El genio y su obra: Pedro Manuel Rincón, PEMÁN-R

Foto | Jhonathan Leonel Sánchez Becerra
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Por | Jhonathan Leonel Sánchez Becerra / Historiador

Jhonathan Leonel Sánchez Becerra / Historiador. Foto | Archivo personal

Pedro Manuel Rincón Pabón, nació en Tunja, Boyacá, el 1 de diciembre de 1942. Destacado escritor, periodista y crítico de arte que trabajó en la Revista Consigna junto a Jorge Mario Eastman y, en el Periódico La República con Darío Samper, me recibió el pasado 30 de junio de 2019, en su residencia del barrio Galerías en Bogotá. 

De la conversación que estuvo rodeada por su colección de arte, un par de copas y algunos boleros de la época de oro, extraje esta entrevista como un homenaje al maestro.

Jhonathan Leonel Sánchez Becerra: Su obra representa un valioso aporte para establecer el panorama literario de Colombia en la segunda mitad del siglo XX. ¿Cómo fue su acercamiento a la literatura?

Pedro Manuel Rincón, PEMÁN-R: Remontarme a las primeras inquietudes alrededor de la escritura o de las curiosidades literarias es revolcar los recuerdos de la infancia que a estas alturas producen un poco de miedo, uno es a esta edad un niño al revés, además, se ve el pasado muy lejano. De todas maneras, me da la impresión que uno participa de los ritmos biológicos: lo que llamaban los griegos una música interior que empieza con el latir del corazón; el ritmo de los pasos, las cadencias para el habla o la manera de frasear, por supuesto que uno de niño no tiene la conciencia de todos esos hechos, pero sí se maravilla con el acontecimiento fundamental de la palabra.

Las palabras de mi madre o de unas tías perdidas por allá en el quehacer de los primeros años, de las maestras, palabras que veía en el lomo de los libros de la biblioteca de mí padre; y allí está, ese pozo fecundo con el que uno empieza a susurrar poemas y a lloriquear intensiones que finalmente se convierten en un hecho literario, no por culpa de uno mismo, sino de las circunstancias que le rodean.

J.L.S.B.: ¿Puede afirmarse que la influencia de casa fue fundamental en sus inicios?

Pedro: Yo diría que la influencia no fue solamente de casa sino de alacena; cuando iba a la finca de mi familia materna y encontraba una alacena a veces derruida por el comején, medio mágica en las circunstancias del espacio para acceder a ella, repleta de libros, eso despertaba mi curiosidad que se convertía en una travesura y, a la vez, en un conocimiento nuevo, en un encanto.

J.L.S.B.: ¿Cuál es su género literario preferido y por qué?  

Pedro: Como nos remitimos antes a los momentos de la primera infancia, eso es poesía, por lo mágico, pecaminosa y a veces absurda. La poesía es el género de las fantasías y las palabras son solo un  pretexto para denunciarlas, guardarlas secretamente o exponerlas, creo que el poeta tiene la obligación de seguir siendo infante, aún en otras etapas de la vida para que su poesía tenga la pureza, la transparencia y la autenticidad que requiere.  

La historia por su parte, como retrospectiva, como una fantasía hacia atrás, sería un segundo género cuando uno torna al saber reflexivo. La crónica, por mi oficio de periodista y puedo decir que esos han sido los géneros fundamentales, después de la poesía, que me han embragado la pluma y el tiempo.

J.L.S.B.: ¿Cuáles fueron las figuras y los sucesos que marcaron su adolescencia? ¿Usted hizo parte del Grupo de Palermo?

Pedro: A partir de las lecciones, tanto en el colegio como en la universidad, uno empieza a admirar, a veces pasionalmente, a unos personajes y entre lo que es la poesía como género con la historia, descubrí a Dante Alighieri, en el sentido de los aprendizajes universales, un personaje maravilloso que me permitió comprender que todo el problema de la literatura está relacionado con las intimidades del ser humano, por eso, uno debe procurar ser dialécticamente renacentista para tratar de redescubrirse a uno mismo continuamente. 

Luego de mi expulsión del Colegio de San Bartolomé, las circunstancias del azar me llevaron al Gimnasio de Boyacá en el barrio Palermo; allí, conocí amigos a los que nos hermanaba la intuición de la literatura: Álvaro Miranda, Luis Fayad, José Luis Díaz-Granados y otros, nos dedicábamos, en algunas tiendas ubicadas entre la calle 45 y el barrio Sears, a confrontar nuestros textos, escritos en los cuadernos de matemáticas cuyas tareas no cumplíamos porque los llenábamos con versos, reflexiones o frases para debatirlos en el denominado Grupo de Palermo.

Era la década del 50 y empezando los años 60, acontecían los fenómenos universales del jipismo: las revoluciones china y cubana, el despertar de la conciencia americanista; la reivindicación de las libertades y con ello, el problema de otras músicas como el rock de The Rolling Stones y The Beatles; otras modas y otros vicios; en definitiva, otras actitudes que evidentemente transformaban el país donde uno podría pensarse un artista en el campo de la literatura. 

J.L.S.B.: Pemán-R, usted tiene una obra titulada: Los Cuatro Maestros, ¿Quiénes fueron esos personajes y cuál fue su relación con ellos?

Pedro: El libro es una decantación experimental, histórica y personal en mi relación con unos personajes a lo largo de la vida y en diferentes momentos, en función de las diversas actividades públicas. Son cuatro maestros que me ayudaron a identificar mis realidades en el ejercicio social profesional.

Inicia con Gerardo Molina, pensador reconocido y nunca vilipendiado ni siquiera por sus detractores, maestro de la rectitud, las opciones para el futuro y la democracia, defensor de los derechos humanos desde el senado de la república.

El segundo fue el profesor Antonio García, fundador de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional de Colombia, compañero en las luchas políticas y maestro en talleres y cursos, él nos enseñó que una sociedad debe desarrollarse para sí misma; es decir, con un sentido humanista y no para el desarrollismo de los especuladores en el terreno económico y en el campo de la política.

El tercero de ellos, Darío Samper, paisano mío, amigo de la casa, periodista eximio con el que aprendí mucho en el suplemento literario del periódico La República, poeta excelente del grupo de Piedra y Cielo y con quien compaginamos en esto de saber que la vida es un problema de propósitos de liberación. Luego, él como rector de la Universidad Libre y yo como como su discípulo en derecho.

El cuarto maestro fue Luis Vidales, el gran poeta de la revolución del verso en la segunda década del siglo XX, que luego de modernizar al país en términos de la palabra, vinimos a coincidir cuando yo estaba en el Congreso y él era una especie de experto en las decisiones sociopolíticas del país, sin abandonar jamás el campo de la poesía en el que siempre brilló.

J.L.S.B.: Hace poco en la pasada 32 Feria Internacional del Libro de Bogotá, salió a la luz, una obra suya titulada: Las Vorágines de Rivera, trabajo que conozco de primera mano y aunque usted sea cauteloso al afirmarlo, es revelador acerca de las actuaciones éticas como abogado de José Eustasio Rivera en los llanos Orientales y especialmente, cuando su padre el Dr. Luis Felipe Rincón ejercía como Juez del circuito en Orocué. ¿Díganos cuál es la intención de esa obra?

Pedro: El tema de José Eustasio Rivera, como usted bien lo dice, era una especie de compromiso familiar, ávida las circunstancias de que protagonistas tácitos o expresos, simulados o supuestos de la sustentación argumentativa de la novela La Vorágine en su primera parte, tienen que ver con mis ancestros. Circunstancias de familia me permitieron tener exclusivamente en el país, una documentación de tipo judicial, anecdótica y personal, sobre la cual elaboré un libro de reivindicación de la verdad, pues hay algunas verdades que quedaron mañosamente ocultadas en la citada obra, que versan sobre la conducta de las personas en momentos concretos.

Las Vorágines de Rivera trata un aspecto de la vida de José Eustasio Rivera, su condición de abogado, ejerciendo su profesión en unos territorios remotos en la llanura oriental colombiana, en Orocué, donde se encontró con una serie de circunstancias que le dieron la oportunidad de enmarañar con la ficción y la fantasía para producir la primera parte de esa magnífica novela, sobre las violencias a propósito de la industria del caucho. Con esta publicación, planteo algunos puntos para establecer la realidad y tener la posibilidad de una relectura de esa obraen toda su plenitud histórica.

J.L.S.B.: En conclusión maestro Pemán-R, ¿cuál es su mensaje para la juventud?

Pedro: Considero que una de las obligaciones de la juventud de ahora es radicar el tema de la paz al lado de la naturaleza: al problema de la sobre explotación minera y la tala indiscriminada; al abuso de la producción de residuos por los que nadie responde. Los relojes de la exactitud de la ciencia, están indicando que el tiempo se acaba y si no hacemos un pacto de paz entre la humanidad y la vida en el planeta, nuestro final está cerca y será terriblemente doloroso.

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