Historia de tres grandes paros en Tunja

Foto | Hisrael Garzonroa
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A raíz de los desmesurados incrementos en el impuesto predial, en Tunja se habla de cacerolazo, movilizaciones y paros. EL DIARIO ha buscado rememorar la historia de tres grandes paros, que marcaron el devenir de la ciudad y en cierta medida del país, y que demuestran el poder y la vocación de protesta que tienen los tunjanos a la hora de hacer valer sus derechos.

Aproximadamente cinco años atrás, Tunja vivió una de las jornadas de protesta más dramáticas de su historia. El paro agrario, que nació como una movilización campesina, llegó a las calles de la capital boyacense; la ciudad quedó aislada, sin poder abastecerse de alimentos y combustibles. Sin embargo, este paro no fue exclusivo de Tunja, sino que campesinos de todos los rincones del departamento se unieron.

Pero en la historia, ha habido grandes movilizaciones propias de la capital boyacense, que marcaron la historia y que demostraron que los tunjanos tienen una gran capacidad de organización cuando ven vulnerados sus derechos.

El primer paro que fue realmente significativo se dio en 1965. Los detonantes fueron varios: la falta de agua, la escasez de recursos para la UPTC, y, especialmente el traslado de una de las unidades de Termopaipa, que había dejado Gustavo Rojas Pinilla en territorio boyacense, pero que durante la presidencia de Guillermo León Valencia deciden trasladar a territorio antioqueño. Esa fue la primera vez que la sociedad tunjana logró agruparse en una sola voz y poner contra las cuerdas al establecimiento; el comité cívico se tomó el Concejo Municipal, las actividades en la UPTC se paralizaron, igualmente la de los colegios. El paro duró una semana. Para muchos este paro no consiguió las reivindicaciones sociales que buscaba, para otros marcó un gran precedente de las movilizaciones sociales en la capital boyacense, y dio impulso a la gran marcha de los maestros de la costa.


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El segundo gran paro que vivió la capital boyacense se dio a mediados de la década del setenta, durante el gobierno de Alfonso López Michelsen. De este paro participaron los sindicatos, los comerciantes, tuvo representación de la Iglesia Católica, y al final logró un involucramiento total de la sociedad. El motivo de la inconformidad nuevamente fue la falta de agua. En esa ocasión la ciudad se paralizó las 24 horas del día. Con el bloqueo de vías, dieron la orden de enviar Policía y Ejército para diluir la protesta. Pero ninguno de los miembros de la Fuerza Pública se esperaba un nivel de organizaciones y de respuesta tan grande como el que dieron los tunjanos en ese paro. Según recuerdan quienes vivieron ese paro, “la gente sacaba corriendo a la Policía”. Las mujeres tuvieron un papel altamente protagónico en esa jornada de protesta; se sentaron en las vías que comunican la ciudad con otros municipios del país, justamente con la intención de obstruir el paso de cualquier vehículo. Los soldados del ejército se acercaban a ellas para convencerles, a las buenas o a las malas, de quitarse de allí, pero ante el primer intento de “culetazo”, la turba enfurecida corría tras el soldado que segundos antes había agredido o había intentado agredir a una de las mujeres. El paro dejó como saldo varios muertos e incalculables pérdidas económicas para la región. El objetivo no se cumplió, pero marcó un antes y un después en la historia de las movilizaciones en la capital de Boyacá.

20 años después, justamente en 1996, se dio otra de las jornadas de movilización más memorables en la historia de la ‘noble y leal’. Se realizó a menos de 12 horas del inicio del Aguinaldo Boyacense. Para ese entonces la Alcaldía de Tunja, a cargo de Manuel Arias, realizó la concesión para la prestación de los servicios de agua y recolección de basuras. Eso generó un incremento en las tarifas y desató la ira de una sociedad que se preguntaba ¿cómo iba a pagar una tarifa tan cara de un servicio que ni siquiera existía?


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La movilización se tornó violenta con los bloqueos que la ciudadanía hizo en las vías de acceso a la ciudad y que la comunican con Bucaramanga, Bogotá y Sogamoso. Con las horas el represamiento de vehículos de transporte de carga, de pasajeros y ambulancias se hizo insostenible, a tal medida que las autoridades tuvieron que disponer de vías alternas y dejar completamente aislada a la capital boyacense.

El recuerdo más reciente de movilización y protesta en la capital boyacense es el de 2013, con el paro agrario. En ese entonces, una protesta de origen campesino fue convirtiéndose en algo propio para los tunjanos que vieron sitiada y desabastecida su ciudad. El cacerolazo que se realizó en esa ocasión y visibilizó la problemática y fue entonces cuando el Gobierno Nacional por fin decidió sentarse a dialogar con los líderes de la protesta campesina.

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