Luchas feministas y su necesidad de legitimación

Marchas por el Día Internacional de la Mujer. Foto | Reuters
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Por: Gina Rojas

Feminazis, brujas, locas, desesperadas… y toda clase de adjetivos y sustantivos se usan actualmente en nuestra sociedad con un sentido peyorativo en contra del feminismo en general o en contra de feministas, lo cual ha deslegitimado los movimientos políticos, culturales, económicos y sociales, que nacieron, se formaron y unieron con el objetivo de buscar igualdad de derechos entre hombres y mujeres, eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres y transformar los roles sociales según el género.

La satanización, que desconoce el feminismo como teoría y como movimiento social que ha redefinido la violencia contra las mujeres como un problema social y político, ha afectado sustancialmente que la sociedad comprenda la vigencia del fenómeno de la violencia contra las mujeres. Una pandemia, así tipificada por la Organización Mundial de Salud, que exige volver la mirada hacia nuestra historia para estudiar y tomarse en serio el hecho de que durante siglos nuestra cultura, tanto popular como académica, ha legitimado los maltratos a los cuales son sometidas las mujeres, al punto de ser asesinadas por ser mujeres.

Como sucede generalmente en este país y en gran parte del mundo, la falta de reconocimiento y los ataques en contra de iniciativas legítimas de la ciudadanía se dan como consecuencia de la falta de conocimiento que tiene la sociedad, la misma que parece enceguecida e hipnotizada por ‘memes’ y debates de redes sociales, más que por investigaciones, seguimientos y lectura crítica que permita asumir posiciones basadas en realidades y no en rumores.

El talante de quienes han deslegitimado las luchas feministas ha llegado al nivel de igualar el machismo con el feminismo, desconociendo que en el primer caso deriva de un sistema patriarcal que ha utilizado -y utiliza- la violencia para controlar a las mujeres. Y no sólo la violencia física, sino también la psicológica, a través de la desvalorización y el sometimiento. Y lo ha hecho -y lo sigue haciendo- a través de la educación. El machismo también afecta a los hombres que suelen verse afectados por estereotipos de género a través de los cuales resultan violentados cuando se comportan como “mujercitas” o “afeminados”, cuando se interesan en aspectos que no son tolerados por los “machos de la manada”.  El machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se toma como medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para no cambiar en su esencia discriminatoria.

En un contraste radical, el feminismo es un movimiento de central importancia en la lucha por la obtención de derechos humanos que ha alcanzado resultados significativos para las mujeres como el voto femenino, la igualdad ante la ley y los derechos sexuales y reproductivos. También ha contribuido con la transformación de la sociedad, para hacerla más justa y equitativa para todos y todas. Ha logrado el derecho a percibir un salario, poder decidir sobre nuestro cuerpo, el poder estudiar y derecho a la libre elección de contraer matrimonio.

Hacer entender a la sociedad estas diferencias y la necesidad de seguir uniendo a mujeres en estas luchas no es sencillo, pero no puede ser una tarea imposible. Son muchas las mujeres que han salido a marchas para lograr la igualdad de género, muchas de las que han muerto enviando gritos desesperados de auxilio ante la inoperancia o falta de efectividad de las autoridad para protegernos, ante una sociedad que no se conduele con los feminicidios e incluso se vuelca en defensa del victimario.

Dicho lo anterior, toda mujer debería ser feminista por simple agradecimiento a la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, entendiendo además que a las mujeres feministas nos gusta escuchar halagos y palabras dulces de nuestras parejas, amigos, conocidos, familiares; pero lo que nos molesta es que alguien nos ofenda con expresiones vulgares hacia nuestra persona ¡en la calle!, ¿qué mujer siente comodidad y seguridad completa en una sociedad que nos cosifica y nos abusa justificando nuestros cuerpos?

Debemos ser feministas porque todavía ganamos menos dinero que los hombres, sin importar que tengan el mismo puesto de trabajo. Porque nos siguen violando, las cifras crecen, mientras los casos quedan en la impunidad.

Debemos ser feministas porque a diferencia de los hombres, a las mujeres les aterra caminar por las noches completamente solas, porque la mayoría de las publicidades las modelos son tratadas como objetos, no como profesionales.

Debemos ser feministas porque todavía existen países donde las mujeres son mutiladas, aprisionadas o castigadas por ser violadas. Porque los hombres que mantienen muchas relaciones sexuales con varias parejas son aplaudidos. Pero si una mujer hace lo mismo es catalogada como “puta” o “zorra”.

Los hombres deberían acompañarnos en las luchas feministas porque los que lloran o demuestran sus sentimientos son llamados “mujercitas” o les dicen “Deja de actuar como una niña”.

Así que hoy, en el Día Internacional de la Mujer, no pedimos rosas, no pedimos serenatas, no pedimos palabras bonitas para acallar nuestras luchas, exigimos que el mundo entienda que somos mujeres que queremos igualdad y equidad, que queremos una cultura no machista, merecemos reconocimiento y respeto; no hace justicia los señalamientos peyorativos ni a nosotras ni a nuestras antepasadas que lucharon porque hoy tuviéramos más oportunidades, para que tu mamá, tu hermana, tu novia, tu esposa, tu hija querido hombre también tuviera esos derechos.

No es en tu contra hombre, es a tu lado, conmemora con nosotras este 8 de marzo.

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