Boyacá, otro epicentro de la diáspora venezolana

Foto | Darlin Bejarano / Semana
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De territorio de paso de caminantes del vecino país con rumbo a Bogotá y a otras ciudades, el departamento se consolida como sitio de acogida. De acuerdo con cifras de una ONG venezolana, al menos 18.000 ciudadanos viven en alguno de los 123 municipios boyacenses. Tunja, Sogamoso, Duitama, Villa de Leyva y Chiquinquirá, las poblaciones con más presencia de inmigrantes.

Las palabras refugiados o migración, a nuestros oídos no suenan tan familiares, cuando las escuchamos, seguro pensamos en los grandes desplazamientos de Oriente Medio, pensamos en Siria con sus 6.7 millones de refugiados, Afganistán
con 2,7 millones, sin contar el éxodo que se acaba de producir con la toma del poder de los Talibanes;  Sudan del Sur con 2.3 millones o Myanmar con 1.1 millones, Líbano, Yemen.

Pero si escuchamos desplazamiento o desplazados por la violencia, tal vez si encontramos una relación cercana. Tal vez si recordamos a las familias colombianas que veíamos – y vemos- en los semáforos, con carteles escritos en caligrafía de manos que trabajaron la tierra, la caligrafía de la tierra , las márgenes hechas con azadón, con sudor; encontramos tradiciones familiares que identifican a una mayoría que en el siglo pasado fue expulsada de sus terruños como resultado de la violencia, la de las guerrillas contra estatales, los paramilitares, las autodefensas locales. Conflictos que obligaron a muchas familias a desplazarse a las principales ciudades del país.

Todo por el control de un territorio. Las personas quieren tierras, reclaman tierras,  se adueñan de las tierras, también las roban. La tierra es un legado, uno con sangre, porque el hermano pelea con la hermana, también la madre pelea, ¡la madre al que por la tierra pelea!,  ahora la pelea es con bombardeos, y termina cuando el otro se va, o cuando muere; no se lleva nada, no puede, solo debe caminar a un lugar que no es su tierra y en términos históricos el desplazamiento es parte de nuestro ADN y se denomina desplazamiento interno que es una de las formas de migración que aún vivimos en Colombia.

En Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, y por sus consecuencias, se crea la Convención del Estatuto de los Refugiados, que ofrecía «protección internacional y asistencia a las víctimas de la guerra». Consideraciones sobre
consideraciones, el documento nos recuerda que «los seres humanos, sin distinción alguna, deben gozar de los derechos y libertades fundamentales, que es conveniente revisar y codificar los acuerdos internacionales anteriores
referentes al estatuto de los refugiados (…)  Que debe “existir solidaridad internación en términos de concesión del derecho del asilo, reconocer el carácter social y humanitario del problema de los refugiados y hacer todo cuanto les sea
posible por evitar se convierta en causa de tirantez entre estados”» y de ahí en adelante los siete capítulos y sus interesantes artículos que hasta el lector menos empático con el tema si los lee los entenderá. En este documento se encuentran los derechos y también las obligaciones de los refugiados en el país de acogida.

El refugiado es la persona, según el estatuto, que «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de
su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él». El refugiado es el caminante que ahora vemos en las principales vías, el que llegó obligado por los temores que encarnan la privación de las condiciones básicas que su país de origen no ofrece, los que huyen del hambre, enfermedad patrocina por quien no la sufren; refugiado es quien camina por sus hijos; es quien huye de la escasez médica, del colapso de los servicios públicos, del colapso económico, de la creativa y amplia gama de infracciones a los derechos humanos, es decir que esto es la violación sistemática de los mismos: violencia, violaciones sexuales, acoso, trata de mujeres, trata de niñas y las demás nocivas pero tradicionales prácticas.

El gran fenómeno migratorio en el mundo, después del caso de Siria, mencionado anteriormente, es el de Venezuela con 5.6 millones de ciudadanos que han huido de su país, una de las peores crisis migratorias.

Según el GIFMM (Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos) y la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V)  en su reporte de junio de 2021, a enero de este año en Colombia vivían más de 1,7 millones de venezolanos, los cuales con estatus irregular son 983.343 y con estatus regular 759.584, en donde Bogotá acoge el 19,6% de la población, seguido por Norte de Santander con el 10,7%, Atlántico el 9,3%; Antioquia el 9,1%; La Guajira con el 8,6% y el restante el 42,7% está distribuido en los demás departamentos, independientemente de su estatus migratorio. En Boyacá según este informe, hay cerca de 18.029 venezolanos.

En Tunja, Laura Tinjacá, bogada y profesional en relaciones internacionales y estudios políticos, es la coordinadora del Espacio de Apoyo de la Pastoral Social Arquidiocesana en asocio con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) comenta sobre su trabajo con la población migrante desde 2020, destacando la necesidad de responder al reto humanitario generado con la llegada masiva de población proveniente desde Venezuela con necesidades de protección internacional, y para reforzar las capacidades institucionales y comunitarias. Boyacá fue inicialmente una zona de tránsito para las personas provenientes de Venezuela, que tenía como destinos  Bogotá y ciudades principales. Sin embargo, Boyacá se ha venido consolidando como un departamento de acogida. Se estima que más de 17.000 migrantes viven en alguno de los 123 municipios boyacenses, siendo Tunja el de mayor presencia de Venezolanos con un 30.56% del total de la población, seguido por Sogamoso, Duitama, Villa de Leyva y Chiquinquirá.  

Bajo este contexto, para febrero de 2021 se da apertura del Espacio de Apoyo de Tunja, el cual hace parte de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, que constituye un esfuerzo colectivo de las organizaciones que están trabajando en una respuesta regional e integral a las necesidades de protección, asistencia e integración de las personas refugiadas y migrantes. El Espacio de Apoyo es una herramienta de protección que brinda un paquete mínimo de servicios fácilmente accesibles para personas refugiadas y migrantes en tránsito y/o con vocación de permanencia. En ellos las personas refugiadas y migrantes de Venezuela, las comunidades acogida, las personas retornadas y las personas en riesgo de apátrida tienen acceso a información actualizada y un paquete estandarizado de servicios y asistencia. Actualmente el Espacio cuenta con los servicios de:

– Orientación y asesoría jurídica en materia de protección internacional,
regularización migratoria y acceso a derechos.

– Orientación y asesoría psicosocial que brindan apoyo emocional y primeros auxilios psicológicos, gestión de casos y acompañamientos de manera
personalizada o grupal y actividades de promoción e integración social.
– Asesoría para acceso a servicios médicos mediante la remisión a otros
socios que cuentan con atención de medicina general, odontología, vacunación,
atenciones relacionadas con derechos sexuales y reproductivos, etc.
– Apoyo en la ruta para personas en tránsito con lo cual se busca informar
sobre condiciones para un trayecto seguro (clima, referencias geográficas,
distancias, tiempos, servicios en la ruta, etc.)

– Llamadas gratuitas y conexión a internet a destinos internacionales y
nacionales.

– Espacio amigable para niñas, niños y adolescentes, a través de la
implementación de áreas seguras para jugar y participar en programas básicos
recreacionales y educativos

– Áreas para madres y bebés habilitados para la lactancia y un espacio limpio
para cambiar a los bebés.

– Espacios seguros para mujeres y niñas hacen parte de los servicios
diferenciados, orientados a ofrecer espacios seguros y confidenciales que
fortalezcan el empoderamiento, y promuevan el cuidado, el bienestar, la
solidaridad, liderazgo y la resiliencia de las mujeres y niñas, teniendo en cuenta
los enfoques de género, edad y diversidad, entre otros.

Para el pasado 20 de junio, Día Mundial del Refugiado se implementaron actividades y campañas de promoción de la integración entre personas provenientes de Venezuela y la comunidad de acogida , a través del grupo de “Comadrería”, una iniciativa orientada para que mujeres entablen lazos de amistad; la estrategia “VECI ́s”, que significa Venezolanos y Colombianos Integrados y que busca que niñas, niños y adolescentes a partir de una palabra de la cotidianidad impulsen la integración y la prevención de la xenofobia desde la edad más temprana; por último para visualizar la historia detrás de los hombres que emprendieron su camino hacia Colombia para garantizar seguridad y bienestar a sus familias se crearon las “Cápsulas Masculinas”, «Y para quienes quieran participar tenemos actividades constantemente. Las personas interesadas pueden acercarse a la carrera 10 No. 17 – 47 para recibir orientación y programar una asesoría o buscarnos en Facebook como Espacio de Apoyo Tunja o Pastoral Social Arquidiocesana de Tunja».

El trabajo de las diferentes organizaciones a nivel mundial y a nivel local deberían  animar a quienes ven a los migrantes como extraños y verlos como hermanos, como iguales y más cuando Venezuela y Colombia, en líneas de Melba Escobar nos conoce como «“siameses separados después de nacer” porque “en esta parábola de dos países hermanos que en un tiempo no tan lejano fueron uno solo (la época de la Gran Colombia)».

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