le llama cuando no te lo devuelven y se hacen los locos? Y un par de años más tarde supe que andaba en la política en su departamento natal. ¿En dónde? Eso no importa. Es solo un mal recuerdo. Solo que en esta conversación mi mente lo trajo a colación. Y también le presté los zapatos. El ‘pobrecito’ no tenía y era muy importante, era un favor casi que ‘caritativo’. Me vieron la cara. Ahora trato de administrarla un poco mejor.

Todo esto para qué. Únicamente para expresar que no esperemos a que todo nos lo den. Que claro, ni más esperaríamos, anhelamos que tengamos gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y demás que nos representen, que parece una utopía, pero que el corazón se les conduela y nos ayuden con la situación tan difícil que atraviesa nuestra región, nuestra gente, nuestras familias, nosotros mismos. Que nos den una mano… pero, así como se pide, que fue el mensaje final de mi queridísimo ‘parcero’ (porque nos hicimos ‘llaves’), hay que dar. Sobre todo, ejemplo. No siempre el camino más corto es el mejor y no siempre el más largo el más tortuoso.

Hay que tratar de ser mejores, de ayudar desde cada uno para que quienes ejercen el poder sientan ese compromiso que tanto soñamos. Para que puedan sentir las vivencias de cada quien, las necesidades del otro, de nuestros hermanos, de los ciudadanos. De aquellos de a pie, que la luchan día a día, que salen a trabajar así no tengan para el pan. Que lo dan todo. Que saldrán a votar.

¿Y qué creen? Un día, aquel caballero que me pidió prestado mi vestido me llamó. La vida le cambió. Me pidió perdón. Que estaba en una y no sé qué más situación. Yo no soy quién para hacerlo, eso se lo dejo a mi Dios. Y es a mi Diosito adicionalmente a quien me encomiendo, que me ilumine cada vez que actúo, que hablo, que pienso, que me muevo. Es a Él, a quien fuera de todo, como si no tuviera que hacer, que deberíamos rogarle para que días tan clave como este, 29 de octubre de 2023, sean para bien.

¿Corrupto yo? Trato por todos los medios de que no. En el fondo de mi corazón pienso que no lo soy. ¿Y sumercé? Como lo relató el maestro Nolan en su primera entrega de la trilogía con el señor Wayne, no es tan simple la naturaleza del bien y el mal.

“No es quien seas en tu interior, son tus actos los que te definen”. Qué vaina tan jodida. ¿Por qué de hablar de corrupción nos pasamos a esto? Pues qué casualidad tan brava que las elecciones sean a finales de octubre, cerca del 31. ¿Por qué caemos? Quizás en un sueño que se haga realidad, sea para volver a levantarnos. No he perdido la fe en mí, ni en ti. Y qué creen, al ‘man’ del vestido… ya le di mi corazón, yo no cargo con eso. Lo ofrecí a quien todo lo ve.

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