Mujer rural: Historia de la exclusión

Foto | Hisrael Garzonroa
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Por: Jacinto Pineda Jiménez, coordinador académico ESAP Boyacá Casanare 

La creciente feminización de la pobreza en el área rural afecta la autonomía económica de las mujeres rurales, convirtiéndose en un obstáculo que posibilite el desarrollo de una vida digna y la materialización de sus propias aspiraciones.

La visión citadina predominante en el desarrollo, fundamentalmente en el siglo XX, empujó al campesino a la exclusión. Campo-ciudad fueron vistos como dos polos, el primero sinónimo de atraso y el segundo de progreso. Las mujeres campesinas fueron las que soportaron con mayor rigor las consecuencias del modelo y durante lustros se consideró que su destino se limitaba a las labores domésticas en las ciudades, lo que en el imaginario colectivo se inscribió “como las sirvientas de los hogares de los ricos”.

Así se fue construyendo una terrible vulnerabilidad sobre la mujer rural, que, pese a los esfuerzos del presente, aún los indicadores de bienestar las ubican en la línea extrema en las brechas.  

Feminización de la pobreza rural 

En Colombia, de acuerdo con las estadísticas del DANE, para el año 2020, el 15,1% de las personas se consideraban bajo la línea de la pobreza extrema, es decir 7.470.265 vivían con menos de 145.004 pesos mensuales; en el caso de un hogar de cuatro personas fue de 580.016 pesos mensuales. 

A nivel nacional el 17,8% de las mujeres viven bajo la extrema pobreza, en las cabeceras municipales el 17,1, mientras las mujeres rurales el 21,7%. Aquí se evidencian las brechas entre la condición de las mujeres según el dominio geográfico.

Ahora en relación con el género, los hombres, en área rural, (aunque lo rural más allá de lo territorial es una construcción social y cultural) en extrema pobreza alcanza el 17,0%, inferior 4,7 puntos porcentuales con relación a las mujeres.

Según la ONU mujeres, en Colombia la probabilidad de no contar con un sustento económico propio de las mujeres es de (27,5%) es casi tres veces mayor que la de los hombres (10,2%). Esta diferencia se agrava en el ámbito rural, donde la probabilidad de una mujer de estar en esta condición (sin ingresos propios) es cinco veces mayor a la de un hombre (35,9% y 7,8%, respectivamente). 

Caminamos bajo una creciente feminización de la pobreza en el área rural que afecta la autonomía económica de las mujeres rurales, convirtiéndose en un obstáculo para superar la pobreza y acceder a bienes y servicios que posibiliten el desarrollo de una vida digna y de sus propias aspiraciones. 

Brechas Salariales, una carga que limita sueños 

Para no tomar como ejemplo el 2020, dado que es un año atípico por los efectos de la pandemia, tomemos como referencia el año 2019. De acuerdo con las proyecciones DANE, 2019, en las zonas rurales habita el “24,2% de la población del país, es decir 11.969.822 personas: el 48,1% de la población rural son mujeres (5.760.524 personas) y el 51,8% son hombres (6.209.298 personas)”.

De las 4,3 millones de personas ocupadas en esta zona, el 27% son mujeres (1,2 millones) y el 73% son hombres (3,2 millones). En las zonas rurales la brecha salarial de género es 17,2 puntos porcentuales más alta que en la zona urbana, es decir que es de 34,5%: las mujeres residentes en zonas rurales que reciben ingresos laborales ganan 65,5 pesos por cada 100 pesos que gana un hombre en esta situación. 

Pese al menor desempleo en el área rural en relación con el urbano, en la pandemia, primer semestre de 2020, periodo de mayor efecto negativo, la tasa desempleo de hombres y mujeres aumentó, en comparación con el mismo periodo del año anterior, y la brecha de género se amplió en el área rural.

En el trimestre abril- junio de 2019 la brecha registrada fue de 6,1 puntos porcentuales, mientras que en el mismo trimestre de 2020 alcanzó 10,2 puntos porcentuales.

Hoy en el día internacional de las mujeres rurales, hay un compromiso ético y público, que conlleve a su dignificación, superando este contexto de desigualdades. Reconocer la lucha de quienes en medio de las dificultades hoy son ejemplo, abriéndose paso en una sociedad que las estigmatiza y las excluye.

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