Mi trabajo a DIARIO con Pedro Esaú Mendieta

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Al conmemorar el primer aniversario del fallecimiento del fundador y director de EL DIARIO, su más cercano colaborador, compañero de jornadas en el periodismo y contertulio Israel Garzón Roa recuerda los momentos que compartieron y sus luchas por mantener a flote el periódico, muchas veces en medio de grandes dificultades económicas.

Por | Hisrael Garzónroa

En el 1996, para la primera edición del periódico EL DIARIO, fuimos con Pedro Esaú Mendieta al sector de Almaviva, en la entrada a Bogotá, en donde en esa época comenzaba la construcción de la doble calzada a Sogamoso.

Realizamos un trabajo fotográfico mostrando el movimiento de tierra y Pedro conversó y entrevistó a los ingenieros para hacer un reportaje que publicamos en el periódico sobre la carretera moderna que construirían, que hoy todos conocemos y que más de 25 años después ya se quedó pequeña para el tránsito entre Boyacá y la capital del país.

Ese fue el primero, pero apenas uno de los innumerables trabajos en extensas jornadas que adelantamos durante cinco lustros con Pedro Esaú Mendieta Palacios.

A Pedro lo había conocido casi diez años antes cuando yo estaba vinculado como fotógrafo en la Oficina de Prensa de la Gobernación de Boyacá. Pedro, que en esa época trabajaba en compañía de José Carantón y otros personajes y realizaba un programa de radio sobre temas del campo para Radio Super de Tunja, iba con alguna frecuencia a la Gobernación a solicitar los boletines de prensa y, generalmente, a conversar con los periodistas oficiales.

Pedro fue siempre leído, culto y bien informado. Quienes trabajábamos con el Gobierno, en prensa, como Cecilia Salazar, el jefe de Comunicaciones Gustavo Núñez Valero, Miguel Arévalo y Luis Hernando Hernández, defendíamos al Gobierno, que era lo que nos correspondía; mientras que Pedro tenía una posición crítica sobre casi todos los asuntos del Estado.

Pero no solo eran posiciones contestatarias sino que Pedro era particularmente irreverente y se destacaba por su sentido del humor pero le gustaba conversar con las periodistas y los periodistos, como solía decir. Desde esos tiempos nació una amistad que perduró por mucho tiempo.

Algunos años después, luego de mi retiro de la Gobernación y de mi paso por Boyacá Siete Días como reportero gráfico, Pedro me ofreció la posibilidad de trabajar en el periódico EL DIARIO, que comenzaba a montar y que tenía como aliados a los periodistas Bernardo Montes Borda y Julio César Peña.

“Me gustaría que trabajara con nosotros”, me dijo Pedro y le cogí la flota porque, aunque siempre me he desempeñado en fotografía, me parece que lo mío es la reportería gráfica. En la fotografía social solamente se trabaja para el cliente y en la fotografía oficial solamente se trabaja para el mandatario de turno. De manera que trabajar con un periódico me llamaba la atención porque me daba la posibilidad de continuar vigente en un medio de comunicación, haciendo lo que más me gusta en la vida, la fotografía.

En esos tiempos comenzaron también las dificultades con la pauta publicitaria porque el periódico arrancó asumiendo posiciones críticas y muy fuertes contra los estamentos oficiales, pero existía la ventaja de que tenía la garantía de la impresión en máquinas de la Caja Popular Cooperativa.

En poco tiempo se produjo la muerte del periodista Bernardo Montes y empezaron las dificultades que llevaron a la quiebra de la Caja Popular Cooperativa y a Pedro Esaú y a EL DIARIO les tocó asumir una dinámica que no se tenía prevista y era el de buscar los recursos para imprimir, que es lo más costoso de sostener un periódico. Nos tocó, como decía Pedro, ‘poner la totuma’ porque periódicamente había que conseguir los recursos para garantizar que el periódico se imprimiera y pudiera llegar a los lectores.

Vinieron años de mucho trabajo y, aunque el periódico no tenía gastos fijos de nómina, lo normal fueron las dificultades económicas. Al mismo tiempo del intenso trabajo, los espacios de opinión, las denuncias y la crítica periodística, compartimos con Pedro innumerables tertulias y ratos de camaradería y colegaje, en viajes, ruedas de prensa, cubrimientos, reuniones, eventos o muchas veces compartiendo una cerveza en cualquier rincón de Tunja o en el más perdido pueblo de Boyacá.

Para hablar de periodismo, de EL DIARIO o de las noticias del día a día acostumbrábamos a ir o a reunirnos con amigos en pequeñas tiendas al frente de la Uptc, luego de revisar nuestros bolsillos y hacer la cuenta de para cuántas cervezas nos alcanzaba. Las posiciones críticas que el periódico asumía en sus editoriales o con la manera como informaba eran directamente proporcionales a las dificultades para conseguir los recursos con los que se imprimía el periódico. Menos mal que no teníamos sueldo ni había nómina y de eso poco nos preocupábamos o el periódico no hubiera podido seguir.

En una oportunidad, cuando EL DIARIO apenas tenía cuatro páginas en tamaño carta, la profesora Lucila Santiesteban, conocida por sus capacitaciones y formaciones en temas de periodismo escolar, ojeó el periódico que le acabábamos de entregar y comentó: “tan lindo el periódico y tan chiquito, todo cuco, esa es la etapa previa antes de desaparecer”.

Nos reíamos con Pedro siempre que recordábamos esas palabras de la profesora Lucila, que eran realmente un reflejo de las dificultades económicas que el periódico vivía pero, al mismo tiempo, nos pusimos el objetivo de luchar y no permitir que el periódico desapareciera.

Para que eso no ocurriera EL DIARIO tuvo por épocas el apoyo de grandes y queridos amigos personales de Pedro como don Guillermo y don Fernando Acevedo, el abogado Francisco Vega, don Siervo Molano y otros. Incluso en alguna oportunidad un grupo de empresarios se reunieron en Tunja con el objetivo de crear una especie de sociedad para contribuir económicamente con El DIARIO pero, al final, entendieron que por las posiciones críticas que el periódico asumía, no era viable ese apoyo y, al final, nada se concretó.

Durante muchos meses y tal vez años no había recursos para cubrir los gastos de la impresión, pero con frecuencia un empresario, un comerciante o amigo personal ofrecía hacerse cargo de esos costos y el periódico, con muchas dificultades, se mantuvo a flote.

Esa precaria situación no fue obstáculo para que EL DIARIO se burlara del acontecer regional e hiciera gala de ese humor negro que caracterizaba a Pedro y que se evidenciaba en la columna ‘Desde el pasaje Vargas’, que por años caricaturizó a casi toda la clase política y a la ‘farsándula criolla’, especialmente a personajes como Rosita Curvo Payeras o Jorge Eduardo Londoño.

Esas tertulias en una cafetería del Pasaje Vargas, la más humilde de todas las del lugar, con el tinto más barato de Boyacá, se realizaban con mucha frecuencia y entre amigos reíamos y compartíamos reflexiones que le servían a Pedro de insumo para redactar sus columnas. La propietaria de esa cafetería era la querida Marta, quien de manera honorífica fue nombrada como secretaria perpetua de la ‘Academia de Altos Estudios del Pasaje Vargas’.

Con un gran conocimiento sobre la economía, el gobierno, la administración, el periodismo y la política, los participantes en esas largas charlas de desocupados despellejábamos al prójimo y eso se plasmaba en las páginas del periódico, que comenzó a ser buscado y leído incluso por las propias víctimas de la columna del Pasaje Vargas.

Era una columna escrita de manera individual por Pedro, pero creada de forma colectiva, en la que se analizaban todos los temas regionales. “Se hablaba de todo el mundo, pero no se le sostenía a nadie”, en una mezcla de fino humor chiquinquireño y tunjano.

En medio de la crisis económica del periódico como empresa y la crítica a alcaldes, gobernadores y políticos, el medio comenzó a tener una fuerza que pocos esperaban y que otros temían. Y algunas empresas privadas y entidades del sector oficial, como municipios, empezaron a pautar y salvarnos del naufragio.

Durante esa época nunca hubo una sede o unas oficinas. Cuando se necesitaba un lugar propio para trabajar se programaban reuniones en una cafetería o se concretaba una cita en el apartamento de Pedro y en un comienzo para nadie había salarios.

Y también comenzaron a vincularse al periódico personas que, con experiencias internacionales en periodismo, asesoraron a Pedro sobre la manera de conseguir algunos recursos para sobrevivir. Así fue posible tener una oficina en Centro Norte, cerca del almacén Olímpica y, más tarde, se comenzó a construir la sede propia del periódico en el barrio Las Quintas, para lo que se hizo un crédito hipotecario.

Pedro siempre trabajó y concibió el periodismo como una forma de despertar la conciencia de los ciudadanos en torno a la realidad que se vive en Boyacá y el país. Su objetivo fue siempre que el departamento pudiera salir del ostracismo en que lo ha tenido su clase política tradicional y que los boyacenses se pudieran sacudir de esa influencia conservadora basada en la religión.

EL DIARIO que concibió Pedro es un periódico liberal, pero no por el pensamiento partidista mezquino sino por lo librepensador, progresista y defensor de libertades.

Pedro Esaú fue un gran lector y un hombre de avanzada, seguidor de grandes filósofos y escritores de todos los tiempos. Aunque teníamos pensamientos distintos, ese fue el eje de nuestra amistad; él desde su posición materialista, anticlerical, versado en filósofos clásicos y yo con mis creencias en temas de tipo esotérico y cosmológico.

Sosteníamos largas charlas, en el trabajo, en las giras, cuando nos tomábamos unas cervezas o un tinto y así conocimos y recorrimos los 123 municipios de Boyacá y se elaboraron artículos periodísticos, crónicas y reportajes de todo tipo.

Nuestra amistad se basó en el trabajo y en las interminables conversaciones, en las que nos ocupábamos de los temas públicos, pero en las que generalmente estaban ausentes los asuntos personales y familiares.

Con mucha visión o tal vez por las dificultades que siempre tuvimos para conseguir los recursos que permitieran cubrir los costos de impresión, Pedro entendió que el futuro del periódico era digital, utilizando el Internet y todas sus herramientas; por eso EL DIARIO fue el primer periódico de Boyacá en aparecer en la Web. Así, ya no había necesidad de fotografías en papel, rollos, revelados y no se tenían que conseguir recursos para imprimir.

A finales del 2020 me enteré de sus problemas de salud y durante varios meses pude conversar con Pedro sobre otros temas como la vida y la muerte.

En la medida en que su salud se fue deteriorando fui conociendo otra faceta de su personalidad. Lo acompañé en varias jornadas y pude ver su templanza y fortaleza. Ese proceso lo vivió de la manera más natural, sin amarguras, sin desesperación, sin reproches, sin resentimientos, siempre al lado de su familia.

Sus hijas, Emma Carolina y Laura Camila, grandes profesionales y, a pesar de su juventud, con gran experiencia laboral, recibieron el legado y decidieron sacar el periódico adelante. Desde hacía cuatro o cinco años Pedro las había vinculado con temas comerciales y asuntos administrativos de EL DIARIO y el objetivo de ellas es no permitir que el periódico desaparezca, que siga siendo un medio para informar y orientar. A fe que están haciendo la tarea que les encomendó su padre.

Ahora hay otros proyectos por delante; se trabaja, por ejemplo, en un proyecto para promover el turismo y el desarrollo de Boyacá, sobre los que se va a informar próximamente.

Hoy podemos decir que el periódico por el que trabajó y luchó Pedro Esaú Mendieta Palacios durante 25 años sigue teniendo vigencia y que, con el acompañamiento de lectores y anunciantes, tiene un promisorio futuro.

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1 COMENTARIO

  1. Mi ahijado, el boyaco
    Le oí en el noticiero del medio día de Radio Guanentá de San Gil a principios de la década del ochenta. Su voz, su locución, su peculiar estilo de redacción noticiosa, y las mismas noticias que presentaba, tenía una impronta novedosa para el medio radial y para el entorno en donde se escuchaba el espacio noticioso.
    Nos vimos luego casando noticias, tras las fuentes, tras los hechos. El oficio nos juntó y contribuyó al tejido de una amistad que perduró por un lustro. En ese lapso terminamos trabajando juntos en un medio escrito que nació en el tercer mes del primer año de la década del ochenta del pasado siglo, y se ahogó, diez años despues.
    Él, dejó la radio y lo vinculé en los albores del Periódico Jose Antonio, el vocero de las provincias del Sur de Santander. Compartimos espacios de redacción por tres años abundantes en expansión del periódico, tanto en área de cubrimiento como en pauta y circulación. Por una razón,-no importante de registrar- abandonó el trabajo y emprendió una iniciativa publicitaria para apalancar el reconocimiento de San Gil, como oportunidad que la ciudad se convirtiera en destino turístico. Con esa iniciativa partió a Tunja en donde gestó programas radiales dedicados al campo, y luego su obra magna que le permitió no ser parte del olvido: EL DIARIO, medio digital pionero en el departamento.
    Fue un periodista curioso de las causas que originaban los hechos, mas no fue una parlante de los hechos en sí. Tuvo la virtud de convertir la objetividad y el análisis del entorno político en su marco ético que le permitió autonomía financiera, y a la vez, su fortaleza para crear un emporio regional como medio noticioso.
    Pedro Esaú Mendieta Palacios, se enamoró en San Gil. Se casó en Curití con una funcionaria-en ese entonces- de la Alcaldía de la perla del Fonce. Fui su padrino de matrimonio católico. Desde entonces, supe de su vida, gracias a las dos veces que me encontré circunstancialmente con Edilma Ruiz; mi ahijada.
    Estuve en Chiquinquirá hace un año. Accidentalmente nos encontramos en una esquina del parque Julio Flores con el periodista Julio Cesar Peña, mi paisano puentano y muy amigo de Pedro Esaú. Con el aroma de un café y el frio de la sabana, me enteré de la muerte de mi ahijado y las causas de rápida partida.
    Supe de la verraquera empresarial de sus hijas: Emma Carolina y Laura Camila, quienes hoy izan y prolongan el legado de Pedro Esaú Mendieta Palacios, mi ahijado boyaco.
    Mis sentimientos de aprecio a Edilma Ruiz y a sus hijas. Fue él, un integro colombiano. Un padre ejemplar y emprendedor nato
    Nauro Torres Quintero
    T.P.P. 4650 del MEN.
    https://naurotorres.blogspot.com/

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