Tocarte es amarte 

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Por | Gina Rojas / @GjJuliet

Tócate, explórate, conócete, no es pecado reconocer tu cuerpo, las partes más sensibles, las que te hacen explotar, las que te erizan, tus puntos de ebullición, dolor, amor, pasión, efervescencia y hasta de salud.

“No te toques ahí María, si te tocas te quemas las manos; ve y rezas, eres una sucia”. ¿Te identificaste con esta frase o recordaste algo? Seguramente en algún momento de nuestras vidas hemos lidiado con personas, familiares, amigos, conocidos, que pretenden hacernos creer que algunas partes de nuestro cuerpo no se deben tocar porque son sucias o porque hacerlo insulta a Dios.

¿Qué tan saludable y asertivo es que te juzguen por acariciarte y consentirte? En primer lugar tenemos que hablar de la propiedad de los cuerpos. Desde tiempos inmemorables los cuerpos de las mujeres han sido tratados como propiedad privada de los hombres, sobre todo de aquellos con altos rangos de poder social.

“Mi cuerpo es mío” es una consigna presente en las movilizaciones feministas contemporáneas y un tema de estudio en la academia que se ocupa de temas de género y sexualidad. Por eso hablamos de una autonomía por construir, por desarrollar, por defender dentro de una sociedad patriarcal, a la que le exigimos nuestro derecho a ser cuerpos independientes. Si te dicen qué hacer y hasta dónde te puedes tocar y hasta dónde no, significa que existe un proceso de dominación que te podría convertir en dócil, manipulable y sumisa.

En segundo lugar nos tenemos que referir al uso de lenguaje cuando hablamos de las partes de nuestro cuerpo: ¿Por qué sonrojarnos cuando decimos vagina, pene, senos, tetas, testículos, cola, ano…? ¿Por qué decirles «ahí», el cosito, la cosita, la panocha, el regalito, el títere la concha? Las cosas por su nombre y al toro por los cachos.

Hacerlo tiene implicaciones más allá de la vergüenza: cuando una niña es abusada y la entrevistan para conocer los hechos, de forma absurda pierde valor su testimonio cuando manifiesta que fue “el muñeco de papá me tocó mi flor”, cuando en realidad quiere decir que su padre le hizo daño con su pene al introducirlo en su vagina.

Ser mojigatos no ha funcionado en nuestra sociedad: los embarazos en adolescentes siguen aumentando; entre cobijas, en el baño, en la sala, en público, en privado, nos masturbamos y tenemos sexo, porque hace parte de nuestra naturaleza pero además porque resulta saludable.

Hoy, en el día mundial de lucha contra el cáncer de mama, deberíamos reflexionar sobre lo dañina que es esa mojigatería por la cual muchas mujeres no se han explorado a tiempo porque simplemente en sus familias les dijeron que estaba mal hacerlo. En Colombia, esta enfermedad se perfila como un problema de salud pública debido a que por su causa anualmente fallecen 2.649 mujeres.

Es el segundo cáncer más común en el mundo y el más frecuente entre las mujeres.

En Colombia, según el Instituto Nacional de Cancerología, la probabilidad de que una mujer desarrolle cáncer de seno a lo largo de su vida es de 1 en 16, mientras que el riesgo de morir a consecuencia de esta enfermedad es 1 en 50, siendo la causa de que se diagnostiquen cerca de 7.000 casos nuevos cada año, y mueran alrededor de 2.500 mujeres (MSPS-Colciencias, 2013).

Mientras en otros países disminuye la tasa de mortalidad a causa del cáncer de seno, en Colombia esta cifra aumenta. El 70 por ciento de los diagnósticos son tardíos y eso conlleva a la muerte.

A tu recato se suma que la atención para mujeres con sospecha de este tipo de cáncer, es demorada e impacta negativamente en el pronóstico y, por supuesto en la efectividad del tratamiento. Si todas las mujeres se realizaran de manera juiciosa el autoexamen y consultaran al médico rápidamente, es más viable una curación por detección temprana.

¡Tocarte es amarte!

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