El dilema de Boyacá con la trucha arcoíris

Foto | Archivo EL DIARIO
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Esta especie, originaria de los Estados Unidos, fue introducida a los ecosistemas colombianos desde hace muchos años, saliéndose de control y generando un notorio impacto sobre otras especies y sobre la calidad del agua de diversos cuerpos hídricos donde habitan.

Muchas no son tantas decía un viejo comercial de galletas y al parecer fue el dicho que durante años adoptaron piscicultores y comerciantes que encontraron en la trucha arcoíris una oportunidad de negocio boyante en el departamento. Los cultivos de trucha se popularizaron y con ello llegó el auge de su comercialización.

Pero la población de estos peces se ha salido de control, la sobrepoblación es evidente, y si bien no puede interpretarse esta circunstancia como algo completamente negativo, si ha de prestarse especial cuidado sobre este fenómeno que podría poner en riesgo la existencia de otras especies e incluso de los ecosistemas que habitan.

“Esta es una especie introducida, es decir que no es originaria, que no evolucionó en un área geográfica y que fue traída desde otra región del mundo. El caso de la trucha no es el único en Colombia. Al introducir una especie en un ecosistema en el que no evolucionó, una de las cosas  particulares es que estas especies no tienen depredadores naturales, sobre todo si son especies depredadoras. Ese es el caso particular de la trucha, que en cuanto a peces es una de las especies con mayor capacidad de invasión y de alteración de ecosistemas. La trucha arcoíris es originaria de la costa occidental del norte de los Estados Unidos. Es una especie muy exitosa desde el punto de vista invasor, ha sido introducida en prácticamente todo el mundo, y en todos los ecosistemas donde se introdujo, más o menos desde el siglo XIX o principios del siglo XX, ha generado efectos que han sido estudiados”, señaló Yimy Herrera Martínez, biólogo y director del grupo de investigación Xiuá de la UPTC, que sabe que el análisis sobre estos ecosistemas ha de tomarse el tiempo necesario para no lanzar conjeturas que puedan llevar a ponerlos en riesgo.

Y si bien expertos en la materia como Herrera piden no satanizar a esta especie, los efectos a raíz de su sobrepoblación han de tenerse en cuenta y de ser posible han de manejarse con un gran sentido de responsabilidad. “Sus efectos implican pérdidas de otras especies pues ellas pueden llegar a extinguir especies de peces nativos, pueden acabar con fauna de anfibios, tienen efecto sobre otros organismos que no son tan visibles que se llaman macroinvertebrados, que son organismos que se encuentran viviendo en el fondo de los lagos y de los ríos; y afectan la calidad del agua”, agregó Herrera.

Hacer el análisis sobre estos ecosistemas ha sido un proceso complejo, pues más allá de ciertos rasgos, hay conclusiones a las que no se puede llegar partiendo de la base de que no se contaba con registros de fauna, flora y calidad de agua de los cuerpos hídricos donde fue introducida la trucha arcoíris un siglo atrás. Aunque no quiere decir esto que no haya podido estudiarse el efecto de su existencia en estos ecosistemas, por lo menos en tiempos más recientes. “Cuando llegamos a la universidad hace unos 15 años empezamos primero a conocer que era lo que había en los lagos naturales y a partir de eso tratar de determinar cuáles podrían haber sido los efectos de la trucha en estos ecosistemas. Hoy en día ya tenemos algunos resultados pero la investigación es relativamente lenta. Hemos encontrado que tiene efectos sobre la calidad del agua, tiene efectos sobre organismos acuáticos de la columna de agua, que se llaman zooplancton; y tiene efectos sobre los organismos bentónicos que llaman macroinvertebrados”.

Dado que la problemática es de interés global, el grupo de investigación Xiuâ ha logrado establecer contacto y colaboración con un experto de la Universidad de Heritage en Estados Unidos. “Decidimos entrar en colaboración con un investigador de la Universidad de Heritage en Washington que es el Doctor Alexander Alexiades quien ha venido trabajando sobre los efectos de especies introducidas, estudia las tasas metabólicas de los peces y ha venido trabajando en investigaciones en diferentes partes de América Latina y otras regiones en el mundo sobre especies introducidas como la trucha en ecosistemas donde no es originaria (…) decidimos invitarlo a trabajar con nosotros y formulamos un pequeño proyecto, para ello conseguimos recursos de parte de la Fundación Full Bright de los Estados Unidos y logramos traerlo para que esté un par de semanas enseñándonos técnicas con su equipo de electropesca y a la vez técnicas de análisis que él utiliza, que son ensayos en campo y análisis de laboratorio para luego poder investigar el efecto de la trucha sobre estos ecosistemas”, indicó Herrera.

Pero a pesar de todas las consecuencias que puede o pudo haber generado la introducción de la trucha arcoíris en los ecosistemas de alta montaña, investigadores como Yimy Herrera piden no satanizar a la especie ni la decisión estatal de haberla introducido, pues esto se hizo por una buena causa. “Las intenciones son nobles, siempre que se introduce una especie no es una intención negativa de una sociedad, en este caso el objetivo era que las comunidades tuvieran las posibilidades de proteína animal para su alimentación. Se creía que no había especies nativas de peces en nuestros ecosistemas”.

Y dado que este es el panorama hoy, ha de replantearse la comercialización y el estímulo al consumo de la trucha arcoíris, pues si una especie depredadora ha fallado en este proceso es el hombre, que ha permitido la multiplicación descontrolada de la trucha sin medir el impacto que esto podía llegar a generar.

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