¿Se le cayó la señal o el sentido común?

Foto | Hisrael Garzonroa- EL DIARIO
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Por: Daniel Triviño

Restringir el ingreso y uso de teléfonos móviles a los colegios es la brillante idea que se le ha ocurrido a uno de nuestros deslumbrantes parlamentarios para mejorar los estándares y procesos educativos en el país. Se trata ni más ni menos de Rodrigo Rojas, que con apenas 33 años llegó al Congreso de la República como una de las cartas de las juventudes y la renovación.

Pero su idea prohibicionista solo refleja el desconocimiento de una generación que se ha criado con un biberón en una mano y un celular en la otra. También es dar por hecho que los dispositivos móviles son elementos distractores, e ignora que son una herramienta que puede ser utilizada en los procesos educativos.

De hecho la propuesta no es para nada novedosa, solo es una vulgar copia de una medida implementada en Francia tan solo 20 días atrás. Es decir que ni balances ni resultados se pueden establecer para determinar si llega a ser conveniente la prohibición de dispositivos móviles al interior de un aula de clase.

Por el contrario lo que abundan son estudios, tesis doctorales y experiencias del uso del móvil como herramienta de aprendizaje, ya sea para grabar en video o en  audio una clase, para consultar un dato, como diccionario, como agenda, como traductor, para repasar previo a un examen, para leer libros electrónicos, para descubrir recursos de estudio relacionados con una lección, como calculadora, para realizar presentaciones, para consultar mapas.

De hecho, quienes se dedican a la docencia consideran que “sería más interesante  dar la vuelta a la situación y utilizarlos (dispositivos móviles) con fines educativos”. Pero quienes no tienen ni idea de pedagogía y docencia consideran que es mejor prohibir su uso.

A eso hay que agregarle que las medidas prohibicionistas solo han derivado en fracaso. Pasó con la ley seca de los Estados Unidos en los años 20 y 30 del siglo pasado; pasó y sigue pasando en la lucha contra las drogas que ha emprendido Colombia desde hace unas décadas, y pasará con esta medida medieval que fue radicada ayer en el Congreso de la República.

Por eso, si en verdad lo que se procura es mejorar los procesos educativos, lo verdaderamente razonable es impulsar el uso de estos dispositivos para bien, capacitar a docentes en las estrategias necesarias para sacarle provecho a los teléfonos celulares y explorar qué otros usos se les puede dar para ser incorporados como una herramienta.

De todas formas, resulta imposible creer que por más ley que haya, se haga un control efectivo del ingreso de teléfonos celulares a las instituciones educativas, esto teniendo en cuenta que hoy ni siquiera es posible controlar el ingreso de armas blancas o de estupefacientes.

Eso sí que debería llamar la atención de nuestros honorables parlamentarios, que parecen nunca se distraen en las sesiones usando su teléfono celular, seguramente chateando con sus copartidarios sobre medidas populistas a implantar.

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