La puja por el salario mínimo

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Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC

El simulacro de negociación

La próxima semana sesionará la comisión tripartita de concertación laboral (gobierno, empresarios y sindicatos) y será el preámbulo de una seguidilla de escaramuzas entre empleadores y empleados, alrededor del incremento anual del salario mínimo. Ya, como ha sido usual, las centrales obreras y los gremios empresariales han puesto las cartas sobre la mesa.

La coyuntura de la negociación no es la mejor. El lastre de la pandemia en la economía colombiana y sus efectos en los bolsillos de los colombianos, no puede ser ignorado. En tiempos normales la puja giraría en torno de los referentes del salario mínimo, tales como la inflación causada y esperada, el PIB de 2020 y de 2021, así como la “caja negra” de la productividad, comodín de los empresarios para no transigir ante las propuestas de los trabajadores y empleados.

El marco de la puja salarial

Como se sabe, de los 20 millones de ocupados, el 48 por ciento labora en condiciones de informalidad y, alrededor de la mitad devenga menos de un salario mínimo, lo que se ha visto agravado por la destrucción en abril de este año de cuatro millones de puestos de trabajo, siendo una caída que solo se contuvo en julio, lo que ha comprimido ingresos y deteriorado la menguada calidad de vida.

Simultáneamente, el desempleo se disparó entre marzo y mayo, superando los dos millones de cesantes, deteniendo su desplome en julio de este año, revirtiéndose, tan solo en agosto la tendencia descendente, que no desvirtúa la desesperanza de cerca de cuatro millones de desempleados.

De otro lado, según el DANE, el Indicador de Confianza empresarial (ICE) creció en octubre pasado en 46,9 por ciento lo que significa un repunte iniciado desde mayo de 2020, que ha llevado a los empresarios encuestados, -64,7 por ciento se han beneficiado de las políticas gubernamentales-, a manifestar que esperan aumentos en los ingresos operacionales y contratación de personal, en los próximos tres meses, lo que revela una mejoría en las expectativas empresariales.

Cartas sobre la mesa

Las centrales obreras, de tiempo atrás han insistido en un salario mínimo mensual que alcance el techo del millón de pesos (sin subsidio de transporte), sin embargo, la resistencia patronal no lo ha hecho posible. Esta negativa es secundada, con sus estudios, por instituciones alineadas y patrocinadas por los gremios empresariales; tal es el caso de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), y, de soslayo, Fedesarrolllo, santuario de los “grandes cacaos”. Por ejemplo, ANIF ha propuesto un aumento entre el 2 y el 3 por ciento, argumentando que un incremento mayor, pondría en riesgo la recuperación económica y la creación del empleo formal. Sin embargo, esta agremiación, que funge como centro de estudios de los banqueros colombianos, olvida que son los asalariados los que han soportado los ramalazos de la recesión económica.

En la otra orilla, los sindicatos reclaman un incremento cercano al 14 por ciento, que sitúe el salario mínimo en el umbral del millón de pesos.

Comportamiento de los principales indicadores socioeconómicos

Otras apuestas

Si se consideran los factores definidos para la fijación del salario mínimo, habría que desmentir la reiterada afirmación de los gremios, de que la productividad laboral en Colombia es negativa. Como se desprende de la información reportada por el DANE en 2019 fue de 0,21 mientras que la productividad total bordea el 2 por ciento. De igual forma, la inflación acumulada, a octubre de 2020, para las personas de ingresos bajos (pobres) fue de 2,21 por ciento. A lo anterior se agrega, que pese a que se anticipa que este año la economía caerá en -7,9 por ciento (Fedesarrollo), el año entrante, incluso bajo un escenario pesimista, crecerá en 4,4 por ciento. En conclusión, el reajuste deberá estar por encima del 8 por ciento.

Así las cosas, el salario mínimo no debe sujetarse a un annus horribilis, sino anticipar que la economía se reactivará en la medida en que la demanda agregada lo haga, y ello depende de los ingresos de los asalariados, que representan una tercera parte del ingreso nacional.

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