En la intimidad de la entrega de los mercados del PAE

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La odisea de miles de familias para recibir los mercados del Plan de Alimentación Escolar, y, el desafío de la Gobernación de Boyacá por entregar una bolsa que satisfaga a todos, contando con los protocolos de bioseguridad.

Por | Julio Medrano / EL DIARIO

Hay una extensa fila de personas frente a la entrada de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Tunja. Son las 8:34 de la mañana. Me acerco a la reja y el vigilante me detiene, procuro convencerlo con mi carné desvanecido por el cloro y el alcohol, de que hago una nota para EL DIARIO. Mientras solicita permiso con su superior para mi ingreso a la universidad, tomo una fotografía de una de las personas que logra entrar con fotocopia de cédula en mano. Niños se agolpan contra la puerta mientras miran hacia adentro y esperan fatigados. El vigilante me permite entrar luego de medirme la temperatura con una pistola de juguete que marca unos números diminutos en una pantalla que brilla verde. «36.2», dice y, me señala un lavabo por el cual debo pasar antes de dar ir más adentro. Por otra línea, la de salida, vienen personas cargando (algunas con mayor esfuerzo que otras) bolsas de mercado, inexpertos malabaristas de cubetas de huevos. Los niños de la puerta, con sonrisas aburridas, sueltan las rejas para colgarse a las piernas de sus padres. Entiendo por qué hay huevos rotos en el piso.

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Protocolos de seguridad

Los familiares vienen a la Escuela Normal Superior Santiago de Tunja, ubicada (para insatisfacción de algunos, por las protestas universitarias) adentro en predios de la UPTC. Desde el puente se enfilan con dos metros de distancia entre cada persona y, así, hasta que les permiten ingresar a la Escuela por grupos de a diez.

Otros dos vigilantes custodian la fila en el puente. Uno me atrapa al ver que tomo fotografías con mi celular. Llama por radioteléfono y constata el permiso de este que examina a la gente sin aparente razón. Para alivio de los covid paranoicos (entre ellos yo), ninguno en la fila sufre algún acceso de tos que interrumpa la tranquilidad silente de la mañana.

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En la entrada a la Escuela una vigilante hace otra toma de temperatura, como si en veinte metros de distancia entre la puerta principal de la UPTC hasta ella, se pudiese padecer de una terrible fiebre que marcara números rojos en la pistola medidora. Tras la vigilante, una mujer vestida toda de blanco, con gorra, delantal, tapabocas y guantes de látex, se encarga de rociar alcohol sobre las manos de cada persona.

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Entregas con normalidad

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En el patio de la Escuela los niños que antes corrieran y patearan balones de fútbol, fueron reemplazados por una cincuentena de personas formadas en cinco líneas, ordenadas por un hombre vestido de blanco, tapabocas y malla para el pelo, que después se identificaría conmigo como Luis Alarcón, coordinador PAE en la Escuela Normal Superior Santiago de Tunja. Luis indica a los familiares qué fila deben seguir, según el grado del alumno. Dice a mi grabadora que, hasta el momento que interrumpí su labor, «todo ha transcurrido sin ninguna complicación en la entrega de los alimentos del PAE a los padres de familia. Estamos desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Todos los días hasta el viernes doce”. Un padre de familia se acerca a exigirle respuesta a Luis del por qué su hijo no está en lista. “No me dan mercado porque dicen que no está matriculado, pero mi hijo ya está matriculado”, dice el hombre impaciente empuñando unas fotocopias. Luis saca del bolsillo del pantalón un celular que parece un datáfono, “déjeme ver los datos y confirmamos con la Alcaldía”, dice mientras me escabullo.

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Las personas conservan la misma distancia de dos metros por dos metros. En su mayoría son mujeres de mediana edad, algunas con tulas, otras con bolsos de cuero y, una que otra, ha venido preparada con cochecito de mercado.

Cinco mujeres al final de las líneas, con la misma indumentaria de quirófano, se encargan de tomar datos y conceder las bolsas de mercados.

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Los mercados

Vuelvo a interrumpir el trabajo de Luis Alarcón y le pregunto qué contiene cada bolsa de mercado. “Dos libras de arroz, una libra de avena, un frasco de aceite, una libra de pasta, dos libras de harina, una libra de azúcar, una libra de lenteja, una libra de arveja, una libra de fríjol, una bolsa de leche y treinta huevos”, dice mientras soba en su pecho el logo de la Alcaldía de Tunja.

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Fuera de grabación, Luis me dice que en total se entregarán en la ciudad de Tunja, la suma de 18.500 mercados, de los cuales en la Escuela Superior donde me encuentro, se darán 3.400. Me recalca con cruel tono de obviedad que, estos mercados son solo para familias con estudiantes matriculados y que se entregarán una vez por mes mientras los niños reciban clases virtuales, por la pandemia.

La hora de la carga

Son las 9:45 de la mañana. Es difícil atajar algún familiar a la salida de la Escuela cuando en sus temblorosos brazos deben arriscar una, dos, tres bolsas de mercado, y, una, dos, tres bandejas de cartón con huevos. Es un mercado por alumno y hay familiares que tienen matriculados en la misma Escuela a uno, dos, o, tres hijos. Atrás escribí que eran malabaristas inexpertos y, ahora, dudo en disponer de tan escueto adjetivo. Madres, padres, tutores, tíos, padrinos, primos, abuelos, dejaron sus quehaceres, sus trabajos (si tienen trabajo porque bien es sabido que Tunja pasa por una época de tremendo desempleo), para venir a recoger los mercados del Plan de Alimentación Escolar (PAE por sus siglas) que brinda la Gobernación de Boyacá en coordinación con la Alcaldía de Tunja.

Decido abordar a dos señoras que llevan una gran tula. Después de presentarme, pongo el celular frente a ellas para grabar el audio:

—¿Se sienten satisfechas con el mercado? —pregunto.

—Sí, es de gran ayuda —dice Alexandra Bermejo—. Siempre son muy cumplidos con las fechas de entrega. Nos dan un mercado cada mes. Pero deberían cambiar los granos por algo que disfruten los niños, de pronto unas galletas, un arequipe, una mermelada, un lácteo.

Aprovecho que otra mujer pasa junto a nosotros y le pregunto cómo se siente con el mercado ofrecido:

—Pues bien, sí señor, es un buen mercadito, sobre todo para los niños que son los que lo necesitan. Yo estoy muy agradecida con el gobernador que nos está dando el mercadito —dijo Virama Peñalosa, como se presentara ante mi celular.

Días atrás, la Contraloría General de la Nación informó que 74 entidades territoriales, entre ellas Boyacá, de las 96 que ejecutan el Programa de Alimentación Escolar (PAE), no estaban entregando alimentación a sus estudiantes beneficiarios. Con esto, sin duda y al menos en la Escuela Superior Santiago de Tunja, podemos dar fe de que sí se están entregando.

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