Política y guerra están derrotadas, pero es el momento de cambiar

Foto: @AP_Noticias
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Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez 

Todas las demás fuerzas de la otra orilla en unidad y resistencia: Fuerzas políticas, movimientos sociales, inconformes, víctimas, independientes de otros partidos, intelectuales, minorías, estudiantes, trabajadores, mujeres, campesinos, indígenas, afros y en general defensores de la paz y la vida con dignidad unidos en un gran bloque nacional del centro hacia el lado popular para tomarse en serio el momento histórico y alcanzar el poder de una vez, ahora y en primera vuelta.

La política cambió sus formas sin dejar de ser la matriz de la que surge la guerra, que también cambió para peor: más cruel, asimétrica y con una barbarie que borró la distinción entre armados y desarmados, entre derecho y poder y que indolente presenta a las víctimas como responsables de su propio dolor, justificando que por sobre la vida hay necesidades militares y negocios, lo que aviva también a la resistencia popular legada de la Revolución Francesa como la única capaz de derrotar sin vacilación y de facto a la tiranía, cada vez que aparezca queriendo rencarnar la guerra.

En Colombia, política y guerra ya no son continuación la una de la otra, si no una mezcla letal temporalmente derrotada; la política por el clientelismo de las elites, la guerra por las mayorías que defienden y construyen la paz. Los responsables de la derrota de la política permanecen incrustados en las estructuras y cargos del Estado, desde donde siguen apostando para mantenerse allí, aunque los tiempos cambien y se necesiten nuevas ideas, experiencias y estrategias para consolidar la paz.

Esta clase de políticos, amarrados a clientelas, apostaron a ganar la guerra a costa de lo que fuera, desde aprobar más recursos, más derramamiento de sangre, más estadísticas adulteradas de bajas enemigas, hasta negar las escandalosas cifras de víctimas desplazadas, asesinadas y desaparecidas por pensar distinto, defender derechos o levantar su voz; y ahora quieren proclamarse ejecutores de la paz, aunque su empeño es reencarnar la guerra y completar su sueño de exterminio y, como en la paz de Sófocles, impedir que la paz se libere de la caverna en la que ha estado encerrada.

Los sectores populares son conscientes de su papel de resistencia y su capacidad de decisión para impedir que la guerra vuelva, pero a veces parece como si cada quien estuviera en la tarea de hacer la historia sin importar qué historia hace o de participar de las decisiones igual que si jugara un juego de cartas, en el que gana o pierde sin que pase nada. Pero el momento es ahora para que pasen cosas nuevas, porque la sociedad ha aprendido a perder el miedo, a escuchar otras voces, a mirarse a los ojos, a hablar con franqueza y a dejar atrás (aunque no en el olvido) el horror a las motosierras y a los hornos crematorios por negarse a actuar como decían los patrones. La guerra está derrotada y cada quien sabe más de derechos y de hacerlos valer, entiende mejor de su cuerpo y sus libertades y sabe que la paz es más humana que la guerra, que la paz humaniza y que la guerra es inhumana.

A los que tienen derrotada a la política, no les importan los derechos y tratan de convertir a la paz de su amenaza en oportunidad para alcanzar lo que con la guerra no lograron y su proyecto de rencarnación, igual que en la política con cuerpos ajenos a la hora de elegirse, acuden a un lenguaje diplomático, aparentemente riguroso y cierto, pero cada frase esconde un odio que tiende a desvirtuar, confundir y provocar alguna violencia que desate el caos del que sacan su mejor provecho.

De la guerra queda una tragedia sin comparación, con una de cada 6 personas víctima, que padeció el horror en carne propia, campesinos, indígenas, jóvenes sin oportunidades, mujeres discriminadas, afros, opositores perseguidos y trabajadores, que no aguantan más, que quieren huir, dejar de ser la carnada del sistemático genocidio contra ellos y sus líderes sociales, que el gobierno de la paz no reconoce, ni la justicia quiere descifrar y que en 2017 dejó 121 asesinados, y en dos meses de 2018 promedia dos asesinados cada tres días (más de 40 entre enero y febrero:publimetro.com.codefensoria.gov.cosemana.com; colombia2020 del elespectador.com) con un total de más de 600 durante el gobierno del presidente y premio nobel (defensoria.gov.co) que jugó su capital político para firmar el acuerdo de paz, pero no ha jugado en serio a completar la tarea de consolidarla, agregando así otra deuda impagable, quizá por cumplir secretos pactos entre elites para conservar intactos los trofeos de guerra.

Los perdedores de la guerra, que tienen bajo derrota la política, no pagarán por su crueldad, pero en cambio quieren cobrar cara su derrota. Políticamente distribuyen por todo el cuerpo social una brutal secuencia de trampas a la razón basadas en falsedades que aparte de ofender a la inteligencia se orientan a perpetuar el miedo que por vía militar escarmienta con la violencia sobre los cuerpos seleccionados con la infame falsedad llamada ideología de género, que ha servido de soporte para convertir el odio en crimen sobre más de 100 personas LGTBI asesinadas en 2016 y agresiones permanentes contra 8 de cada 10 homosexuales, 6 cometidas por particulares y dos por policía y otros funcionarios estatales (Informe de Andrés Bacigalupo ennoticias.universogay.com).

Los promotores y artífices de estas falsedades tratan de reencarnar la guerra usando maliciosamente conceptos y prácticas inexistentes, como este de la ideología de género o el castrochavismo, para opacar su derrota y mantenerse en la política mediante la técnica de propaganda engañosa que les permite sostener viva la llama de la violencia y la crueldad de los medios horribles con los que promueven la destrucción tanto de vidas humanas como de un sentido unificado de nación diversa, laica y plural, pensada así para impedir que nunca más nadie se crea dueño, ni poseedor del cuerpo y las conductas de otro, ni pretenda impedirle vivir con dignidad.

La sociedad es contradictoria porque se compone de grupos que rivalizan por ocupar el poder y mantenerlo y requiere que las instituciones y sus funcionarios ofrezcan garantías de respeto para que cada quien tome sus decisiones sin imposiciones, ni temores creados por las clientelas electorales que corrompen y derrotan la política con el fin de ganar o ganar como sea, mientras sus estrategas traducen a términos militares las pasiones propias de la existencia humana no propiciando mejores condiciones para el bienestar general si no para que la guerra vuelva a alumbrar con las mismas consecuencias fatales para los hombres y mujeres que no renuncian a realizar su derecho a vivir en paz.

Al final del túnel de la guerra hoy brilla la paz convertida a derecho fundamental y nadie puede ser ajeno a preocuparse a fondo por entender que esta no será posible, si quienes proponen diseñarla jugando con trampas y con engaños son los mismos que con las armas del Estado, el control de las instituciones y los recursos de la Nación alentaron y se beneficiaron de la guerra que desbordó en barbarie y convirtió a Colombia en un país paria y criminal a los ojos del resto de la humanidad.

Colombia entera tiene la más grande oportunidad de tomar el control del poder para recuperar la esencia de la política e impedir la reencarnación de la guerra por otros medios. Cada quien está convocado a comprometer lo mejor de sí mismo para entender que solo mediante la unidad en torno a garantizar la vida con dignidad y el respeto por lo común, podrá ser posible promover los cambios necesarios con las voces colectivas de su pueblo, sus víctimas y sus múltiples culturas que saben construir el poder desde abajo y sin exclusiones, para que las reformas a las estructuras militares, institucionales y civiles permitan que el país no siga siendo gobernado desde arriba por los mismos que miran hacia abajo con desprecio y se acercan a pedir sus votos y a buscar soldados para su guerra.

P.D. Sketch ideal de las elites: Primer acto: De la Calle (y algunos liberales) se arriman al partido de la Unidad Nacional (UN del Presidente Santos); Segundo: La UN se arrima a Vargas Lleras (de Cambio Radical CR, ministro y Vicepresidente de Santos por 7 años y chequera de estado con más de 20 billones de pesos)); Tercero: Vargas Lleras (CR+UN) e Iván Duque (CD o Nacional Uribismo NU) se arriman uno a otro, según la fuerza de la otra fuerza en la contienda. Final: Una única fuerza de elites (Nueva Unidad Nacional ¿UN, NU o NUN? + liberales + conservadores + medios). Sketch ideal de la otra orilla. Acto Único: Todas las demás fuerzas de la otra orilla en unidad y resistencia: Fuerzas políticas, movimientos sociales, inconformes, victimas, independientes de otros partidos, intelectuales, minorías, estudiantes, trabajadores, mujeres, campesinos, indígenas, afros y en general defensores de la paz y la vida con dignidad unidos en un gran bloque nacional del centro hacia el lado popular para tomarse en serio el momento histórico y alcanzar el poder de una vez, ahora y en primera vuelta…

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