La verdad de los asesinos

Salvatore Mancuso. Foto | AFP
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Por | Guillermo Velásquez Forero / El púlpito del diablo

Guillermo Velázquez

Las confesiones de Salvatore Mancuso, comandante del ejército paramilitar, no revelan nada, sólo publican lo que estaba callado pero casi todo el mundo sabía: que el Estado era una organización criminal, que la Policía y el Ejército eran legiones de sicarios al servicio del fascismo y que actuaban junto con los paramilitares como verdugos del pueblo colombiano, que los grandes capitalistas empresarios y comerciantes financiaban a los asesinos, que los políticos necios, corruptos y matones eran sus cómplices, que los grandes medios de información audiovisual y escrita eran la tribuna exclusiva de los cerebros del crimen y que la utilizaban para negar y ocultar todas sus atrocidades, y que el presidente Álvaro Uribe era el autor intelectual del genocidio, el cabecilla de los matarifes, el jefe natural de los bandidos que asesinaban, descuartizaban y desaparecían a miles de víctimas inocentes, y les robaron la tierra a los campesinos y desplazaron bajo amenaza de muerte a millones de colombianos.

Todo eso ya se sabía y se seguirá sabiendo; y de nada sirve saberlo. También se sabía que esa tragedia nacional es obra de la ultraderecha con la generosa colaboración de la extrema izquierda armada que ha servido de motivo y justificación para la matanza de civiles inermes que fueron convertidos en muertos de una guerra ajena.

La verdad de los asesinos sólo sirve para horrorizarnos y causarnos espanto luego de conocer abiertamente la cantidad y calidad de sus crímenes, las acciones demenciales y feroces de estos monstruos sanguinarios y caníbales que actuaron como títeres del infierno, zombis manejados a control remoto por los buscadores del poder y el dinero, y que no saben que son insignificantes, despreciables y efímeros, que van a desaparecer pronto y de su miserable existencia no quedará sino la sombra desgraciada del mal que le hicieron a la sociedad y al mundo. De nada sirve que se arrepientan, lloren y pidan perdón.

La verdad de los asesinos no sirve para hacer justicia ni para reparar los daños irreparables que la causaron al país, no garantiza que no vuelvan a aparecer en Colombia esos narco-paramilitares, y esas empresas delincuentes, y esos políticos uribes de ultraderecha, y esos terratenientes ladrones de tierras, y esos vampiros buscadores del poder, y esos ricos con afán de enriquecerse a costa del hambre y la sangre de los pobres. Porque la impunidad es sagrada y está garantizada para favorecer y dejar en libertad a todos los grandes criminales dueños de este narco-país ensangrentado.

A pesar de que ha salido a la luz la verdad del terror y la muerte, como testimonio de sus autores, esa maquinaria criminal todavía sigue funcionando en forma clandestina en muchos lugares de Colombia donde esa plaga de asesinos son los que gobiernan, mandan, roban los dineros públicos, extorsionan, violan y matan en forma libre y democrática.  

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