Desde el pasaje Vargas Ed.919

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Los ires y venires. Nuestros Académicos han estado por estos días interesados en saber de las experiencias que van acumulando los noveles elegidos parlamentarios de estas tierras muiscas. Como siempre ir a la capital, al principio no es fácil: ver tanto carro, tanta gente que va y viene, tato edificio por todo lado, y que “si uno se mete a transmilenio, entonces comprende menos por qué siguen insistiendo en semejante tortura que es tratar de entrar o salir de algunas estaciones y, peor, entrar o salir de esos armatostes ya destartalados en que está convertida la mayoría de los llamados articulados, que ya más bien son desarticulados. Sin embargo, lo que parece que más ha impactado a los nuestros en la capital es lo que pasa por los pasillos entre el capitolio y el edificio de las oficinas. Por allí transitan todas las intrigas, se preparan todas las zancadillas, se dan las menos pensadas alianzas, las peores puñaladas, se trafica, se negocia, se transa, se intercambia o se permuta. Que los uribistas y los duquistas; que el eterno presidente y sus áulicos frente a los otros que también quieren ser más lambones; los godos, tratando de pelechar y pescar en río revuelto, con el hijo de Misael a la cabeza; los cachiporros, unos detrás del ‘no heterosexual’, y otros por su lado tratando de sacar tajadas y provechos. Y los de Germán, que no fue el man, viendo cómo se reacomodan; y los de la U sin dios ni ley; y los de las izquierdas que tampoco acatan para dónde coger, que están igual que el Chanchis President que lo único que espera es que llegue el fin de semana para ir al siguiente consejo comunal que lo libre de tomar las decisiones en la Casa de Nari, que por ahora anda despelotada, que no se sabe quién manda. En fin, nuestros noveles representantes esperan que en todo caso se adapten y puedan sobrevivir estos cuatro años que apenas comienzan.

Pablito no da abasto. Observando desde la cabecera de la plaza mayor que es donde sesiona nuestra benemérita Academia del Pasaje Vargas, la mayoría de los nuestros están de veras preocupados por lo que le sucede al buen Pablito que ya no sabe cómo hacer con tanto chicharrón: que las baldosas de la plaza no cuadran; que lo del hueco del orinal dañó los túneles que nos comunican con las otras dimensiones;  que para qué y por qué modificar la plaza; que el hospital no avanza; que el patinódromo no se puede prestar; que el Teatro Suárez puede ser un hueso que no hay cómo cocinar; que lo del alumbrado público se oscureció; que los de Servitunja son unos pilluelos que se quedaron con todo; que el gordito Manuel Vicente poco ayuda para ver que sirva la PTAR;  que el frigorífico no se puede construir; que Mendivelso parece un tábano en la oreja; que el Moncho, quiere más aumentos de los cánones de arrendamientos y que San Ignacio no lo devuelve; que los del éxito van camino del fracaso de la movilidad en la Universitaria, el día que inauguren el chuzo; que vino el fiscal y dijeron que aquí lo que había era la mera corrupción; que Iáder, el muy bandido, le está echando la culpa de todo al mismo Pablito. Que Corpoboyacá se demoró con lo de la licencia para las paralelas del río… en fin, dicen los especialistas nuestros que a Pablito no le va a quedar más camino que ingresar en un convento de clausura o que en adelante, se vuelva monaguillo y  le ayude al Moncho en misa mayor a ver si la Providencia ayuda.

El IVA a la aguapanela. Eufóricos, nuestros Académicos han concluido en las últimas sesiones, que al ignaro populacho no le podía salir gratis evitar el castrochavismo si volvíamos a una nueva era del uribestiario. Por eso, con alborozo, desde estos páramos boyacacunos, el mensaje es contundente: que nadie proteste por el IVA a la aguapanela, al cilantro, a la cebolla y a la sal de la changua de la mañana. Que ni se les ocurra protestar. Que al contrario, todos deben salir a la calle a agradecer lo que se anuncia y ponerse a disposición para que si se ofrece, se puede apretar más el cinturón o si hay que hacer un tributo extraordinario, que no más digan. Cómo así que después de depositar tanta confianza no se iba por más IVA. Que jamás se había votado tanto por evitar el horror del castrochavismo comunista, que eso cuesta y que por tanto, todos sin chistar, a pagar a partir del año entrante y que en su nombre, en nombre del mismo populacho, se le consigne por una sola vez el aumento de su salario mínimo para depositarlo en las cunetas de los fondos de pensiones, platica que ellos, los fondos, necesitan para hacer otros negocitos, de los cuales, puede suceder, en el siguiente recibo les digan que esa platica se perdió porque alguna turbulencia financiera, sucedida en la polinesia, se la llevó.

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