El Día de los Idiomas

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Por | Álvaro Neil Franco Zambrano

Escritor y profesor Álvaro Neil. Foto | Archivo personal

El Quijote nos enseñó a mirar el lado oculto de la realidad, esa otra cara conocida en la infancia como imaginación. Para El Caballero de la Triste Figura, los molinos de viento son gigantes feroces a quienes hay que vencer en franca lid, tal vez porque se apoderaron de la producción del queso manchego y se lo estaban cobrando muy caro a los pobladores de esta región alucinante, o porque los peajes impuestos al paso de las nubes ya estaban muy altos y hasta los árboles de la llanura tenían que pagar por florecer y también por respirar.  Una bacía de afeitar es un Yelmo de Mambrino, es decir, una suerte de  sombrero con el ala rota que hacía invulnerable al caballero que lo portara y relumbraba con el sol despiadado de La Mancha. Ah, cómo no recordar al abuelo del poeta Jorge Boccanera, quien era peluquero y “Asentaba navajas en un listón de cuero, / porque era su trabajo arrancarle a los rostros/ sus animales muertos” (52). Dulcinea del Toboso, una campesina que salaba cerdos, se convirtió en una princesa a quien nuestro ingenioso hidalgo le dedicaba sus siniguales aventuras y cuyo amor persiguió sin fortuna por los caminos de la soledad y la locura. Locura rayana con la lucidez que valora en palabras de Gómez Jattin la entraña pensativa, el árbol que le crece en la boca y la sensibilidad dolorosa de los locos enamorados de la luna.  Mirada de niño que ve en una escoba de verbena un caballo, en un palo de guayabo una nave espacial.

También nos enseñó el sentido profundo  de la aventura. El cual consiste en excepcionalizar la cotidianidad, es decir, en hacer de cada día algo único e irrepetible. Sentido que defiende a los necesitados, siendo solidario con el dolor del otro e impartiendo justicia en el momento oportuno. Valores que prácticamente han desaparecido en las sociedades actuales. Aventuras que lo llevan a  recorrer el mundo para ampliar el horizonte de conocimientos y expectativas, sin perder de vista la condición humana. Aventuras que lo llevan a perder todas las batallas, pero no le impiden seguir persistiendo en su propósito de construir un mundo mejor. A este respecto el poeta manizaleño Edgar González escribió: “Todas las batallas son inútiles menos las del amor”.  Por eso Don Quijote tanto en el triunfo como en la derrota nunca olvida a su amada Dulcinea. A pesar de la lluvia de piedras que cae sobre su alma entristecida. “Con las piedras arrojadas/ contra mí/ he construido los muros/ de mi casa”, nos dejó dicho Anise Koltz. No se pierde ninguna batalla cuando se gana en el alma la belleza de un idioma que va por el mundo compartiendo su humor negro y su sabiduría: “el tal hombre jura que va a morir en la horca, y si muere en ella, juró verdad y por la ley puesta merece ser libre y que pase la puente” (939).

Permítaseme hablar del día de los idiomas porque el historiador moro Cide Hamete Benengeli fue el primer autor del manuscrito hallado por Cervantes, cuyo nombre corresponde al Quijote y fue por boca de los moros, específicamente de Los Omeyas, que la almojábana que preparan en Arcabuco y en Moniquirá le dio sabor a nuestro idioma, que conocimos las albercas donde se refresca la luna, que supimos de los aljibes donde nace la vida, que compartimos el agüita aromática de albahaca, que el álgebra se convirtió en el coco de los estudiantes de bachillerato y abrazamos en sueños la suavidad de las almohadas.

En el año 1492 la palabra canoa de origen taíno (indígenas que habitaron en el Alto Orinoco y las Antillas) ya navegaba en las páginas caudalosas del diccionario español de Antonio Nebrija.  El idioma Náhuatl de los aztecas aportó palabras como petate en el cual recostamos el cansancio que nos generan las labores cotidianas, el tomate que no puede faltar en ninguna ensalada, el chocolate que nos alegra el corazón y el aguacate  y el guacamole que acompañan los asados.

Es gracias a los Muiscas, quienes habitaron el altiplano cundiboyacense, que por las mañanas nos calentamos el alma con un rica changua, que nos ponemos el chingue para irnos de fiesta, que la jucha nos enrojece el alma cuando recogemos maíz, que nos deleitamos, en Runta o en el  barrio El Libertador, con un suculento cuchuco con espinazo de cerdo, servido en cazuelas de barro negro, que el cuba es la última semilla donde palpita nuestra sangre.

En Colombia, caracterizado por ser un país multicultural, existen 65 lenguas nativas en vía de extinción, habladas por casi un millón de personas, de las cuales tristemente no sabemos nada. ¿Cómo serán esos sonidos maravillosos que siguen nombrando los ríos que bajan de La Sierra Nevada de Santa Marta? El Guatapurí en cuyas aguas habitan  sirenas doradas por el sol de las leyendas, el Aracataca en cuyos huevos prehistóricos se posan las mariposas amarillas que nacen en Macondo. El poeta Fredy Chicangana, en su poema “De los ríos”, nos comparte la violencia, el aniquilamiento de la libertad de expresión  y la exclusión que le ha tocado vivir al pueblo Yanacona:

DE LOS RÍOS

Navegando sobre un río silencioso
dijo un hermano:
“Si los ríos pudieran hablar
cuanta historia contarían…”
Y alguien habló desde lo profundo de esa selva misteriosa
“la historia es tan miserable
que los ríos prefieren callar…” (18).

Fue Vito Apushana, un pastor de cabras en la Alta Guajira, desierto de espejismos y hambre donde se habla el wayuunaiki, quien enriqueció con la cosmovisión de su tribu los versos del idioma español:

WAYUU

Yo nací en una tierra luminosa.
Yo vivo entre luces, aún en las noches.
Yo soy la luz de un sueño antepasado.
Busco en el brillo de las aguas, mi sed.
Yo soy la vida, hoy.
Yo soy la calma de mi abuelo Anapure,
que murió sonriente… (34).

El poeta Hugo Jamioy, de la Nación Kamentsá, en el valle de Sibundoy, Putumayo, nos comparte en su célebre poema “En qué lengua”, la dificultad que tiene El Estado colombiano  a la hora de solucionar los problemas sociales que acaban con su comunidad, primero, por el profundo desconocimiento de su cultura, especialmente de su lengua nativa; segundo, por la dependencia del mismo de las decisiones tomadas por Estados Unidos.  

EN QUÉ LENGUA

Hoy, que me encuentro en su oficina
abogando por la vida de mi pueblo,
le pregunto, señor presidente:
¿En qué lengua
están escritos sus sueños?
Parece que están escritos
en inglés ni siquiera en español.
Los  míos están escritos
En camentsá.
Así
jamás nos entenderemos (67).

No se entiende  cómo con tanta sabiduría, seguimos por desconocimiento y dominación de la ideología conquistadora, colonizadora e imperialista, utilizando expresiones peyorativas como flecha para referirnos al celular de baja gama que cualquier indio tiene; No sea indio, para aludir de manera directa a una persona que no tiene cultura; los españoles llamaban a los Barís Motilones, a los U wa (asentados en la Sierra Nevada del Cocuy) Tunebos y a los Sikuani Guahibos para ningunearlos. Lo anterior lo aprendí del maestro Antonio Caro (recientemente fallecido) cuando estaba pintando la firma del líder indígena Manuel Quintín Lame, en la biblioteca Jorge Palacios Preciado de la Uptc, y tuve el privilegio de tenerlo en una de mis clases, en un colegio de cuyo nombre no quiero acordarme. Ahí nos dimos cuenta del profundo desconocimiento que teníamos de nuestros hermanos aborígenes; “Indio Patirrajado”, expresión cachaca utilizada por los bogotanos que  se  refiere a quienes van por las calles haciendo resonar los pasos de  nuestro padre Adán y se cubren el alma con el universo de  una hoja de parra, entre otros tantos ejemplos.

No conozco el primer Día del Idioma donde se le rinda homenaje al poeta negro Candelario Obeso. El momposino que con sus cantos de boga hizo nacer estrellas y esperanza en la noche oscura de sus antepasados. Ese hombre que nos habló de la tristeza, la ausencia, la pena y el olvido de  una raza que nos enseñó a escuchar los tambores prendidos de cumbia y alegría en las orillas del río Grande de La Magdalena. O al poeta Jorge Artel, en cuyos tambores se escucha el dolor al que fueron sometidos sus ancestros: “Los tambores en la noche/ son como un grito humano. / Trémulos de música les he oído gemir, / cuando esos hombres que llevan/ la emoción en las manos/ les arrancan la angustia de una oscura saudade,/ de una íntima añoranza”. Termino estas palabras con unos versos del poema Río de palabras, de Iván Graciano Morelo y  del poema Mamá Negra del gran Jaime Jaramillo Escobar, que le rinden homenaje a la manera particular y diferente que tienen de ver el mundo los afrodescendientes: “María Antequera también aprendió palabras de sanación, / rezos para curar el mal de ojo,/ el aire en el ombligo de los niños/ y, el soplo en el corazón de los enamorados”, “Mamá negra era un trozo de cosa dura, esmaltada de risa por fuera. /Mi taita dijo que cuando muriera /Iba a hacer una canoa con ella”. Negro tenía que ser para alegrarnos el alma con el cuero de un tambor, negra tenía que ser para encendernos el espíritu con su cadera de ola perseguida por la luna, negro tenía que ser para curar con sus cantos las penas del corazón, negra tenía que ser para acariciarnos la vida con su risa de algodón. Negro como el profesor Súper O, negra como la Cevichica para viajar en el arroz con cocoptero, en el submarisco, en el bocachicohete, en la pescadocleta, en el mariscacharro, en la borojolqueta para corregir el desaguisado idiomático de quienes todavía dicen: “Así lo vi, así lo conocí, así lo querí”. Negro y Negra tenían que ser para sembrar estas palabras en el idioma español: macumba, alabao, reburú, cambambero, guate, corrinche, coquimbo, boga, mochila, ñame, chévere, guineo, mofongo, entre otras.

REFERENCIAS:

Apushana, Vito; Chikangana, Fredy y Jamioy, Hugo (2011). Herederos del canto circular. Bogotá: Universidad Externado.

https://www.lacoladerata.co/cultura/versos/jorge-artel/

Boccanera, J. (2009). Tambor de jadeo. Bogotá: Universidad Externado.

Cervantes, M. (2004) Don Quijote de La Mancha. Sao Paulo: Real Academia Española.

Francisco, M.  El profesor Súper O Recargado | Señal Colombia

https://www.senalcolombia.tv › programa › profesor-su..

Gómez Jattin, R. (2019). Sobre tu boca muero. Bogotá: Ediciones San Victorino.

https://www.casadepoesiasilva.com/concursos/ganadores-del-concurso-nacional-de-poesia-decir-es-mostrar/

https://www.poeticous.com/jaime-jaramillo-escobar/mama-negra?locale=es

https://letrasenlinea.uahurtado.cl/doce-poemas-de-anise-koltz/

Barbosa Santander, 2 de abril de 2021, era de la pandemia.

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