Los días que desnudaron a Duque, el peor presidente

Foto | Archivo
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No hay ni defensores ni argumentos creíbles que valgan para demostrar lo contrario; las dos últimas semanas quedarán en los anales de la historia de Colombia como  aquellas en que, por primera vez, un presidente de la república es calificado como el más incapaz para desempeñar la más alta dignidad del Estado; ni la memoria de Sanclemente, el anciano presidente que propició el camino para llevar al país a la peor confrontación en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX, que fue la guerra de Los Mil Días; ni la indignidad de Marroquín, con la entrega de Panamá; ni las proverbiales estupideces de Guillermo León Valencia (el abuelo de Paloma Valencia); o más recientemente la mediocridad -que se creía insuperable-, de Andrés Pastrana, se pueden equiparar con lo que ahora está pasando con Iván Duque.

Elegido como el que dijo Uribe, lo primero que se le zafó fue calificar a su mentor como el ‘presidente eterno’ y, en consecuencia, gobernar como le ha dicho Uribe; y, desde hace más de 45 días soportar la cruz de seguir haciendo caso a las órdenes que le da el presidiario Uribe desde su Cárcel-Hacienda de El Ubérrimo.   

La copa se llenó la semana pasada y fue con una gota que nadie esperaba que cayera y menos de dónde iba a caer: el asesinato de un ciudadano a manos de la policía, una de las instituciones que Duque tiene que defender, a costa suya, por ser la orden de su mismo patrón. Sin embargo, a su ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, que debiera haber renunciado ya, no le quedó más remedio ante el Senado de la República, que aceptar la responsabilidad de que fueron los policías los asesinos del ciudadano Javier Ordóñez.

Así que no fueron actores desestabilizadores venidos allende las fronteras, ni las guerrillas comunistas, ni los enemigos agazapados, los que propiciaron la indignación y la salida de la ciudadanía a la calle para reclamar justicia, evitar la impunidad y rechazar las acciones de los policías que cometieron el criminal hecho que le costó la vida al ciudadano Ordóñez. El procedimiento policial en la ejecución del crimen parece no corresponder a un fenómeno aislado, sino a acciones claramente definidas y afincadas en las conciencias de los policías, a partir de inducciones y órdenes, tácitas o explícitas, lo cual podría ser demostrado con lo que ocurrió en las siguientes horas con la muerte de trece personas, entre Soacha y Bogotá, donde se vio que la policía, indiscriminadamente, disparaba sus armas de fuego y agredía sin razón fundamental a quien tuvieran a la mano.

Lo anterior no ha obstado para que a contracorriente, Duque, el Ministro de Defensa, el Comandante de la Policía y el Alto Comisionado Para la Paz, que más parece un alto comisionado para la guerra (sucia), han salido a extremar el discurso de justificación, elusión y tergiversación, en acatamiento, según todo indica, a las órdenes recibidas desde la Hacienda-Cárcel, en otra evidente conducta de ciego sometimiento.

Por ningún lado el liderazgo, la autonomía o la visión de soluciones de fondo a la crisis que ha venido agravándose en los dos últimos años y que se colma con la catástrofe económica y social que ha ocasionado la pandemia; dos años que coinciden con lo que va del actual periodo de gobierno de Iván Duque, los cuales han sido copados por el empeño de hacer trizas los Acuerdos de Paz y devolver el país a la barbarie de la guerra, con las masacres diarias, el asesinato de los líderes sociales, mientras de manera abyecta se doblega ante la cúpula de su partido, el jefe del mismo y los intereses que representan.

Así que no tiene efecto el espejo retrovisor ni ninguna excusa de obstrucción, ya que a estas alturas el control de todas las esferas del Estado están en sus manos, desde las mayorías en el Congreso, la cooptación de los órganos de control, la reciente cascada de decretos que al amparo de la Emergencia causada por la Pandemia, han permitido que el ejecutivo concentre todo el poder posible y decida como le ha parecido, hasta la conducta soterrada o descaradamente sostenida de desprestigio contra la Corte Suprema de Justicia, mientras aplica las espuelas en los ijares de una fiscalía cuestionada, cuyo titular la única virtud que tiene es la de posar de “compañero en la Sergio” con su jefe absoluto el Presidente, para que sea el camino de la impunidad cuando se trate de su patrón.

Duque, no tiene salida; pueda que no termine su periodo, o que ‘no le pase nada’ en lo que le queda del mismo, nada lo salvará de ser el peor presidente en los 200 años que llevamos de lo que llamamos República. 

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1 COMENTARIO

  1. No se si sea el peor presidente, pero seguro es uno de los «malos». En un país como Colombia es bastante afirmar eso, cuando la generalidad es haber tenido gobiernos ineficientes, corruptos y partidistas. Eso pasa cuando la mayoría de las personas carece de cultura política y no sabe interpretar la realidad del país. Ojala esto nos sirviera para tomar mejores decisiones y proyectar una sociedad más justa, pero como demuestra la actual crisis somos una nación individualista, materializada y que ha «aprendido» ha convivir con la guerra, la corrupción, el enriquecimiento fácil, y otras plagas del mundo moderno. Claro siempre habrá personas que justifiquen al actual gobierno, su modelo económico, su política de seguridad, la falta de protección de líderes sociales, y la creencia mesiánica en el todo poderoso «salvador» de Colombia.

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