Los actos de fe de Luis Ospina

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Luis Ospina – Un cine de papel – Crítica – Editorial Planeta – 2023.

Durante los últimos años de su vida el cineasta Luis Ospina buscaba grabar películas sin tener que filmar. Así se lo confesó a su colega Jerónimo Atehortúa. Y anduvo en esa búsqueda cuando murió, el 27 de septiembre de 2019. Tenía setenta años de edad recién cumplidos.

Por | Darío Rodríguez
X | @etinEspartaego
thopos.wordpress.com

Dentro del mundo del cine Ospina había desempeñado casi todos los oficios, tal vez secundando la prescripción de su amigo Carlos Mayolo quien afirmó que un cineasta debe saber de todo, pues “el cine es el servicio militar de la poesía”. Dirigió, escribió, actuó, produjo un gran número de filmes. Creó un festival de cine y, sobre todo, fue un sabio maestro en el arte de la edición y el montaje.

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Este carisma para ordenar materiales e insuflarles vida o ponerlos a decir cosas nuevas resalta en Un cine de papel, su libro póstumo, organizado – si puede usarse esa palabra – por el realizador Rubén Mendoza, quizás el discípulo más talentoso de Ospina. Los lectores encuentran en el volumen una buena parte de los guiones (o de los planes escritos) concebidos por el director de Soplo de vida, desde el cortometraje con el que se graduó en UCLA hasta el libro cinematográfico entero de Pura Sangre (no sólo una de las mejores películas colombianas sino de la historia del cine mundial). Los “actos de fe”, como los denominaba el propio Ospina y los recuerda Mendoza: la redacción del guion, en preparación o espera devota de lo que algún día se materializaría en película. La confianza, también, en que el manuscrito ya era la película porque a través de él se creía en ella. Así mismo se pueden leer cartas, manifiestos, artículos y discursos que acompañan a sus memorables imágenes en movimiento. Siempre con férreas convicciones, que no cambiaron ni ante circunstancias adversas: la indagación en la memoria como respuesta a la muerte y a lo fatal, un sentido lúdico e irónico de los acontecimientos, cierta conciencia del retrato cinematográfico del artista (Andrés Caicedo, Lorenzo Jaramillo, Fernando Vallejo, Antonio María Valencia, Pedro Manrique Figueroa) como lúcido interlocutor de la sociedad.  Asistimos a la cocina más íntima de las películas. Del mismo modo, a una personal manera de observar la obra ajena. En este sentido Ospina nunca dejó de ser un cinéfilo voraz, con capacidad de convertir todos los elementos de lo real en materia fílmica. Así puede verse en la crónicas dedicadas a los legendarios Barbet Schroeder y Raúl Ruiz. También en los comentarios críticos para una exhibición de filmes que influyeron en su trabajo.

La publicación de Un cine de papel nos devuelve el espíritu de Ospina, ágil, vasto, interesado en el valor estético de o que la vida le iba entregando.  Se lo dice a un enfermo Lorenzo Jaramillo meses antes de iniciar la filmación de Nuestra película: “Lorenzo: Si yo supiera lo que vamos a hacer tal vez no te estaría escribiendo (…) Si hacemos un documental juntos es para conocernos. No se trata de volver el sujeto en un objeto, sino más bien de buscarle sus atributos. En mi caso, después de haber rechazado la ficción, he puesto mi fe en lo que no se ha revelado”.

Complemento inobjetable de sus películas, Un cine de papel es junto con Palabras al viento – Mis sobras completas, el testamento escrito de uno de nuestros más altos creadores cinematográficos. Y es susceptible de ser entendido, también, como una especia de manual para ver con más solidez cualquier producto fílmico.

Al final, meses antes de fallecer, Luis Ospina fue logrando su último propósito. Junto a Jerónimo Atehortúa armó una revisión, un collage con la totalidad de los archivos del cine mudo hecho en Colombia durante la primera mitad del siglo XX. Se titula Mudos testigos. Su película con material encontrado. La cinta que grabó sin necesidad de filmar. Viendo esa película y leyendo los textos del libro se comprueba que Luis Ospina continúa enseñando, iluminándonos. Es el destino de algunos artistas magnos: crear sin prisa ni pausa incluso después de morir. Aunque también es cierto que gente como Luis Ospina simplemente no muere.   

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