Le dieron papaya, Héctor Helí ED.845

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Le dieron papaya, Héctor Helí. Así es la vida, dijo el Académico que recordó los episodios una de estas tarde de cuaresma, hablando de lo que ha pasado con el escándalo de los generosos brasileños que repartieron el billetico por todo lado, dándoselo, en la mayoría de los casos a “gente decente”, (por ejemplo en Perú a sus últimos cuatro presidentes, del Cholo Toledo para acá), pero aquí sí que se los entregaron a un grupo de bandidos y lava perros muy de quinta; el recuerdo de nuestro Académico llevó a los tiempos del corazón grande para dar con la historia casi olvidada: resulta que hace ya más de diez años, a nuestro paisano, el combitano Héctor Helí que por entonces el respetable vulgo lo tenía como uno de los pocos que se salvaban en el circo del Congreso, el entonces inquilino de la Casa de Nari, el amansador salgareño, casi que coge al pobre boyaco y lo levanta literalmente a pata. Qué no le dijo: que manzanillo, que traficante de influencias, que lo único que quería era puestos… y todo porque Héctor Helí tuvo los pantalones, recuerda nuestro contertulio, de denunciar algunas de las tantas tropelías que el régimen andaba cometiendo. Pues bien; como el mundo da tantas vueltas (una por día), resulta que Héctor Helí ahora está en el Consejo Nacional Electoral y se le da el papayazo de por lo menos pegarle un par de coces en los testículos (¡pelotas!, gritó otro Académico) al amansador y su recua. Es decir, que ahora que se comprueba que el billete de los brasileños sí entró a la campaña de Oscar Iván, se aplique lo que está escrito y aprobado y no permitan la inscripción de otra candidatura presidencial por el uribestiario concentrado en C.D. Ánimo Hector Helí, desde estas cafeterías académicas cuente con nuestro pleno respaldo, coincidieron todos los presentes, al final de una mañana de estas calurosas de antes de los aguaceros que por fin volvieron después como de cuatro años a la fría y falduda Hunza. (O que negocie bien, mustió, después del tercer ronquido, el Académico dormilón).   

Negocios inmobiliarios. Negociante hasta el último momento. Eso es de lo que se enteraron los Académicos por estos días: que el Moncho Luis Augusto, gerente de la Arquidiócesis, -que este año se volverá dimisionario, porque cumple los 75-, antes de empacar maletas, convenció al Pablito para que le entregara casi una docena de predios, propiedad del municipio a la Curia Diocesana a todo lo largo y lo ancho de este cercado muisca que Don Gonzalo conoció como Hunza, que él la bautizó como Tunxa y que hoy la escribimos como Tunja. En la Academia se han enterado de que el negocio de los lotes es a cambio de salves, de responsos y de oraciones fuertes y no tan fuertes a los tres de la trinidad para que le ayuden a Pablito a administrar en estos años los intereses de sus hermanos godos en este pueblo ídem, y después lleven suavemente su alma ante los ángeles y serafines en los coros celestiales. Se sabe que -argumentó doctoralmente uno de los nuestros-, en un acto de fe nunca antes visto, Pablito calcula que para salvarse en este mundo y guardar para el otro, necesita tantas misas que en realidad no había con qué pagarlas. Y es entonces cuando aparece el Moncho y le da la fórmula: ¡un canje! Cómo así; sí, lotes por misas, le respondió con brillo especial en los ojos el Moncho que ya está recuperado de los dolores de barriga que lo tuvieron en la clínica unos cuantos días hace varios meses. ¡Escoja, trato hecho!, le contestó Pablito. Así que ahora cuanto parque y cuanto lote del municipio esté por ahí sin uso aparente, los peritos del Moncho le están echando el ojo y acto seguido midiéndolo y buscando escrituras para hacer la permuta.

Y quién dice las misas. Pablito, muerto del susto, se puso a pensar, y calculó que para que el efecto de los responsos, la salves y las misas que se necesitan para salvar el alma sea satisfactorio, son menester por lo menos un par de misas cada semana de aquí al final de los días, pero que como el Moncho ya se abre del parche, entonces se debe asegurar que se cumpla el contrato. Y claro, la mirada recayó en Víctor, el enlace comercial del Moncho en la corte de Pablito. “Este es el propio para que cumpla con el compromiso del Moncho”. Pero Víctor respondió de inmediato: “a mí no me miren que mi tarifa es muy alta y no hay lotes suficientes para pagar las misas que están pensando (tengo a muchos que mantener, pensó). Así que Pablito llamó al Moncho: “Su ilustrísima, me asalta la duda, sumercé cómo hará para garantizar que las salves, los responsos y las misas que necesito se van a decir. “Ten Fe hijo que las cosas de este mundo son finitas y ya son pocos los días, pero las de Dios son eternas, envueltas en los insondables misterios de su voluntad. Ten fe Pablo, que es lo que te hará salvo”. (Los lotes son míos que es lo que importa, habría concluido el Moncho Luis Augusto, antes de imponer la ceniza en el recién pasado miércoles del polvo que serás.

Excomulgados. En la siguiente sesión de la Academia, en la mañana del último sábado, un grupo de angustiados Académicos, fieles creyentes, ellos sí, se dieron cita antes de que hirvieran las grecas en las cafeterías del Pasaje, para comentar lo que hasta aquí se ha escrito. Al cabo de la exégesis de los textos no hubo lugar a dudas, empezando por un par de periodistas deslenguados: ¡el Moncho nos va a excomulgar!, así que la mayoría tendrá que pagar la condena del fuego eterno, sentenció este grupo al cual pertenecen algunos notarios, otros magistrados tal cual juez de la República, un representante a la Cámara y varios de los flagelantes de los pasos de la dolorosa en la Sociedad de Nazarenos que se preparan para la próxima Semana Santa.  

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