Diario de un estudiante enamorado de la paz

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Por | Álvaro Neil Franco Zambrano

Todos somos estudiantes mientras estemos vivos. Mientras no abandonemos nuestro espíritu de niño que desde el asombro se pregunta cómo se mueve el universo de una hormiga. Mientras haya alma para contemplar la belleza, así sea amarga y nos provoque mil injurias. Estudiante es el que duda de las verdades absolutas, el que cuestiona  cada paso que va dando en la vida. El que mira y aborda los problemas de múltiples maneras. El que busca sin descanso lo desconocido, y sale a  las calles hecho una fiesta, a luchar por un mundo mejor, por la esperanza  y los sueños de quienes se creían vencidos.

Estudiante es el que valora la diversidad cultural y las diferentes formas de conocer que enriquecen la sensibilidad y el pensamiento. El que va a la escuela a encontrarse con su libertad, a construir amigos y compartir una sonrisa o una palabra de aliento que nos permita respirar cuando sentimos que todo se acaba. El que nos comparte el mar que navega en un barquito de papel. El que no deja que olvidemos el cielo y lanza avioncitos  que dejan un camino de nubes en el corazón de sus queridos compañeros. Estudiante es el que nos da la mano y nos construye  puentes que acaban en la eternidad. El que cambia todo porque sabe que nada se repite. Porque repetir es la muerte del arte y de la ciencia.

Estudiante es el que no deja que le uniformen sus ideas, ni que le moldeen un corazón donde no cabe su sentir. Es el que pinta un mural, el que encarna unas palabras, el que llama la dicha de un tambor, el que danza al ritmo de la luna y el sol, mientras cae la lluvia, y teje un altar de adioses, en memoria de sus compañeros de pupitre caídos en el abismo del odio y la incomprensión.

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