En La Independencia de Tunja se juega muy bien… ¡al billar!

Publicidad

Por | Gonzalo J. Bohórquez / @GChalito

Gonzalo J. Bohórquez

Y de vez en cuando uno que otro partido de fútbol. Seguro que los contados aficionados de los representativos profesionales del departamento dirán que “mando cáscara”, que este ‘loco’ de qué habla. Pues de eso, que en el estadio La Independencia de Tunja, desde el 2022, practican los mejores exponentes del billar en la región. Ya que, insisto, del deporte que más apasiona a las mayorías, muy poco.

Una cosa son las más recientes campañas que hicieron los equipos. Patriotas Boyacá que ganó el primer semestre del Torneo de Ascenso, es decir la B, que nos guste o no, todavía no quiere decir nada, “cero pollitos”, o bueno, un “cuarto de pollito”; y por el otro lado, un Chicó que trató hasta el último momento, metido en los ocho mejores de la Liga BetPlay Dimayor I-2023, de acceder a la final. Creo que era mucho pedir, llegaron muy lejos para mi gusto y lo que les alcancé a ver.

Triste que todo se haya opacado por “unas cuantas” que rondaron tanto a ‘Rojiverdes’ como a los ‘Ajedrezados’ fuera del campo de juego, y lo más lamentable, después de culminar cada uno su participación (en el contenido del periódico hablaremos de esto, aquí nos concentramos en lo propio). Y otra cosa muy diferente, es la historia, esa que nos hace ver como equipos chicos (aunque de eso ya no hay tanto) ante la mirada de la opinión pública y la prensa a nivel nacional. Más o menos, la purita verdad.

Comencemos por lo que planteo primero, en el título, el billar, que tiene excelentes exponentes en el registro de Boyacá (que infortunadamente en nuestro entorno, quiero decir en todo Colombia, no solo por aquí, tiene mala fama y se asocia como un ‘juego de vagos’, pero en realidad es un deporte). Hablamos de Diego Fabián López y Jorge Alberto Vargas, de Lila Avella y Gisell Monroy, Lina Nocua y Claudia González, así como de Mauricio Cuesta y Jhonny Peñaranda, quienes nos representarán este año en los Juegos Nacionales del Eje Cafetero.

Además de ellos también hay espacio, nuevamente, para las clases o entrenamientos con el ‘profe’ Julio Díaz, de martes a sábado, de 2:30 a 6:00 de la tarde, ahí en donde hablamos, en el estadio La Independencia de Tunja, en la parte baja costado nororiental. Sí, en serio, en el estadio. Lo digo así, pues fue una de las primeras reacciones que tuvo un amigo (y que tienen muchos) a quien le conté por estos días, ya que me preguntó de una, ¿billar en La Independencia?  

Sí, y no solo billaristas entrenan allí. Pero no nos salgamos del tema. Hay más de 250 deportistas actualmente en esta Liga, de ciudades como Tunja, Duitama, Paipa, Sogamoso y municipios cercanos como Ramiriquí, en masculino, femenino y sub-20, en las categorías en las que se juega esta bella disciplina deportiva, tres bandas, billar Pool o Bola 9 y carambola libre.

Sus integrantes están divididos en lo que se denomina la tercera fuerza, a quienes podríamos llamar jugadores amateurs o aficionados, que es un nivel básico (promedio -600); la segunda fuerza, de ascenso, nivel intermedio (promedio entre 600 y 1000); y la primera fuerza, élite o avanzado (promedio de 1000 hacia arriba), mejor dicho, ‘los duros’. Ahí debería estar yo. Mis amigos seguro que se sonreirán en esta parte. Después charlamos.

Para quienes no conocen mucho del asunto, ¿qué es eso del promedio? El promedio es el resultado del número de carambolas, dividido en el número de entradas que se jueguen en una partida, o de un ‘chico’ como se le llama.

Vale contar que la formación (las clases con el profe Julio) es, principalmente, para deportistas de categorías base, sub-18, y no tiene ningún costo. Claro que, si sumercé quiere ir, recibir una evaluación para saber cómo está y se anima, hágale.

Esta fundamentación ha llamado la atención en otros rincones fuera de la capital boyacense, y solo depende del interés de los clubes afiliados a la Liga de Billar de Boyacá, pues es de allí donde debe partir la iniciativa para el reclutamiento de talentos y que se pueda programar el instructor, que haya la gente suficiente, que cuenten con el aval del respectivo club, entre algunos requisitos, y listo.

Es importante saber que en el país no existe mucha gente capacitada para entrenar a los apasionados por el billar, por cuanto estas oportunidades son para aprovechar. Y qué más les cuento… que tenemos varios medallistas y que si, se lograra obtener más apoyo económico, tendríamos un número considerable de logros y casi que, sin dudarlo, campeón y campeona nacionales (para la actualidad me refiero). Y por qué no, influyentes en la esfera internacional.  

Así como un Dick Jaspers, campeón de la Unión Mundial de Billar, UMB; un Frédérick Caudron, campeón del mundo de la Professional Billiards Association, PBA, a quien le llaman ‘El extraterrestre’; o un Sehmi Sayginer (mi ídolo), quien ganó también hace algunos días en su estreno en la PBA en Corea, donde según él, “está el futuro del billar asociado”. Así, en grandes ligas podríamos estar.

Segurísimo que no es lo mismo, y ese no es el punto, un deporte individual que uno de conjunto. Tampoco lo es una liga que un club profesional. Solamente opino que con más “platica” para este lado, o para otros tantos, veríamos más lugares de privilegio, en las máximas justas deportivas del país, en las de América, Centroamericanos, Panamericanos, en fin… y no tanto sufrimiento con el balompié que representa a “la tierrita”.

En el año 2000 tuve la oportunidad de tomarme la foto, sin saber mucho, con ‘los duros’ del billar mundial. Foto | Archivo particular

Y vamos para allá… después de terminar de decir, o contar, que me encanta el billar, que debí “pararle más bolas” para jugarlo en serio. Pero ya sabemos, aquí no se vive de eso. En el exterior hay varios que sí. Y se preparan un año o un par de años solamente para una competencia. Algo así como los nacionales, en cuanto a preparación claro está.

Para ser más sincero todavía, creo que me quedó hasta grande esa vaina… ¿han oído hablar del sistema? Pues hay bastantes y hasta libros. Un día me prestaron uno. No pasé de la primera hoja. Qué vaina tan jodida. A mí me gusta es jugar. Como dijera un tío, a quien le llamaban ‘el 33’, pues esa fue su famosa serie (en tres bandas) entre quienes le conocieron en Sogamoso: “lo hago es por diversión”. Imagínense si él hubiera aceptado ser selección Boyacá y estar en la ‘tricolor’. Hay mucho talento afuera, quiero decir que no están metidos en el cuento, pues sencillamente se aburren, no es tan fácil como se podría llegar a pensar. Y un sinnúmero de ‘cracks’ que lo prefieren como distracción.

Ahora sí al fútbol…

Del taco a los guayos. Me di a la tarea de hablar con tres colegas que cubren fútbol profesional en el departamento, principalmente lo hicimos sobre Chicó, pues en el momento en el que hablamos no se veía tan cerca que Patriotas pasara a la final del Torneo, y les quiero compartir algunas conclusiones de esas productivas charlas.

Primero, que, en un común denominador, ellos, que saben y viven más de cerca el movimiento de los oncenos, ya que hacen transmisiones radiales, escriben, están ahí, ‘en la jugada’, en el estadio, con el cubrimiento periodístico específico, pues dan por salvada, por así decirlo, la participación de los dirigidos por el ‘profe’ Mario García en el primer semestre del campeonato. Y bueno, quién es uno para decir lo contrario, simplemente nos atrevemos a opinar.

Habría que adicionarle lo que muchos medios del país e incluso de afuera denominaron como un ‘campañón’, como le dicen ahora, al trabajo del mexicano y en general de los técnicos con sus nóminas y demás, ‘campañón’, ¿viste el campañón de tal…? No hay más palabras, ‘campañón’. El esfuerzo es plausible, solo que hay mucho más de fondo que me parece que no deja avanzar a lo futbolístico.

Obviamente, consulté por los jugadores, y teniendo en cuenta que es un conjunto armado con bajo presupuesto, destacaron lo realizado por el portero, Rogeiro Caicedo, a quien le atribuyen buena presencia y seguridad lo que generó confianza entre sus compañeros; del mismo modo, un cuadro defensivo que ya viene jugando hace tres años, los centrales de categoría, el venezolano Henry Plazas y la experiencia del veterano Elkin Mosquera, los laterales Eduar Banguero y Devin Alfonso; en  medio campo, el cabeza de área Frank Lozano, los extremos Kevin Londoño y Sebastián Támara, y un hombre que ha llegado para combinar la figura como lo ha sido Ángelo Peña; y adelante Romir Balanta (una de las figuras), Wilmar Cruz y Michael Gómez. En palabras resumidas, casi todo el equipo (los que jugaron la Liga I).

Y es ahí donde comprendo perfectamente la visión de mis colegas de que Chicó ha sido de oficio, sin grandes nombres, de familia deportiva. Más claro no puede estar, como dicen por ahí, cuando hay sed de triunfo se nota. Eso no pasa mucho con las ‘figuritas’ que acostumbran a pasar por el rentado nacional.

De ahí, pasemos a una de mis grandes frustraciones, que estoy prácticamente seguro de que es la de miles, y es que ni en Chicó ni en Patriotas Boyacá hay un número considerable, palpable, visible, que debería dominar, de boyacenses. Salvo algunas excepciones en divisiones menores, uno que otro administrativo, en fin (y si me equivoco, sería chévere conocer los nombres y sus ocupaciones en cada equipo).

En cuanto a los futbolistas recuerdo mucho algo que me decía un gran entrenador, no importa quién, lo que vale es el qué: “los jugadores de aquí (cuando él dirigía hace unos años), perdona que te lo diga, sé que eres de estos lados, pero los jugadores boyacenses son muy perezosos” … “hijuemadreee”, sí que me dolió… me dolió hasta el alma, en mi corazón, los primeros días no lo asimilaba, me dio rabia, impotencia que me dijeran eso… ¿y saben qué? Infortunadamente, esto me lo refutan demasiado, pero en un 70 a un 80 por ciento de los casos, es verdad. Triste, sí, pero es así. Más que perezosos, me imagino que fue el término que más se acoplaba para él, les falta constancia en mi parecer. Y que se les incentive (no lo digo solo yo), que se les dé más oportunidades. No voy a meter mucho las manos al fuego ahí, capaz que me toca sacar un contra artículo de opinión.  

Hay tanto por decir, charlamos tan bueno, a pesar del medio (fue por WhatsApp, pues el tiempo no da para tanto), con mis compañeros con quienes tenemos ese amor por el mundo del fútbol, que estas líneas no alcanzan. A don Ulises Ortega, don Fermín Montoya y Carlitos Bohórquez, mil y mil gracias por su tiempo, estén seguros de que abordaremos más a fondo otras temáticas de las que hablamos, y lo haré, de la misma manera, con otros periodistas para tener más opiniones, más puntos de vista, para que esto sea más que un artículo. A una querida amiga también, quien, en medio del agite en el que anda, me responde todo lo que yo friego. Y ojo, hago una salvedad, no quiere decir que ellos estén de acuerdo con lo que yo escriba, hasta ahora lo van a conocer, ni que yo comparta todo lo que ellos piensan, precisamente de eso se trata, de poder ser, en lo máximo, lo más objetivos posible.

Mientras tanto, continuaré dándole a la “escribición”, como le llamo jocosamente a este oficio que me brinda toda la felicidad del universo. Es mi gran amor. Perdóname mi vida, que me perdonen en mi familia, mis amigos y seres queridos, todos, porque me apasiona hacerlo.

También agradecerle inmensamente al presidente de la Liga de Billar, Camilo Arias, quien me ‘sopló’ todo. Yo solo lo he plasmado. Qué paciencia le ha tocado conmigo. Y me dijo algo, que debe saber a mí también me pasó: Gonzalo, el día que yo vi jugar al turco (Sayginer), en el coliseo de Tunja, en el año 1999, “me hizo enamorar del billar” … pues yo lo pude apreciar en el coliseo del Colegio de Sugamuxi (donde estudié tres años en Sogamoso, ya escribiré de esa parte de mi vida), en el 2000 (estuvimos cerca). Un parcero que quiero mucho me llevó. Solo que yo me refundí en ese mundo paralelo (además hay que hablar de ello) que dista de la magia que ofrece palpar una mesa de esas, pensar, analizar, mirar, preparar, y tacar.

Y que llegue el día en el que se llene el estadio más grande del país que tenemos en la capital boyacense (quienes se saben el chiste lo comprenderán), con banderas del uno o del otro, pero no de los otros. Con los colores de aquí, no los de allí o de allá. Ese día, podría pensar en guardar, por un buen tiempo, mi amada camiseta azul. Que ese sea nuestro ‘Grito de Independencia’, en La Independencia. Y que tengamos campeones, más que ilusiones.

¿Chico o partido? Digan a ver.

Publicidad

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.