Voto no es por amistad, es por política; a propósito de representación ante Consejo Superior UPTC

Foto | Hisrael Garzonroa
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Por/ Manuel Humberto Restrepo Domínguez, Ph.D. Profesor Titular de la UPTC

Ofrezco una excusa inicial a mis colegas, porque no traigo un ensayo corto, que vendrá luego con un texto sobre los funcionarios que actuaron en la guerra como arpías del régimen.

Por los argumentos aquí expuestos, votaré por Francisco Burbano Vásquez, presidente de ASPU y coordinador del equipo de reivindicación de derechos profesorales, designado por la asamblea general de profesores/as en mayo de 2015, para conformar la Mesa multiestamentaria. Además, negociador del pliego de peticiones del profesorado para 2017.

Me quiero referir brevemente a la elección de representante ante el Consejo Superior y lo hago desde mi perspectiva de profesor que estuvo al tanto de la asamblea profesoral permanente, en el momento difícil y, quizá, de máxima vergüenza universitaria, ocurrido cuando el reelegido rector anterior  fue conminado por el Consejo de Estado a abandonar el cargo y la administración (Consejo Académico y funcionarios de alto nivel), cerró la universidad para desmovilizar e impedir los avances organizativos y ocultar, rápidamente, las reales implicaciones del caos provocado. El Consejo Superior señalado de arrogante e ilegitimo, cuestionado por presuntas inhabilidades y componendas, hizo lo suyo, empeñado en demostrar que ellos mandan y que siendo cinco no necesitan siquiera rector para seguir mandando.

Después hubo algún dialogo, en medio de interlocutores cuestionados. La mesa tuvo dos partes, de un lado los profesores designados por la asamblea general (no por el sindicato) representando los intereses de profesores (con estudiantes, funcionarios y trabajadores);  del otro lado la administración en cabeza del recién designado rector. El propósito urgente era impedir que la universidad cayera al vacío de su crisis institucional, de legitimidad, de legalidad e, inclusive, moral a las que había sido conducida por el despotismo, la arbitrariedad y la repartición de privilegios por cercanías al poder.

Ahora comienza la nueva etapa con la elección al Consejo Superior, que aunque no son la mejor garantía de la  democracia universitaria, pueden permitir cambiar la mayor parte de los voceros y apostar por la reconstrucción ética. En primer lugar la recuperación ética, salir del autoritarismo y la indolencia. Para ello el profesorado tiene que optar entre dos candidatos, colegas ambos, con méritos y lunares los dos, con aciertos y desaciertos, de quienes no somos ni sus jueces ni sus verdugos.

El voto no es por amistad, es por política

 Lo que ha de definir el voto es la consideración de que esta es sencillamente una decisión política, que no renueva, ni modifica afectos, que no obedece a reglas de partido, ni a mandatos de ningún directorio. Es un voto de conciencia, de responsabilidad profesoral con el colectivo universitario y de cada quien como profesor/a. Quien gane podrá fortalecer las viejas y caducas estructuras del poder que manda y desmanda a la medida de sus intereses, según sus apetencias, en un gran botín compuesto por decenas de miles de millones para inversión y contratos, cientos de cargos y empleos  y estatus social inclusive. Pero, también podrá optar por quedarse solo, si la argumentación así lo indica, y entender que su mayoría está en la fuerza del profesorado para defender lo conquistado o hacer mayoría coyuntural cuando sus electores así se lo exijan, en casos concretos como definir rector o construir la paz interna.

      Los temas que vienen son eminentemente de debate académico-político, no son normativos, ni se arreglan reformando artículos, ni incisos, ni por amistad o distancia con la administración. El debate de lo que viene para el Consejo Superior no se arregla con formalidades sino atendiendo la realidad de sus conflictos y, ahí la administración es la convocada a ponerse del lado de su comunidad académica, jalonar la defensa de lo público y luchar para devolverle la autonomía a la universidad y liberarla de desaciertos, clientelismo, adulaciones al poder y atender el llamado de los suyos.

Lo que está en juego

La reforma al estatuto profesoral, que cursa casi que en silencio, como se acostumbra de tiempo atrás con casi todo lo que debe ser público (reforma administrativa, procesos electorales, inversiones, acuerdo de posgrados, entre otros), parece no referirse a los profesores y profesoras concretos de esta universidad; no tiene en cuenta sus necesidades y demandas; es abstracta; mide en horas y minutos el tiempo; no trata del saber; promueve fórmulas de vigilancia y control, y premia o castiga con más asignaturas, funciones y formas de sumisión. En este estatuto, por ejemplo, no está, para nada, en juego la amistad o la cercanía a la administración; están en juego derechos, estabilidad laboral y garantías para pensar por cuenta propia y ser enteramente libres de hacer mandados o ser mandaderos.

El representante profesoral no puede vender la idea de ser solo el buen amigo; ha de estar del lado de los derechos y reivindicaciones, de la verdad; ser honesto, franco; discutir con argumentos; su elección es política y su conducta también; para defender de manera irrestricta a una comunidad que al menor descuido podrá transitar hacia su extinción. Lamentable que no haya habido espacio para el debate público con los candidatos, para oírlos, mirarlos a los ojos y hacerles preguntas por la ética y la política; para completar, entre todos, un buen programa de responsabilidades hacia la defensa de los derechos del profesorado y de la universidad como un bien público, no como campo de negocios. Firme en su independencia y disposición a ser revocado cuando obre mal.

A pesar de los faltantes, esta elección no es solo de trámite, de ir a votar; es una elección de tipo político y altamente significativa, en un buen momento para apostar por la confluencia, por la unidad de lucha común, sobreponiéndose a distanciamientos o acercamientos personales, pero, además, es un buen momento para dar un paso en colectivo que fortalezca el papel de la asamblea profesoral como el eje sustancial de la reconstrucción democrática y ética de la universidad, sin amiguismos, ni favores que después se cobran y rompiendo la lógica del estar conmigo o contra mí.

El llamado

Muy a pesar de los lunares que cada quien pueda encontrar para distanciar, el llamado es a actuar políticamente, dejando a un lado a la persona misma del candidato y empezar a rediseñar una ruta de lucha universitaria en defensa de la universidad pública, de respeto a la comunidad académica y científica y de forjar gobiernos que estén del mismo lado de sus electores;  que sepan tomar distancia de clientelas y poderes ajenos que poco aportan a dignificar la vida universitaria.

 

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