La realidad de las clases virtuales

Foto: udea.edu.co
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Por: Gabriela Martínez

Las dificultades que pueden tener varios estudiantes con la educación virtual y cómo esto va a afectar a su rendimiento.

La expansión del virus COVID-19 y el impacto que tuvo en Colombia va a relucir ciertos desaciertos que se cometieron. La poca preparación que tenían las instituciones educativas del país para realizar clases virtuales afecta el aprendizaje de los jóvenes y niños.

La llegada del COVID-19 al país, muestra que cogió con los pantalones abajo al gobierno ante el hecho de no haber invertido lo suficiente en la tecnificación de la educación del país. Según El Espectador, en las urbes, 91 de cada 100 colegios tienen WiFi o banda ancha, pero en el campo solo 53 de cada 100 pueden disfrutar de este privilegio dejando así una gran cantidad de niños y niñas sin educación.

Se cree que la cuarentena puede llegar a durar más de dos meses en donde la única alternativa que tienen las instituciones es realizar clases virtuales, siendo así, los niños que asisten a escuelas rurales no podrán tener clases hasta que termine el aislamiento en el país.

Mientras muchos niños no pueden acceder a sus clases por falta de tecnificación y preparación, también hay estudiantes de pregrado en varias universidades que no cuentan con las herramientas para poder conectarse. Muchos de ellos son personas que decidieron devolverse a su lugar de origen para poder pasar esta cuarentena con sus familias.

Un claro ejemplo son las universidades que tienen programas de interacciones multiculturales ya que permiten que personas provenientes de asentamientos indígenas tengan la oportunidad de estudiar. Hay que tener en cuenta que la mayoría de ellos decidieron devolverse a sus resguardos en estos tiempos de aislamiento, los cuales no cuentan con las herramientas para poder realizar con éxito una clase virtual.

Seyawiku Torres (este no es el nombre real debido a que su testimonio es anónimo) que pertenece al resguardo indígena Piendamó en un municipio del Cauca y estudia en Bogotá. Él ha tomado sus clases virtuales con regularidad, pero para poder acceder a estas, tiene que salir de su asentamiento, montarse en una chiva en la que dura alrededor de media hora llegar al pueblo más cercano y pedirle el favor a la única persona del pueblo que cuenta con computador y servicio de Internet que se lo preste para poder tomar la lección de la asignatura.

Otro ejemplo son las personas que viven en la zona rural de Colombia como sucede con Camilo Méndez. Él estudia en la ciudad de Tunja, pero vive en Soracá, un municipio aledaño. Actualmente, no puede acceder a las clases virtuales debido a que las empresas que prestan el servicio no tienen cobertura en el área en la que él vive. La única manera para que él pueda tener acceso a internet sería trasladándose desde su vivienda hasta el municipio en motocicleta o carro a unos 20 minutos.

También se encuentra el caso de las personas que viven en la región Caribe y estudian en universidades de Bogotá ya que como lo cuenta Salma Jattin, proveniente de Lorica-Córdoba, en lugares y municipios como estos, tienen recurrentemente problemas con la electrificadora debido a que, la luz se suele ir en varios momentos del día y con un lapso de una o dos horas, causando así que no pueda asistir a las clases virtuales.

Probablemente deben haber muchas situaciones diferentes a estas de estudiantes que no pueden tener acceso a las clases virtuales, pero muchos de nosotros nos quejamos a diario de tener que verlas, sin tener en cuenta las personas que realmente tienen dificultades y hacen lo posible para poder tomarlas y asistir con normalidad a las clases de las asignaturas.

Seguramente, así como me sucede a mí, muchos de ustedes solo tienen que levantarse y prender el computador para lograr con las obligaciones de cada uno, sin darnos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor.

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