Monumentos sin doliente

Foto | Hisrael Garzonroa
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Por | Echando lengua

“El único deber que tenemos con la historia es reescribirla”, Oscar Wilde. Estas palabras el dramaturgo irlandés, nos invitan a conocer y entender nuestra historia, la de cada país, pueblo, vereda o rincón, que es la raíz autóctona de la cultura en sus diversas manifestaciones y que obviamente incluyen los monumentos.

Garagoa, como todo centro poblado o comunidad ancestral que se respete, tiene valiosos monumentos, cuyo inventario merece ser revisado para diagnosticar su estado y emprender las acciones necesarias para conservar los que estén en buenas condiciones, recuperar aquellos cuyo deterioro pueda significar desaparición e implementar las estrategias de salvación de los que están abandonados; independiente de quien sea el responsable de su cuidado o administración. Es el primer paso para reescribir la historia.

Para empezar, el maestro Luis Salazar Ojeda en el himno de Garagoa menciona en un sonoro estribillo “…te engalanan tus bellas mujeres, tus campos fecundos, tu ceiba inmortal…” La ceiba, que no es otra cosa que nuestro árbol insignia y principal elemento del escudo, cuya frondosidad hoy languidece en medio del ahogo de árboles maderables y otros no nativos y que, a la vez, está afectada por especies parásitas que poco a poco le van robando la vida, en un parque para nada bien planificado desde el punto de vista de vegetación ornamental y ante el silencio cómplice de las autoridades civiles y ambientales. Salvar la ceiba requiere aunar esfuerzos de la dirigencia y la sociedad civil, así como de la rigurosidad científica de que se ufana Corpochivor; de lo contrario debemos ir pensando en revisar nuestro escudo.

Siguiendo en el corazón de la ciudad, están las construcciones consideradas por el plan de ordenamiento territorial como bienes de interés de cultural: la Casa Consistorial, donde funcionaba la Alcaldía y el Concejo Municipal, que hoy desocupada espera entierro de tercera al no proyectarse su repotenciación; y, tres cuadras al norte amenazando ruina, está la casona de estilo colonial y republicano que fuera sede del antiguo hospital durante cerca de 104 años. Velar por la conservación de estas dos edificaciones de propiedad pública, según el ordenamiento vigente, así como de algunas casonas de propiedad privada, es responsabilidad del municipio, sin que hasta ahora se evidencie una gestión eficiente al respecto.

Al sur se yergue el monumental alto de Santa Bárbara, en total descuido y convertido por desadaptados sociales en antro de desorden, sin doliente alguno que vele por su rescate, cuidado y explotación eficiente, salvo cuando de elecciones siempre se trata, como bien dice la canción boyacense.

Para completar y justo allá, donde terminan las vanidades del mundo y tal vez en forma premonitoria, se erigen unas valiosas esculturas de mármol de singular belleza, posiblemente traídas de Europa a mediados del siglo pasado, por familias con capacidad económica suficiente para decorar las tumbas de sus parientes; imágenes cuyo origen y autoría valdría la pena documentar.

La sociedad garagoense debe velar por la conservación de su patrimonio histórico, pues existe el riesgo de que corra la misma suerte de la pila del agua y la calavera esculpida en roca que reposaba en la antigua fuente del parque, tesoros que añoramos, igual que el tañido de las campanas del reloj de la catedral. Mientras escasos sectores de la comunidad se preocupan por estos símbolos de Garagoa, paradójicamente se organiza un bazar para recuperar el monumento al helicóptero, que no sabemos su papel en nuestra historia; esa misma, que de seguir así las cosas, ni esperanzas de reescribirla.

 Twitter: @luchocalidad 

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