“Muchas gracias querido periodista”: ¡Eso ya no existe!

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Por | Gonzalo J. Bohórquez
En X (antes Twitter): @GChalito

Es lo más hermoso que me han dicho un par de veces. Claro, se escucha relativamente seguido, solo que tú sabes los «muchas gracias querido periodista» que vienen con esa dosis de máxima sinceridad, que no esperan ni esperaron nada a cambio.

En esta época en que nuestra profesión se ve tan amenazada, que las garantías son cada vez más escasas, que informar se ha vuelto un tema complejo y que infortunadamente se maneja a la ligera por quienes se lanzan «en manada» a tomarse la atribución de hacerlo solamente para facturar, es más enriquecedor ese agradecimiento en las ocasiones que viene de adentro.

Así como uno se percata de ello, la gente se da cuenta de tu accionar en esas eventualidades en las que dejas tu sello. No todo es así, nosotros debemos ser honestos también. El día a día de ahora te obliga, te arrastra al facilismo. Pues a eso nos exponemos diariamente y luchamos en su contra. No fue lo que aprendí, ni en casa ni de mis maestros de vida.

La misma sociedad, que se queja tanto de algunos medios y de nosotros mismos, de uno que otro colega y que te vive poniendo en la lupa (a nivel local, regional y nacional) es la que se ha encargado de que sea de esa manera. El sensacionalismo para mí proviene del ‘chismenalismo’ (término que me he inventado) creado por quienes gustan de la desinformación y lo viral. Y que gozan al husmear en lo ajeno.

Prefieren lo rápido, venga como venga. No nos informamos, no investigamos, ni siquiera en muchos casos preguntamos. La gente no quiere leer. Aún de tal forma, somos atrevidos en juzgar a tal y por cual y ni por imaginación sabemos el porqué.

Pienso que todos tenemos una parte comprometida en lo que pasa. Dedicarse a esta bella labor se ha vuelto más que ‘quijotesco’. Es un riesgo. Y la comunidad no siempre ayuda.

Hay quienes sí dedican tiempo al goce de la lectura crítica y es ahí donde vengo al cuento. Por eso se nota quienes lo hacen y respetan y se respetan así mismos con lo que consumen. A ellos, les retribuimos: «muchas gracias queridos lectores». Tampoco somos infalibles.

¿Celebrar?

Pues entre los tantos mensajes que se acostumbran para esta fecha del 9 de febrero ‘Día del Periodista’, una colega manifestó: realmente hay muy poco que celebrar. Triste, duro, pero cierto. Nos quieren someter a tantas cosas que nos arrincona la necesidad versus la realidad.

Cómo es posible que un colega, sea del medio que sea y en la situación que sea, tenga miedo de hablar. Deba retractarse para evitar ser víctima de un sinfín de improperios y más preocupante, en algunos casos, de ser blanco de agresiones físicas, de que le hagan la vida imposible, de que sea todo un caos. Temer por su trabajo, su entorno e incluso hasta su integridad.

Sin querer ser fatalista (pero sucede), sin ir tan lejos (aunque ya sabemos casos que han estremecido a Colombia), el simple hecho de que te nieguen información; llámese entidad pública y/o privada, sus líderes, servidores o trabajadores. Pareciera de nunca terminar.

Así como hay “profesionales” que manchan nuestro quehacer, hay quienes se ensañan contra quienes buscamos ejercer dignamente el periodismo.

A veces sientes que quieres “tirar la toalla” y con esa misma te secas las lágrimas, te tapas la indignación, la mandas hacia arriba y sigues con convicción. Esto es de pasión, de amor, de querer estar, de saber en dónde y para qué se está.

De modo que, para resumir (son tantos aspectos que debatir, comentar y demás), me siento muy agradecido con los saludos que han llegado, eso te alienta, y con el corazón al cien para mejorar.

Necesitamos todos de todos. Para que podamos informar mejor, es imperioso un ambiente mejor. Obvio, la noticia es la noticia, hay infinidad de acontecimientos que no puedes cambiar y que quisieras no plasmar. Lo que sí se puede es encontrar un punto en el que el respeto prime, de aquí para allá, y de allá para acá.

El periodista no es enemigo de nadie. Me parece que se debe recordar, pues todo indica que se olvida, que nos dedicamos a informar. Bueno, en algunas oportunidades como en estas letras, a opinar. ‘Juemadre’ si cuesta que hagas eso, mis respetos a quienes se enfocan casi que en ello. Es como un deporte de alto riesgo, es extremo.

¿Cuál verdad?

Para terminar, seguro que varios me discutirán, en serio, es ‘pregunta seria’ como se diría viralmente, ¿qué es la verdad?

Etimológicamente es casi que para volverse loco si uno revisa palabra por palabra. Esa verdad que tanto defiende el gran maestro Juan Gossaín, a quien le profeso máximo respeto y admiración, y no soy quién probablemente para contradecirle, solo que me cuesta tanto encontrar eso, la verdad, que no es sencillo el tema, aunque parezca, y créanme que lo he consultado con compañeros de otros medios de comunicación y hasta con mis familiares y amigos. Lo que me sorprende es que casi todos responden tan parecido, que cómo se me ocurre, que el maestro sabe lo que dice (y no digo que así no lo sea), pero no apuntan a una respuesta clara.

¿No sabemos qué es la verdad? ¿La verdad de quién? Del vecino, del político, del asesor, del profesor, del estudiante, del comediante… todos creemos tener la verdad. Pues ante tanta verdad (qué vaina como tan subjetiva) yo prefiero tratar al máximo de ofrecer objetividad, ¿o uno puede dictaminar la verdad? Y si de ahí parte la ética, la responsabilidad social y un cúmulo de valores, qué nos queda, ¿cuáles valores? Los de la pauta será, porque de aquellos que nos inculcaron, prácticamente no importan nada. Ah, la pauta. Para qué hablar de ello. En otra oportunidad lo hacemos. Aclaro, nada tiene que ver una cosa con la otra, es solo un juego de palabras que se entremezclan. ¿Se sienten enredados? Pues imagínense para quienes vivimos de ello. Se habla mal de los medios y no conocemos.

También he estado desde otra orilla del charco, entre los mal denominados jefes de prensa o asesores de comunicaciones. Eso simplemente para decir que he tenido la posibilidad de analizar el oficio desde varias miradas. Y como tuve que decirle a un compañero hace un par de años que me ‘encasilló’, porque no conseguía un contrato supuestamente por mi negligencia (yo, ni ningún jefe de prensa da contratos): también sé perfectamente lo que es estar sin trabajo. Más de lo que muchos se imaginan y no por eso me desquito con quien quiero o como quiero. En el gremio también nos hace falta.

De ahí viene ese conflicto que vivimos entre periodistas y jefes de prensa. En muchas instituciones ni se comprende el tema, al común ni le interesa. La esencia es la misma, pero no es lo mismo trabajar en una entidad que en un periódico, emisora, televisión, etcétera.

Es muy amplio este asunto, que me atreveré a compararlo (por lo menos en lo que nos enrutamos en este artículo), de manera casi jocosa, con el colegio: es como esa chica inalcanzable de tu infancia o de la adolescencia. Entre más obstáculos encuentras, más te gusta. Lo importante diría este servidor, es no perder el rumbo, no caer en el apasionamiento y dejar huella como el maestro (Gossaín o quien más les guste). Por ello digo que eso ya no existe. De modo que juraría que no hay nada tan agradable y reconfortante como cuando te dicen: “muchas gracias señor periodista” y que con tu trabajo hayas podido ayudar en algo, a alguien. Esa sensación no tiene precio.

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