Cuando las cosas han de servir para no ser del todo inhumanos

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Por: Teófilo de la Roca

La historia será eficaz en el sentido de cambio, solo cuando logre desmontar el triste espectáculo de lo vulgar, de lo deprimente, de lo que es burla misma de cínicos del poder.

“Cuando estés en el poder, saluda a quienes vayas encontrando por el camino, porque cuando ya no tengas poder, te los volverás a encontrar». Esta expresión la hacía imprimir y para divulgarla por miles de copias un hombre de estrato popular, allá en una capital de provincia, donde por tantos años fue concejal.

Cada que se aproximaban unas elecciones, aquel hombre, que más tenía carisma de líder, con todo y su filiación partidista, acudía a su mencionada frase, para hacer de ella su voz de alerta en plena campaña política. Consideraba que el poder, más en el emergente, podía «endiosar» al ser humano, hasta llevarlo a serios fallos de personalidad.

Qué más fallos que el de terminar mirando con indiferencia o con aires de suficiencia a quienes pudiera encontrar en el camino, sin ni siquiera saludar, a sabiendas de que en un futuro lejano o próximo,  al tener que dejar el poder, volvería a ser a lo mejor uno más en el camino; entonces a encontrarse a quienes pudo haber »pretendido desconocer».

Tremenda expresión para refregarla cada tanto frente a tantas formas de poder, donde campean y se solazan cualquier número de «vulgares de la política», la oficial y la de libre contratación.

Pero siempre posición como para hacer perder reflejos, para distanciarse muchas veces de los orígenes de clase que se han tenido, para terminar quién sabe en qué estado de «renegado» de lo que se pudo ser, como creyendo que escapará al juicio duro, severo, inclemente de quienes lo conocieron, cuando era uno más del «montón», así hubiera ido a la universidad, así hubiera obtenido títulos y aún las más altas especializaciones.

Simplemente resultó fallando en sí mismo y fallando para sus mismos congéneres. Los que quiera o no, encontrará siempre en el camino, el de los hombres que en últimas irán haciendo la historia.

Y la historia, es más de lo que pueda ir cambiando, así como para que el que crea «ser», no lo sea más, ya que realidades, estructuras y hechos de lo histórico deben ir siendo confiados no más que a hombres que más lleven en su sangre y en su mentalidad el carisma para ser «sujetos de cambio”; entonces, con la capacidad para hacer que la historia se torne eficaz y se acabe con el triste espectáculo de lo deprimente, de lo vulgar, de la burla misma de los cínicos de todas las pelambres.

Pero volvamos a la expresión que ha podido inquietarnos: «Cuando estés en el poder, saluda a quienes vayas encontrando por el camino, porque cuando ya no tengas poder, te los volverás a encontrar». ¡Aquel hombre que la divulgaba, ni que hubiera leído la parábola del Cristo relacionada con el mayordomo que advirtiendo un día que su amo lo iba a despedir de su cargo por deshonesto, optó por ganarse a deudores de su señor, rebajándoles parte de cuanto pudieran estarle debiendo!

Toda una estrategia para cuando ya no tuviera poder. Como para evitar la vergüenza de verse en desgracia, al no ser ya más empleado y para peor sin salud para trabajar. Y el amo hasta llegó a informarse de lo hábil que había sido el mayordomo para comprarse a sus deudores. Por eso hasta terminó reconociendo la sagacidad misma a que había llegado su mayordomo, al advertir lo que podía esperarle y por eso logró evitar que su infortunio no lo fuera trágico y tuviera quién pudiera seguirlo tratando o recibiendo en su casa.

El Cristo, en su parábola, se toma el trabajo de señalar que las riquezas mismas de este mundo pecador sean incluso hasta para ganarse amigos, para cuando las riquezas se acaben, haya quién los reciba en las mansiones de lo eterno. En otros términos, el Cristo da a entender que de algo o mucho pueden servir las mismas cosas, para no ser del todo inhumanos, lo cual es ya librarse de una perdición histórica.

Claro que a renglón seguido, el Cristo lanza su gran discurso sobre la honradez. Dice que “el que es honesto en lo poco, también lo será en lo mucho «. En otros términos, da a entender que es manejando las cosas de la tierra con absoluta pulcritud, como se llegará a tener derecho a que le sean confiadas las verdaderas riquezas: nada menos que las reservadas a quienes ya han vivido desde la historia, valores de vida eterna. Así en actitudes como en hechos.

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