La mala hora papera: Del timbo al tambo

Foto | Archivo / Hisrael Garzonroa
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Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC

Edilberto Rodríguez | Contrapunto económico

Resulta abrumadoramente dramática, la imagen de los campesinos vendiendo bultos de papa, a la orilla de la carretera y no en las plazas de mercado. La drástica caída de los cíclicos precios internos de la papa, golpeados por el bajonazo del consumo en hoteles, restaurantes y cafeterías (el llamado canal horeca), y aguijoneado por un aparente exceso de oferta, se han agravado con las ruinosas importaciones, sin barreras arancelarias proteccionistas. 

Frente a ello el Gobierno Nacional, sólo ha aplicado paliativos, pequeños emplastos de créditos irrisorios ante problemas estructurales, que afloraron en el paro agrario de 2013 y que se han vuelto recurrentes, en parte del desolado paisaje rural.

 A mediados de año, desde muchas orillas, se prendieron las alarmas sobre la importación de 65.000 toneladas, provenientes de Bélgica, Alemania y Holanda, la que ha disminuido, más por el efecto del coronavirus. Estas importaciones de papa precocida congelada o papa a la francesa o en bastones, equivalentes a 160.000 toneladas de papa fresca, amenazan no solo a la producción papera, sino también a la actividad transformadora industrial.

De las 125.000 hectáreas cultivadas de papa en Colombia en ocho departamentos, el 27,3 por ciento se siembra en Boyacá, siendo la fuente de sustento de muchas familias campesinas, expuestas a los volátiles precios de este tubérculo.

La producción de los 100.000 cultivadores colombianos, según el Fondo Nacional de Fomento a la Papa (NFP) y la Federación Colombiana de Productores de Papa (Fedepapa), se calcula en cerca 2,8 millones de toneladas, originándose en las parcelas boyacenses, una cifra similar a la del área sembrada: 27,0%, sólo superada por Cundinamarca, departamento que contribuye con el 38,4% de la oferta doméstica.

Ahora bien, uno de los factores que ha incidido en la coyuntura papera es su baja capacidad exportadora, tanto de papa fresca como de papa procesada, siendo un producto potencialmente transable, siempre y cuando se remuevan los obstáculos existentes para colocar los excedentes en los mercados internacionales, permitiendo así remontar su marginal participación, que no representa ni siquiera el 1 por ciento de la producción. 

La escasa oferta exportable colombiana se destina, principalmente, a Curazao y Estados Unidos.  Una estrategia de diversificación de mercados para la papa, deberá conducir a un destino, que durante mucho tiempo fue el receptor de las ventas externas, como es Venezuela.

De otra parte, las cuestionadas importaciones de papa, cuyo volumen global asciende casi a 60.000 toneladas, parecería intrascendente, sin embargo, no lo es, pues, se hace en condiciones de competencia desleal, presionando los precios hacia abajo. 

Simultáneamente, Bélgica es el país de origen del 57,3 por ciento de las compras externas de papa, país de donde se importa papa congelada, objeto de las solicitudes de Fedepapa al Gobierno Nacional para frenarlas, a través de salvaguarda a este sensible renglón de la producción agrícola.

Como resultado de la ínfima proporción de la producción nacional que se destina al mercado internacional, el desbalance del comercio exterior de la papa colombiana es muy abultado, la brecha exportaciones/importaciones es profunda, la cual solo podrá superarse si mejoran las redes de comercialización, el transporte y la logística, de la parcela a la mesa, contrarrestando la onerosa cadena de intermediarios.

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