Es Uribe

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Por | Darío Rodríguez

Diga lo que diga, haga lo que haga, Rodolfo Hernández es Álvaro Uribe Vélez en estas elecciones de 2022.

Además de ser un insulto a la inteligencia, la campaña presidencial del ex alcalde de Bucaramanga insiste en presentarlo como independiente y hasta antipolítico. Medio país, bajo hipnosis, le ha comprado ese embuste. Hernández no explica ni uno solo de sus planes para Colombia si llega a la presidencia. En este momento nadie entiende, ni él mismo, cómo va a reducir el IVA al 10%, cómo va a clausurar el ESMAD, ni, esto menos, cómo va a llevar al mar a quienes aún no lo conocen. Hernández dice que los medios de comunicación no le dan tiempo durante los debates. Pero tiempo es lo que le sobra si se trata de grabar vídeos o escribir trinos difundidos por internet donde se explaya en su especialidad: ataques arteros a su oponente; gritar lo de “acabar con la robadera”, como si él no hubiera robado nunca, como si ignoráramos los líos jurídicos que lo comprometen justamente debido a ilícitos contractuales conducentes a robar al erario; y presentar el espectáculo vergonzoso del hombre fuerte que no se deja de nadie ni le debe a nadie.

En el fondo de toda esa impudicia y esa vulgaridad se encuentra el odio y el temor al candidato Gustavo Petro. A quien no le perdonarán, jamás, haber sido guerrillero ni proponer un modelo económico, una política fiscal que aliviaría – no sin esfuerzo – la crisis de productividad en que está sumida esta nación. Por razones históricas a las ideologías de izquierda en Colombia se las relaciona, desde el principio, con la subversión, la lucha armada y la crueldad de la guerra. Si a estos prejuicios se les suma el horror que los gobiernos de izquierda han gestado en Venezuela o Cuba, es claro: una parte importante de los electores miran con miedo la llegada de un gobierno diferente de los que nos han correspondido por décadas, la réplica comprensible a las dinámicas de la izquierda y, aún, de la socialdemocracia: una economía de mercado en fase implacable, la inequidad absoluta de bienes y servicios, el desprecio total a lo que no dé dinero ni beneficie a unas cuantas castas dueñas del territorio, sus recursos, incluso sus habitantes.

Petro se ha desgañitado argumentando que él no representa al comunismo y que está buscando un acercamiento de Colombia a la justicia social. Él sí expone cómo lo va a hacer y cuánto tendremos que aportar para que sea posible. No obstante, sus contradictores lo meten en el mismo saco de las FARC, el terrorismo y el crimen narcoguerrillero. Se prefiere cualquier cosa con tal de que Petro no llegue a la presidencia.

Y cualquier cosa es ahora mismo Rodolfo Hernández. A sus seguidores no les importa si Hernández usa o no el cerebro. Parece que no lo usa. Algunas de sus propuestas son propias de un loco al que dejan correr libremente por un parque: pagar la deuda de ICETEX de los estudiantes, apoyo al aborto, subsidios a los pobres, eliminación del 4 por 1000, adopción para parejas del mismo sexo. Etcétera. Lo dice sonriente, convencido de que todo eso se consigue mediante pases mágicos. Pero no todos olvidamos que mintiendo y prometiendo lo irrealizable también se obtiene el favor popular.

Ya ha obtenido la bendición pública del uribismo, esa apocalíptica bestia de 7 cabezas que ha encarcelado y aplastado a este país desde hace dos décadas. El uribismo no solo está vivo sino que sabe mutar y si es necesario travestirse de progresista, pues no va a perder el poder ni las pingües ganancias obtenidas. Con el gigantesco potencial electoral que tiene y el influjo que ejerce en las empresas, las clases altas y medias y hasta en las conciencias de miles, la dañina organización política coordinada por Álvaro Uribe Vélez por supuesto que no va a desperdiciar la oportunidad de seguir gobernando, esta vez disfrazada de populismo y grosería cavernaria en la persona del grotesco Rodolfo Hernández.

Uribe se encuentra a la sombra de Hernández.

Aunque los pasajeros de la Rodolfoneta lo nieguen o intenten ocultarlo.

No sería raro que el domingo 29 de mayo, una vez se conoció el resultado de las elecciones, el propio Uribe (sospechosamente callado en estos días) haya pactado bajo la mesa de la cocina de Rodolfo Hernández cómo van a repartirse los dividendos que genere la presidencia.  Y cómo van a seguirse repartiendo al país mismo. Tres semanas, hasta el próximo 19 de junio, de mentiras complacientes, ilusiones emocionales por parte del “viejo” o de “mi viejo” – así suele denominarse, sin pudor, a Hernández – mientras el “presidente eterno de los colombianos” y su organización cuadran dónde van a ubicarse para seguir abrevando del presupuesto público. Les ha tocado más fácil en esta contienda: no tienen que bufar ni relinchar sus improperios ante los medios de comunicación. Ya el impresentable Rodolfo Hernández está haciendo ese trabajo por ellos.

Lo que viene para Colombia no produce ningún tipo de optimismo ni de esperanza.

Un desastre colosal nos espera tranquilo, sin afanes, silbando, a las puertas de la segunda vuelta electoral.      

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1 COMENTARIO

  1. La VERDAD es que no entiendo como un periodico tan «serio» como lo es EL DIARIO permite que un individuo como este escriba, una columna con tanto ODIO y con tanta IGNORANCIA le pregunto a este «señor» ¿ QUIEN LE DIJO A UD. ESA GRAN MENTIRA, QUE EL ING. RODOLFO ERA DE URIBE ? NO SEA TAN INGENUO Y TAN MENTIROSO, POR QUE SI ESO FUERA CIERTO ESTE SEÑOR NO HABRIA PASADO A SEGUNDA VUELTA, CON ESA ALTA VOTACIÓN…SEÑORES DE EL DIARIO…NO ENGAÑEN A LA GENTE.

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