Petro y la batalla de las Termópilas

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Por: Carlos Castillo Quintero

 

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Los cerca de dos millones setecientos mil votos que obtuvo Gustavo Petro en la consulta del pasado domingo 11 de marzo, de cara a las elecciones presidenciales, no le sirven de nada. Es una bonita cifra de votantes, pero ineficaz en una justa electoral en donde sus contendientes tienen recursos económicos de sobra, una maquinaria electoral bien aceitada, y una base de votantes que no cuestiona a sus dirigentes. Así lo demuestran los resultados de este domingo en donde partidos como Cambio Radical, por ejemplo, con varios de sus miembros en líos con la justicia, multiplicaron sus curules en el Congreso.  

El expresidente Álvaro Uribe Vélez, elegido por segunda vez como senador de la república, se ratifica como el indiscutible barón electoral de las últimas tres décadas en Colombia. En el 2010 Juan Manuel Santos llega a la presidencia de la mano de Uribe y ayer, Iván Duque, precandidato del Centro Democrático que hasta hace unos meses era un desconocido, con bajo favoritismo en las encuestas, se encumbra como una alternativa real.

Así las cosas, por un lado Germán Vargas Lleras y su partido, Cambio Radical, se han fortalecido; y de otro Álvaro Uribe Vélez, su partido, y su candidato Iván Duque, también. Cualquiera de estos dos candidatos podría ganar la presidencia en la primera vuelta o, en su defecto, el escenario de la segunda vuelta sería: Germán Vargas Lleras o Iván Duque. Como dicen los jugadores cuando quieren burlarse de algún contrincante que no sabe jugar: Con cara gano yo, y con sello pierde usted.

¿Y dónde quedan los votos de Gustavo Petro?

A mi manera de ver, los seguidores de la Colombia Humana tienen una posibilidad histórica de hacer valer su presencia. El camino está en entender que su fuerza no reside en sí mismos, sino en otros, con ideas diferentes, pero cercanos en la forma de ver el mundo y la política. Me refiero, desde luego, a Coalición Colombia con Sergio Fajardo a la cabeza, con el senador Jorge Robledo del Polo Democrático, con la senadora Claudia López del Partido Verde, y con el exalcalde de Bogotá, ahora elegido senador de la república, Antanas Mockus. Son nombres de peso y representan a una Colombia que no va con Uribe o con Vargas Lleras, líderes que han mostrado resultados positivos en el ejercicio de sus cargos y que, desde luego, también tienen derecho a pretender llegar a la presidencia de la república. En este mismo camino estaría Humberto de la Calle.

 

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La batalla de las Termópilas tuvo lugar en el año 480 a. C. El poderoso imperio persa de Jerjes I y su ejército de cerca de dos millones de combatientes emprenden la invasión de Grecia y con esto la conquista de Occidente. Las ciudades griegas, fortificadas pero con pocos recursos, se unen para enfrentar al gran invasor, lideradas por Esparta que se encarga de la defensa terrestre, y por Atenas que se ocupa del mar.

 Superados en número, los griegos se ubican de manera estratégica en la parte más angosta de un desfiladero conocido como el paso de las Termópilas, obstaculizan el avance persa y obligan a sus enemigos a pelear hombre a hombre, haciendo valer de esta manera su valentía y destreza. Simultáneamente, en el mar, los atenienses hunden la flota de provisiones persas, logrando vulnerar a un ejército que antes de la confrontación se presentaba como invencible.

El arte, el cine y la literatura han erigido a la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que una minoría bien organizada puede ejercer sobre un gran ejército. Esta gesta histórica es símbolo de lo que puede la inteligencia frente a la adversidad, logrando una victoria con pocos recursos, en un terreno y bajo unas condiciones poco favorables. Casos se han visto, dicen las abuelas.

 

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            Sin darnos cuenta el país entró en una confrontación doméstica de posiciones e ideas políticas, en donde pensar diferente al otro genera desagrado. Se dice que Colombia es un país sin memoria, y así parece, ya que lo vivido en los años 50 del siglo XX, periodo trágico conocido como La Violencia, toma nuevos bríos. El enfrentamiento ya no es entre “godos” y “cachiporros” sino entre “uribistas” y “castrochavistas”. No es en esos términos como se deben dirimir las diferencias, por muy radicales que sean. El escenario es el que brinda la democracia, es decir el de las urnas. Allí, el domingo 27 de mayo de 2018 sabremos quién será el nuevo presidente de los colombianos y qué visión de país representa.

            Petro, Fajardo y De la Calle, si desean tener alguna oportunidad en esta contienda, tendrán que llegar a acuerdos y lograr una coalición que se enfrente con algún margen de éxito a esas dos aplanadoras que son Uribe y Vargas Lleras. Si no se unen, es muy posible que ninguno de ellos pase a segunda vuelta.

Y mientras tanto, el león dormido que podría tener un papel determinante en estos resultados pero que históricamente se ha negado a tenerlo, sigue ahí, disfrutando del sueño de los inocentes, permitiendo que otros decidan por ellos. Me refiero al 53% de los colombianos que no salieron a votar en estas elecciones para Congreso y para las consultas interpartidistas, es decir más de la mitad del país. Estos colombianos, así no lo sepan, tienen una cita inaplazable en el paso de las Termópilas, en donde se decidirá la suerte del país durante por lo menos los próximos ocho años.

 

 

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